Escena segunda
(Amal, Madav y el viejo -”que viene vestido de faquir”-)
Amal.- ¡Míralo, ahí está! ¡Faquir, faquir, vente conmigo! ¡Siéntate aquí
en mi cama!
Madav.- ¡Tonto!, pero si es...
El viejo (guiñándole un ojo a Madav).- ¡Yo soy el faquir!
Madav (al viejo).- ¡El diablo eres! ¡Si no lo viera, no lo creería!
Amal.- ¿Dónde has estado hoy, faquir?
El viejo.- Pues ahora mismo vengo de la Isla de los Loros.
Madav.- ¿La Isla de los Loros?
El viejo (a Madav).- ¡Sí, la Isla de los Loros! ¡Qué! ¿Te crees, hombre, que
yo soy como tú?... No tengo más que cojer mis pies, y me voy adonde
quiero; ¡y sin costarme nada!...
Amal (palmoteando).- ¡Qué bien!
¡Qué gusto debe dar eso! ¿No olvidarás que me has prometido llevarme
en tu comitiva cuando esté bueno?
El viejo.- Sí. ¡Y te voy a enseñar unas mantras de caminantes, que nada,
por mares, bosques ni montañas, podrá cerrarte el paso!
Madav.- Pero ¿qué enredo es éste?
El viejo.- Amal, hijo; nada, en mares ni montañas, puede hacerme
retroceder... Ahora, que si el médico y este tío que tienes se conjuran
contra mí, no hay majia que me valga...
Amal.- No; tío no se lo dirá al médico, y yo te prometo no moverme de la
cama. Pero el primer día que me ponga bueno, me iré contigo; ¡y nada,
en mares, ni montañas ni torrentes, podrá cerrarme el paso!