Madav.- Eso ya lo sé yo... Pero dime qué hago...
El médico.- Ya te lo tengo dicho:
que de ninguna manera se le deje salir de casa.
Madav.- ¡Pobre criatura! Tenerlo encerrado todo el día... Eso es
demasiado...
El médico.- Pues no hay otro remedio. Este sol de otoño y esta humedad
pueden hacerle mucho daño, porque, como dicen los libros: "En
ahoguidos, en desmayos, en temblor nervioso, en ictericia y en ojo de
plomo..."
Madav.- ¡Hombre, por Dios, déjame ya de libros!... Entonces, no queda
otro remedio que encerrar al pobrecillo, ¿eh? ¿No se puede hacer otra
cosa?
El médico.- No, no; "viento y sol"...
Madav.- Pero ¡qué me importa a mí ahora que si esto o que si lo otro!...
Vamos a dejarnos de tonterías. Al grano. Lo que tú dices es muy duro
para la pobre criaturita...; y como además él lo lleva todo con esa
paciencia, y hace cuanto se le dice... ¡Me parte el corazón ver su cara
cuando está tomando esa medicina que le has mandado!...
El médico.- Pues cuantos más visajes haga, mejor. Ya lo dice el sabio
Chiavana: "Medicina y buenos consejos; lo que menos gusta es lo que
mejor sienta..." Sí, sí... Y me voy corriendo, que tengo mucho que
hacer... (Sale).