El lechero.- Mi pueblo está junto al río Shamli, al pie de los montes de
Panchmura.
Amal.- ¿Los montes de Panchmura has dicho? ¿El río Shamli? Sí, sí; yo
creo que he visto una vez tu pueblo; pero no sé cuándo ha sido...
El lechero.- ¿Que has visto tú mi pueblo? ¿Tú has ido hasta los montes de
Panchmura?
Amal.- No, yo no he ido; pero me parece que me acuerdo de haber visto
tu pueblo... Tu pueblo está debajo de unos árboles muy grandes, muy
viejos que hay allí, ¿no?; junto a un camino colorado, ¿no?
El lechero.- Sí, sí, allí está...
Amal.- Y en la ladera está el ganado comiendo...
El lechero.- ¡Qué maravilloso! El ganado comiendo... Pues es verdad...
Amal.- Y las mujeres, con sus saris granas, van y llenan los cántaros en el
río, y luego vuelven con ellos en la cabeza...
El lechero.- Así mismo. Las mujeres de mi pueblo lechero todas van por
agua al río; pero no creas tú que tienen todas un sari grana que
ponerse... Pues sí, no cabe duda; tú has estado alguna vez de paseo en el
pueblo de los lecheros...
Amal.- Te digo, lechero, que no he estado nunca allí. Pero el primer día
que me deje el médico salir, ¿vas tú a llevarme a tu pueblo?
El lechero.- Sí; me gustaría mucho que vinieras conmigo.
Amal.- ¿Y me vas a enseñar a pregonar quesitos, y a ponerme el balancín
en los hombros, como tú, y a andar por ese camino tan largo, tan
largo...?
El lechero.- Calla, calla... ¡Pues estaría bueno! ¿Y para qué ibas tú a
vender quesitos? No, hombre; tú leerás unos libros muy grandes, y serás
sabio...