Sin palabras

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Querido diario...

Sin palabras, esta noche no hay palabras de antesala para el mejor recuerdo de mi vida, sin preámbulos esto fue exactamente lo que sucedió entre mi amo y yo, su adorada sumisa.

Como un reloj suizo, a las seis de la tarde llamaron a la puerta, ella, totalmente nerviosa la abrió.

-Hola pequeña, ¿lista para la aventura? -ella asiente y él entra en la casa -¿Sucede algo? -pregunta después de cerrar la puerta.

-Tengo muchos nervios, mire yo jamás me he quedado en casa de nadie y menos con un hombre y tengo miedo de que me descubran, mi madre va a matarme, ella... -un suave y cálido beso aterrizó en sus labios calmándola.

-¿Confías en mi?

-Confió en usted señor Growney -contestó segura.

-¿Quieres hacer esto?

-Quiero- otro beso más la hizo sonreír.

-Entonces vámonos- tomó su pequeño bolso de viaje en una mano, su cintura en la otra, salieron de la casa y una vez se aseguraron de que estuviese bien cerrado emprendieron su camino.

Él no la llevaba a su casa, había preparado una sorpresa para ella en un buen hotel, tal vez uno de los mejores de la ciudad, quería que su pequeña tuviese su mejor experiencia en cuanto al sexo, y tal vez, solo tal vez en el amor, pero eso le costaba a él aceptarlo.

Al llegar, la ayudo a bajar y ella le agradeció con una dulce sonrisa, miró a su alrededor sorprendida por la edificación enfrente de ellos, un imponente hotel con paredes blancas y cristales polarizados rosa, sintió su piel erizar al leer el nombre, Empire of love, letras negras pero llamativas. El señor Growney, dejó que su pequeña admirara el edificio y cuando fue suficiente, la tomó por la cintura y la condujo adentro.

Un hombre sonriente vestido de rojo les abrió las puertas, se dirigieron hasta la recepción y tras decir su nombre, Thomas Growney, recibieron par de tarjetas magnéticas, acompañados de un botón, subieron hasta su habitación, entre ellos sólo se cruzaron miradas, suficientes para saber que desde que entraron a ese hotel, la lujuria, la pasión y el sexo, sería su máximo entretenimiento por los próximos dos días.

Tras bajar del ascensor y entrar a su alcoba no dijeron nada más que gracias al botón y este se retiró, con tan solo cerrar la puerta y dejar las maletas en el suelo, el amo la acorraló contra la pared y ella sonrió nerviosa.

-Escucha pequeña, estos días te daré tanto sexo como sea posible, me muero por estar dentro de ti y saborearte -posa sus labios en los de ella y prosigue -Pero primero la cena, iremos al restaurante del hotel y luego vendremos, en el baño hay un albornoz y un collar, te lo pondrás y saldrás para que te posea ¿Entendido?

-Entendido señor Growney -susurra y sus labios quedan atrapados en un cálido beso.

-Otro segundo más aquí y te juro que no sales más -pega su erección en su muslo mostrándole su deseo -Vamos.

Melanie asiente y salen de la habitación nuevamente, los nervios de esta son palpables, pero al señor Growney le gustan, sabe que con un solo toque suyo puede descontrolar su cuerpo y sacar esa fiera sedienta de sexo que habita en ella.

Memorias de una sumisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora