Buenas Noches señor Growney

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Querido diario...

Existen momentos en los que es necesario cometer locuras, perder la cabeza, olvidarte de los prejuicios y vivir, vivir en la libertad, libertad de ser uno mismo y ser feliz con lo que se es.

Así estoy yo, cometí mi locura, perdí la cabeza y aquí estoy, feliz con mi amo dormido sobre mi espalda y yo escribiendo este dulce relato.

Pasaban las nueve de la noche cuando Melanie entró a su habitación después de la cena con su familia, estaba agotada y solo deseaba dormir, el trabajo en la constructora de su padre y la del señor Growney cada vez era más intenso, y más para ella que laboraba en ambas. Tomó una corta ducha,  se tiró en su cama y en ese justo momento su teléfono sonó ante la llegada de un mensaje.

Me vine a casa, estoy tremendamente agotado para seguir en la constructora. Si puedes me gustaría verte mañana pequeña. Buenas noches.

Sonrió emocionada al ver el corto mensaje de su amo. Tecleó un buenas noches para él y se acomodó para dormir, pero ya no podía conciliar el sueño, los recuerdos de aquellos días juntos la inundaron, lo bien que se sentían los fuertes brazos del señor Growney abrazándola para dormir y lo delicioso que era despertar y lo primero que veía era la tersa piel canela de su torso.

Como un rayo de luz, una idea llegó a su cabeza. Se debatió un segundo pensando en las posibilidades de que sus padres la descubrieran y que todo se complicara, pero no se dejó llevar por ello, las ganas de cometer una locura ganaron, pensó en el té de valeriana que habían tomado para dormir mejor y se hizo la señal de la cruz, pidiéndole ayuda al Dios que tanto su madre veneraba para que todo saliera como ella quería.

Con sigilo se levantó de la cama y rebuscó entre las gavetas de su ropa un conjunto de ropa interior de encaje muy sexy que le había regalado el señor Growney días atrás. En la oscuridad de su habitación se quitó la pijama y se colocó un bralette negro con arnés, una tanga negra y unas medias panties con ligero de encaje. Entre sus zapatos tomó un par de tacones negros patentes, el tacón era bajo, pero se sentía sexy con ellos y eso era lo importante. Para cubrirse el cuerpo no había nada sexy, su ropa era común y conservadora, así que tomó una decisión perdiendo totalmente la cabeza.

No llevaría más ropa.

Tomó un saco negro que llegaba hasta sus pantorrillas, se lo colocó y en una pequeña cartera negra metió un poco más de ropa para volver a casa. Con cuidado abrió la puerta de su habitación y bajó escalón por escalón sin hacer ningún tipo de ruido, llegó hasta la puerta principal, metió la llave, la giró por completo y por último la abrió sin sonarla. Camino un poco nerviosa hasta la calle principal, hasta el momento nadie la había descubierto y suspiró aliviada, dándole gracias al señor cuando tomó un taxi y este se dirigía a la casa del señor Growney.

Memorias de una sumisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora