Enséñeme como

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Querido diario...

El señor Growney además de amo y jefe, también es un buen profesor. Ha cumplido esa promesa que me hizo meses atrás, me ha enseñado algo nuevo, algo bueno, algo con lo que podré disfrutar solo cuando él me lo autorice...

He aprendido a darme placer, ya donde tengo que tocar y como introducir mis dedos para que el placer sea devastador, solo una clase me ha bastado para venirme en mi mano y sentada sobre mi amo. Ahora que nos queremos, que nos unen cosas más fuertes que el sexo, el placer se ha intensificado y ni te imaginas cuanto disfrutamos de ello.

Pero bueno, al punto... Esto es lo que ha pasado.

Hoy era un día de esos suaves, la constructora se encontraba en un volumen bajo de trabajo, y Melanie agradecía eso, el trabajo la estaba consumiendo y casi no podía disfrutar de su nueva relación, aunque cuando tenían una oportunidad, por más pequeña que fuese la aprovechaban al máximo.

Sonrió y tomó el chocolate que habían comprado cuando bajó a tomar un café, le haría una corta visita a su novio, amo y jefe, el señor Growney. Tocó su puerta y él un poco gruñón le dio la entrada, estaba molesto, pero con solo ver sus mejillas coloradas y su tímida mirada sobre él fue lo justo para que todo lo malo quedase atrás.

—Buenas tardes pequeña —dijo él abriendo sus brazos.

Como toda niña buena, corrió a sus brazos y se sentó en su regazo.

—Hola señor Growney —Besó sus labios castamente una y otros vez hasta verlo sonreír —Para ti —le dio el chocolate y él lo agradeció besándole los labios.

Aquel pequeño e inocente contacto, poco a poco se fue intensificando, las manos de señor Growney se colaron en su cintura y poco a poco se fueron subiendo hasta ahuecar sus pequeños pechos en sus manos, un apretón la hizo jadear y Thomas se deleitó introduciendo su lengua en su boca y probando cada rincón de su húmeda cavidad.

—Oh cielos... —gimió ella en cuanto dejaron de besarse.

—Me encantan tus gemidos pequeña —susurró en sus labios —No había tenido oportunidad de decirte, pero anoche soñé contigo.

Besó su cuello haciendo que su piel se erizara, Melanie sonrió y más cuando se dio cuenta que no era la única que estaba afectada por aquel beso, la prominente erección del señor Growney se presionaba fuertemente entre sus nalgas, un poco avergonzada y el triple de excitada se movió sobre él sacando un ronco gemido de satisfacción de su amo.

Memorias de una sumisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora