Su lado más romántico II

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—Me encantan tus piernas Melanie Parker— le susurró besando su otra pierna, le dio vueltas a su lengua alrededor de su tobillo y luego siguió su camino para arriba con fugaces lamidas, mordió suavemente su pantorrilla y esta vez continuó salpicando con besos la piel de sus muslos mientras subía el vestido con sus manos, sonrió al ver una pequeña tanga negra transparente que no ocultaba para nada su tesoro.

—¿Le gusta?— le preguntó sonrojada.

—Estoy seguro que este conjunto no estaba entre los que yo te di— acarició su pubis viendo como ella mordía su labio.

—Lo compré pensando en usted ¿le gusta amo?— repitió de nuevo esta vez con un tono más atrevido y sensual.

Él sacó su lengua y lamió desde el inicio de su sexo hasta su pubis sin quitar la mirada de la ella, colocó un beso sobre su tanga y le respondió por fin.

—Me encanta pequeña traviesa— aspiró el aroma de su vagina y sonrió —Ahora date la vuelta— ordenó con voz grave y ella giró rápidamente, una vez quieta su amo levantó el vestido dejando al desnudo sus glúteos, un suspiró escapó de sus labios al poner ambas manos en las mejillas de Melanie —Dios niña, ¿planeas matarme?— susurró y ella soltó una risita inocente, hechizado por su cuerpo separó ambos músculos y lamió sobre la tela de su tanga.

—Señor Growney— gimió al sentir una humedad entre sus nalgas, él no respondió con palabras, en cambio tomó entre sus dientes el pedazo de tela y tiró de él, jugó con él hasta que lo devolvió a su lugar, con besos por su espalda aún cubierta por el vestido siguió subiendo hasta quedar totalmente parado sobre sus pies.

—Mi pequeña Melanie— susurró en su oreja haciendo que ella se estremeciera al sentir su cálido aliento chocar contra su piel —Si tan sólo supieras lo que provocas en mi— tomó el cierre de su vestido y lo fue bajando con lentitud.

—Si lo sé— respondió jadeante.

—¿Qué?— preguntó deslizando la ropa por su cuerpo, ella no respondió hasta el vestido abandonó su cuerpo, una vez quedó en tanga y sostén se giró enfrentando al señor Growney, colocó una mano en su pecho y fue así que su voz llenó el lugar.

—Sé lo que siente señor Growney— su voz salió suave —Porque usted provoca lo mismo en mi— su mano subió hasta la mejilla de su amo, quien se quedó pasmado ante su respuesta, ella no dijo nada más, unió sus labios con los de él, en uno de esos besos que les alborotaban los sentidos.

Las manos del señor Growney tomaron sus caderas como punto de inicio a sus caricias, una de ellas subió lentamente por su espalda hasta tomarla por la nuca ayudándole a profundizar el beso, la otra bajó hasta su nalga, la tomó y la apretó haciéndola gemir. Comenzó a dar pequeños pasos sin soltar su boca, poco a poco fue andando hasta llegar a la cama.

—De rodillas sobre la cama— ordenó ronco, con media vuelta ella se subió de rodillas, sintió como su amo se colocaba de la misma manera pegado a su espalda, una de sus manos rodó su cabello a un lado dejando su espalda libre.

Con un beso entre sus omóplatos reanudó sus caricias, sus manos incapaces de quedarse quietas subían y bajaban por su cuerpo, tocaba sus senos, su abdomen plano y sus nalgas, miraba como la piel de su pequeña se erizaba con su tacto, maravillado con ello su lengua se unió a sus atenciones subiendo desde la pretina de sus bragas hasta su cuello.

—¡Oh delicioso!— gimió la morena sintiendo como una húmeda caricia aliviaba el calor de su piel, giró su cabeza encontrándose con su amo, le sonrió mirando sus ojos, el marrón que tanto le gustaba en ellos estaba desaparecido, sus pupilas dilatadas por el placer habían opacado su color, como imanes sus bocas se juntaron en un espléndido beso —Amo— susurró después de besarse.

Memorias de una sumisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora