CAPÍTULO 7. Un boca floja...

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Pov Gabriel.

Mi alarma sonó como siempre y me desperecé en la cama. Salté al baño a darme una rápida ducha y en menos de quince minutos ya estaba trotando con mi hermano.

Lo extrañaba demasiado. Cuando el viernes llegó y tuve que buscarlo en el aeropuerto estaba tan impaciente que llegaron a creer que esperaba a mi novia, cuando vieron a Rámses, me creyeron gay, claro que no ayudó la sonrisa que ambos nos dimos.

Nunca nos habíamos separado por tanto tiempo.

Y hoy se volvería a marchar.

—Tienes que llamarme más seguido—le dije y el torció su sonrisa.

—¿Tanto me extrañas?

—No tienes ni idea hermano. Así llámame más seguido.

No era que yo no lo pudiese llamar, es que los primeros días hablé más con su contestadora que con él porque sus horarios eran una locura.

—Tienes razón, lo haré. Pídele ayuda a Mike, Gabriel, no esperes que sea muy tarde.

Asentí. Él tenía razón, pero quería demostrar que podía hacerlo por mí mismo. Siempre he sido el problemático, por una vez quería demostrarles que no lo era, que no me hacía falta una niñera.

Recordé la discusión de anoche de Amelia con mi papá. Nunca imaginé que ella lo confrontaría de esa manera pero me sentí orgulloso.

Sin embargo me costó conciliar el sueño en la noche, mi papá diciendo que estaba más tranquilo porque Amelia estaba conmigo cuidándome, me mantuvo desvelado. Quería que él se sintiese orgulloso de mí, no de que Amelia pudiese cuidarme. Lo dije bromeando, pero fui sincero: no necesito una niñera.

Así que confesarle ahora que iba muy mal en mis estudios, no era opción.

Regresamos al departamento y tomé una ducha rápida, cuando salí Rámses también salía de la habitación de Amelia mientras se secaba el cabello. Lanzó la toalla húmeda sobre una de las sillas.

—La toalla va el balcón. Si Amelia la ve allí la botará.

—¿La botará?—preguntó sorprendido mientras iba al balcón a tenderla.

—No tienes idea de cuantas toallas me botó hasta que aprendí. Un día tuve que secarme con una camiseta y cuando tampoco la tendí, la botó—le expliqué y él rió.

—¿Era eso lo que le pasaba a las toallas de la casa?.

Asentí riéndome. Vivir con Amelia era muy divertido, conocerla tan bien era genial. Sin embargo vi la cara de Rámses y supe que algo no iba del todo bien.

Él se acercó a la cocina a ayudarme con el desayuno. Queríamos hacer un desayuno familiar, Mike, Hayden y mi papá llegarían dentro de poco también.

No Juzgues La Portada 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora