CAPÍTULO 6. Otro O'Pherer que no puede mantener la boca cerrada

5.6K 632 136
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


—¿Cómo que no la arreglaste?

—No tiene arreglo Bombón—respondió entre risas.

—Mierda, mierda, ¡mierda!. Espero que no se dé cuenta entonces.

Hice que botara los restos de la mesa esquinera en la basura, la pobre quedó como pulverizada. Creemos que Rámses la usó para buscar más apoyo para... bueno para darme más como lo pedí, y la rompió en el proceso.

Me encantaba esa mesa, fue de las primeras cosas que Gabriel y yo compramos para el departamento y lo hicimos en una feria callejera.

Seguí limpiando todas las áreas por donde nuestros traseros y de más partes desnudas hicieron contacto. Esperaba que Gabriel hubiese tenido esa misma delicadeza si es que hizo algo parecido con alguna de sus citas.

—Esto si lo pude arreglar—anunció Rámses victorioso cuando colgó una vez más el cuadro decorativo en la pared.

No era su mejor trabajo, pero por lo menos a simple vista aparentaba estar en buen estado.

No conseguimos las razones del por qué la mesa del comedor crujió, así que solo le rogué a Dios que no se desplomara de la nada.

Mi teléfono vibró al mismo tiempo que el de Rámses. Era el grupo de la familia, donde Fernando avisaba que venían llegando.

Me apresuré a terminar de limpiar y guardar todo, mientras Rámses me ayudaba. Nos lanzamos en el sofá tratando de aparentar inocencia.

—¿Se puede?—preguntó Fernando solo asomando su cabeza.

—Adelante—lo invité a entrar.

Fernando entró seguido de Gabriel y más atrás venía Hayden.

—¿Y Mike?—pregunté extrañada.

—Tiene una cita ¿puedes creerlo? En el fin de semana de mi cumpleaños él se va a que le den...un poco de amor— Gabriel terminó la frase original de forma abrupta cuando vio mi cara.

En el tiempo que llevábamos juntos, Gabriel había aprendido a tener delicadeza al decir ciertas cosas. Bueno... a veces.

—Me encanta como Amelia los amaestra—dijo Hayden mientras se sentaba en el sofá donde segundos antes yo estuve con las piernas hacia el cielo.

Volteé la mirada y Rámses contuvo la risa cuando me vio.

—Por lo menos con Rámses usa el látigo, conmigo ni eso. El francesito se queda con toda la diversión.

—También con las recompensas cuando lo hago bien.

Le pegué en el pecho y su hermano le sacó la lengua.

—Cuéntame, Amelia, ¿Cómo te has sentido de la mano y el pie? ¿Sigues roncando?.

—Si—dijo Gabriel

No Juzgues La Portada 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora