CAPÍTULO 28. "Testigos"

6.2K 634 245
                                    

El día del juicio llegó y yo estaba en el baño encerrada, muerta de nervios, creyendo que vomitaría todo lo que comí en estos días

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El día del juicio llegó y yo estaba en el baño encerrada, muerta de nervios, creyendo que vomitaría todo lo que comí en estos días.

—Vamos, bombón, abre la puerta.

Las arcadas no desaparecían y cuando volví a sentir la necesidad de vaciar mi estómago, la puerta de mi habitación se abrió y Rámses entró. Me sujetó el cabello y acarició mi espalda mientras el poco aire que tenía abandonaba mi cuerpo.

No tenía nada que vomitar, pero las náuseas y las arcaras eran reales.

—Vamos, bombón, no tienes nada que vomitar. Un poco de agua te ayudará.

—Me ayudaría no ir, no tener que verlo—me lamenté mientras Rámses me ayudaba a ponerme en pie.

—Lo sé, pero tienes que ir, Mike dijo que sería algo sencillo y rápido.

—Gracias—murmuré tratando de contener las nuevas arcadas

—Cuando lo desees, bombón. Pero la próxima vez que quieras que entre al baño contigo solo pídemelo, no tienes que fingir vómitos.

Le golpeé en el pecho y él fingió sentir gran dolor en una mueca que me hizo reír.

Los últimos días seguimos compartiendo habitación y cama, porque Hayden, Mike y Fernando continuaban en nuestra casa. Al parecer tenían problemas con el departamento que compraron para cuando estuvieran en la ciudad, un dato que se les escapó decir un día mientras cenábamos; y Keithan aún no conseguía un nuevo departamento para ellos, ni para nosotros, tal como habíamos hablado de compartirlo con Jeremy.

Todos logramos inscribirnos de forma exitosa en la universidad y ese día celebramos todos, incluyendo a Jeremy quién cada vez me caía mejor y mejor. Era un chico bastante agradable y divertido cuando dejaba de un lado su timidez.

En cuanto a Rámses y a mí, seguía siendo complicado. Todas las noches eran una tortura mutua y no ayudaban ni un poco las provocaciones de Rámses, como aquella vez que se le olvidó la toalla cuando salió de la ducha, o cuándo se puso a hacer ejercicios en la habitación solo usando pantaloncillos negros muy apretados. Ni hablar de que si me conseguía en espacios reducidos me recostaba todo lo que tuviese en su cuerpo. Vivía hiperventilando, y a este ritmo sufriría del corazón a mis veinte años, pero no mentiría diciendo que no me gustaba porque me encantaba. Lo que si era cierto es que no tocábamos el tema de nuestra relación ni la pausa que estábamos viviendo. Teníamos una pausa de la pausa, si es que eso era posible.

Pero él iba a mi ritmo, como prometió alguna vez.

—¿Estás lista muñeca? Es hora de irnos.

—Vámonos, no estaré lista nunca.

En el camino me acurruqué contra Rámses, era un instinto básico que no había perdido y que a pesar de lo complicado de nuestra relación hoy lo necesitaba como nunca. Nos bajamos en los Tribunales y mis piernas se volvieron de gelatina de forma automática, pero gracias a la ayuda de mi francés sobreprotector, logré no solo llegar a los Tribunales, sino a la sala del juicio y sentarme al lado de Mike, sin caerme, tropezar o desmayarme en el proceso.

No Juzgues La Portada 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora