Capítulo 25. Una excelente y muy digna forma de terminar mi discurso.

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—Sí, ya estoy aquí, Hayd— respondí un tanto cansada, no logré dormir bien la noche anterior.

La cita con la terapista era hoy, así que obviamente tenía más de cinco llamadas de Hayden monitoreándome que fuese. ¿Es que ya no trabaja?

—Chévere, te caerá bien, ya lo verás. Me cuentas como te va, voy saliendo a la reunión con Rámses. Hoy está más insoportable que nunca, por cierto.

—¿Y eso por qué?—era la primera vez que preguntaba directamente por Rámses, pero me sentía en confianza suficiente con Hayden como para hacerlo.

—Dice que le hubiese gustado estar contigo allá, por lo menos se conformaba con saber cómo te fue y saberlo directamente por ti, pero no te angusties, Mia, nadie muere por un rompimiento o cual sea el status que tienen ahora, además de que él sigue necesitando un escarmiento.

Suspiré profundamente y me despedí de Hayden en cuánto escuché la voz de Rámses al fondo. Ciertamente estaba de mal humor y cuando intuyó con quien hablaba su padrino el silencio que hizo fue tan doloroso como incomodo, así que lo mejor fue terminar la llamada. Estaba leyendo una revista de National Geographic cuando la secretaria anunció mi nombre con una amplia sonrisa y me llevó hasta la puerta donde la doctora, amiga de Hayden, me esperaba.

Era una habitación pequeña pero bastante acogedora, imaginé que me conseguiría con el típico sillón alargado, donde debería acostarme, pero en cambio me conseguí una especie de sala de estar con tres muebles distintos. El de la terapeuta, obviamente estaba cerca de una pequeña mesa donde tenía algunos documentos, los otros dos era una sillón de dos puestos y el último era un sillón individual, que se veía bastante cómoda.

Dudé varios segundos donde sentarme hasta que finalmente opté por el sillón individual, estaba muy segura de que este juego de sillas significaba algo, que estaba siendo psicoanalizada desde el momento en que entré, quizás desde que estaba esperando en la recepción y eso solo aumentó mi angustia y francamente, mis nervios.

La terapeuta me miraba desde su silla y me sonreía ante la indecisión que tuve, le correspondí la sonrisa un tanto nerviosa.

—Hayden me ha llamado como mil veces en el día... ¿y a ti?.

—Un poco más que eso—y esta vez sí reí con ganas.

—Ufff, me estaba volviendo loca, lo amenacé con bloquearlo y fue cuando se calmó. Nunca lo hubiese hecho en realidad, pero no se lo digas, es la única forma como logro calmarlo cuando se pone intenso.

Mi risa empeoró y eso sirvió para relajarme.

—¿Cómo has estado, Amelia?

—Muy bien, doctora Lassen—y no supe si le mentía a ella o a mí.

No Juzgues La Portada 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora