Capítulo 20. Una cucharada de tu propia medicina...

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Ni Rámses o Hayden me atendieron el teléfono. El primero seguramente seguía en vuelo y el segundo quizás estaba de guardia.

—Vámonos, te llevaremos al hospital— Gabriel comenzó a levantar a Donovan de su lugar a pesar de que este se negaba.

En pocos minutos estuvimos en el hospital, uno de los requisitos de Hayden cuando aprobó la elección de nuestro departamento. El de Mike fue que quedara lo suficientemente cerca de una estación de policía como para que la zona fuese segura, pero no tan cerca como para que a él le diera tiempo de llegar a rescatar a los chicos ante cualquier "eventualidad", sus comillas, no mías. A veces siento lastima por Keithan, ser su corredor de inmuebles en todas las mudanzas debe ser una pesadilla.

Gabriel y yo nos quedamos sentados en la sala de espera, mientras Donovan era atendido, el bullicio de las emergencias me tenían un poco nerviosa y el olor a antiséptico me molestaba en la nariz. No le habíamos dicho nada a Fernando ni a Mike de lo sucedido, pero eso tenía que cambiarlo lo más pronto posible. Además, el único motivo por el cual no llamábamos a la familia de Donovan fue porque no nos correspondía a nosotros darles esa noticia y él no los prohibió expresamente. Pero lo que Donovan estaba pasando... no podía pasarlo solo, me preocupaba que las cosas se salieran de control.

—Tenemos que decirle a Mike—le comenté a Gabriel.

—Deja que Donovan lo decida.

—No, no dirá nada y seguirá recibiendo golpes hasta que un día termine seriamente lesionado. Más que hoy.

—Pero es su decisión, no la nuestra—terció y sé que tenía razón, pero como amiga tenía la necesidad de intervenir—. Escucha Beleza hay decisiones que cada uno debe de tomar sin que nadie más interfiera, y esta es una de esas decisiones para Donovan, no te corresponde tomarla, ni siquiera aunque sea lo mejor para él.

Suspiré resignada y me hundí en la silla, no estaba nada conforme aunque sabía que una parte de lo que mi molesto cuñado decía tenía razón. No le diría nada a nadie, pero le insistiría tanto a Donovan que terminaría cediendo.

Rámses me llamó en cuanto aterrizó en Atlanta y sin querer mentirle de donde estaba y haciendo qué, le conté todo lo que nos estaba pasando. Fue de la misma opinión que su hermano, que no debía decir nada, que era una lucha que él debía liderar. Me gustó que dijese "liderar" y no que dijese luchar solo, porque solo no estaba, aunque Donovan se empeñase en estarlo.

Un par de horas después, Donovan salió con unas vendas alrededor de su torso, tenía los músculos lesionados y solo por mucha suerte no tenía una costilla fracturada, lo que lo dejaría fuera de varios juegos, quizás de la temporada entera.

—Me perderé varios juegos— gruñó enojado, confirmando mi pensamiento—. Esto no se quedará así.

—¿Los denunciarás? — pregunté emocionada, creyendo que se defendería como correspondía.

No Juzgues La Portada 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora