CAPÍTULO 13. Tengo hambre

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—Espero que tengas una excelente explicación...—siseó Rámses a través del celular.

—¡La tengo!—sabía que estaría histérico y estaba preparada para responder esta pregunta—. Nos quedamos durmiendo en la casa de Scott y mi teléfono estaba en mi bolso, en su cuarto y no podía simplemente entrar y buscarlo.

—¿Quién mierda es Scott? ¿Qué hacían en su casa? ¿Cómo que se quedaron a dormir? ¿En dónde dormiste? Ni me molestaré en preguntar con quién porque espero que haya sido sola.

Ahora venía la parte difícil...

—Scott es un compañero de clases de Gabriel, íbamos a salir pero ellos se complicaron con el grupo de estudio así que fui a ayudarles con la organización y cuando terminamos compraron bebidas y no salimos, nos quedamos en su casa. Dormí en el cuarto de la hermana de Scott, con Gabriel, es decir, compartimos una cama, cada quien por su lado. Y Gabriel no te atendió porque le quitaron el teléfono. Lo recuperó esta mañana cuando nos veníamos.

Escuché algunas maldiciones y refunfuños en francés que no pude entender porque las dijo muy rápido.

—¿Rámses?—lo llamé.

—Aquí estoy. Confío en ti, Amelia, lo que me molesta es no haber sabido de ti y las horas de incertidumbre que pasé.

—Lo sé, lo lamento, te hubiese llamado para contarte pero tampoco es como si hubiese tenido donde hacerlo.

—Está bien, lo entiendo.

—¿Hablarás igual con Gabriel, verdad?.

—Por supuesto que sí. Llevó a mi novia a la casa de un hombre, donde la dejó dormir en un cuarto extraño y volvió a compartir cama con ella.

—Cuando lo dices así, suena peor de lo que fue, y no creo que sea necesario que hables con Gabriel, pero sé que igualmente lo harás. ¿Qué tal tu noche?.

—Bien. Tranquila—su respuesta fue tan seca que imaginé que seguía molesto a pesar de que me dijo que no—. Hoy hicimos senderismo. Ahora almorzaremos.

—¿Regresarán esta noche?.

—Si, esos son los planes. Tengo que dejarte, deben estar esperándome para comer.

Me tumbé en mi cama cuando colgué el teléfono. Era obvio que estaba molesto y francamente si fuese el caso contrario yo también lo estaría.

Estaba agotada, a pesar de haber dormido muchas horas, no logré descansar; y cuando desperté y no conseguí mi teléfono, sabiendo que Rámses estaría llamándome, entré en pánico.

—¿Qué tal tu regaño?—preguntó Donovan en cuanto salí de la habitación.

El pelirrojo estaba sentado en el mueble con Isaack a su lado. Los saludé a ambos antes de responder.

No Juzgues La Portada 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora