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Karine

Las peores tres horas con treinta minutos del mundo, con un pesado mocoso incordioso del demonio molestándome todo el trayecto, y ya ni hablar del resto de pasajeros; ¿porque chingados la gente ronca tanto? El colmo ha sido cuando llegamos al aeropuerto y todo ese gentío de babosos ni siquiera disimulaban lo más mínimo el comerse a mi madre con los ojos.

Conocer a Tomas ha sido increíble, él es completamente muy distinto a mi hermana; es un niño muy inocente, demasiado hiperactivo y algo asustadizo pero una maravilla de mocoso. Tiene los ojos de mi hermana y el cabello castaño como yo. Tiene una carita de porcelana y unas manías bastante graciosas. Es como un libro abierto y eso me gusta mucho. Mi sobrino es la cosita más bella que he conocido en toda mi existencia.

Después de todo el caos en el aeropuerto y con esos viejos verdes mi cuerpo no aguanta nada más y colapsa en el carro de Mathèo.

Mathèo es su prometido, a mi parecer no es la gran cosa, pero para mi hermana es perfecto. Sabe cocinar, sabe planchar y hasta sabe poner una lavadora. Es guapo y todo lo que mi hermana quiera pero mucho más bajito que mi madre, lo cual no está padre ya que yo soy más alta que mi madre.

Él es de estatura media, de tez blanca pálida y de un rubio estilo Ken. Tiene unos ojos grandes y de un color pardo que le dan un aire carismático y allegadero, no tiene mal físico hay que reconocerlo. Es a diferencia de mi china muy callado; he llegado a creer que tiene una enfermedad que le dificulta el habla pero nada que ver. Todo lo contrario.

Cuando llegamos a "su humilde morada" fue algo muy impactante pero luego lo entendí todo y la sorpresa se fue por donde llego. Resulta que Mathèo es un gran empresario, de una familia muy adinerada e influyente - por lo cual puede permitirse estos lujos.

¡Qué suertuda la china!

- ¿Y qué tal, mamá? - habla la china. Mi madre por su lado ni se molesta en mirarla. Mi hermana asiente con la cabeza gacha y sonríe tristemente; da media vuelta y se va a quien sabe donde.

- ¿Se puede saber qué te pasa? ¡¿Cómo puedes ser tan cruel con tu propia hija?! Vale que hayas estado enfadada en su momento, pero ya han pasado cinco años mamá. – intento hablar lo más calmada que puedo. Miro a mi madre que me mira completamente furiosa. Me levanto siguiendo a mi hermana para cerciorarme de que no le sienten mal esos desplantes de mamá. No me gustan los enfrentamientos con mi madre pero tampoco me gusta ver llorar a mi hermana. No estoy nada de acuerdo con su comportamiento hacia mi hermana, porque después de todo es su hija. La madre de su primer nieto y su primer amor, después de mi padre claro está. Pero ese es un amor diferente, creo yo.

- ¿Qué te pasa tía Moicha? - dice Tomas de repente, acariciando mi puño, no me había dado cuenta de que estaba apretando mis puños. Le sonrío y me agacho a su altura revolviendo su cabello.

- ¿Quieres ir al parque? - mi sobrino asiente reiteradas veces con una gran sonrisa. Me coge de la mano y me arrastra fuera de casa. Si no fuera tan inocente y mi sobrino hubiese ido directamente a mi habitación a matarme de las iras yo sola.

Después de salir de la casa de mi cuñado nos fuimos a un puesto de helados ya que a la señorita Moicha Karine Anaïs lleva antojada de un helado desde hace ratico, o sea a mí.

Me mata el no poder ayudar a mi hermana y me duele la indiferencia que usa mi madre ante ella. Yo puedo llegar a comprender el dolor que le ha llegado a causar Karen, puedo entender la decepción que ha sentido mi madre pero a pesar de todo no le veo el afán de haberla echado de casa y mucho menos guardarle tal rencor. No veo el gusto de causarle tal sufrimiento. Mi madre no es mala persona y estoy segura de que a ninguna persona le gusta cargar con tantas penas pero si mi madre no descarga todo ese remolino de sentimientos y angustias terminaran con ella.

Pozo Sin FondoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora