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Karine

No he podido dormir en toda la noche. Más que nada porque intento comprenderlo a él, su comportamiento, sus arranques de ira, su bipolaridad. Concretamente no sé exactamente que quiero comprender o a que le intentó encontrar una lógica. Es patético lo se. Soy patética. ¿Qué puedo decir de alguien que no conozco y tampoco me quiero dar el lujo de conocer? ¿Cómo poder comprenderlo a él si ni yo misma me comprendo? Es tan frustrante todo esto, es que, de verdad que un puzle de mil piezas me es más fácil de resolver que todo esto.

Todo era más fácil en México...¡Lo extraño tanto!

Por otro lado todo lo que dijo, la forma en que expresó todo, sus actos tan jodidamente violentos, su manera de tocarme; tan delicada y sutil, no sé qué pasa exactamente con Teztkat Bangüar o que es lo que le perturba o si tiene realmente un problema de bipolaridad. No me gustaría quedarme de brazos cruzados sin hacer nada si tengo la minima idea de como ayudarlo eso va totalmente en contra de mis principios pero el miedo que siento por él me juega en contra pero desde luego no me gustaría quedarme con la angustia de saber que puedo ayudarlo a encontrarse y no querer hacerlo. Obvio no será ahora, ya de ya pero en algún momento después de sanar es lo primero que voy a hacer obviamente si el quiere mi ayuda.

Seis de la mañana y sigo aquí pensando en él, en cómo ayudarlo. Soy patética, poco a poco lo asumo. ¿Quién quisiera en su sano juicio ayudar a la persona que le ha destrozado la cara y le ha hecho la vida imposible desde que la conoce? A sabiendas de las consecuencias que traerá toda esta locura pues yo, Moicha Karine Anais Evans.

Sin nada más que plantearme y totalmente decidida a intentarlo siquiera llamo a Rhina. Siendo sincera y completamente egoísta, más egoísta que sincera la verdad sé que si un día me voy al infierno arrastraré a esta maravillosa mujer conmigo. ¿Por qué? Porque somos cómplices de todo, si yo digo negro ella dice carbon. Porque así como ella, yo también lo arriesgo todo por mi gente y en eso, somos tal para cual. Necesito su ayuda en esto, ella conoce mejor que nadie a Teztkat y sé que también quiere ayudarlo tanto como estoy dispuesta a hacerlo yo.

Le marco

- Necesito tu ayuda

- A las once en mi casa ¿te parece bien? - ¿Qué haría yo sin mi mejor amiga?

- A las diez y media estoy allá. Besos linda – corto la llamada.

Entro a mi casa, dejo el bote de helado en la basura y lavo la cuchara. Sigo avanzando por la casa hasta subir las escaleras y entrar a mi habitación. Cierro la ventana con seguro y observo mi habitación, todo está como cuando salí huyendo; la cama medio desarreglada, gotitas de sangre en el suelo y mi silla en la mitad de la habitación. Todo el jaleo que he tenido en mi vida no se compara en nada a todo lo que he vivido en las últimas tres horas y por alguna extraña razón no me siento cansada emocionalmente, tampoco es como que me muera de ganas por sumergirme hasta el fondo del laberinto Bangüar y solo espero no salir tan jodida.

Ocho y veinticinco de la mañana y no puedo pegar ojo, lo he intentado todo y no puedo dormir. Sin más nada que hacer, enciendo la televisión y bajo todo lo que es posible el volumen para no despertar a nadie, pongo unas caricaturas que le encantaban a Lisa y a Karen y me acomodo bien. Pongo a cargar mi teléfono y voy al baño a ver cómo sigue mi rostro. Con todo el temor del mundo enciendo la luz y me observo fijamente, sin perderme un solo detalle, está peor de lo que imaginé y no puedo ocultar las ganas de llorar de nuevo, cierro mis ojos al recordar cada golpe y no puedo evitar gemir de dolor o temor; no lo sé muy bien, quizás ambas. Vuelvo a abrir mis ojos secando mis lágrimas sin apartar un segundo mi vista del espejo, tengo un gran hematoma en todo mi pómulo con una brecha en el centro, mi nariz está bastante hinchada y con restos de sangre seca, la comisura de mi labio está al rojo vivo, con pequeñas motas violetas alrededor y una leve hinchazón. Bajo un poco más mi vista clavándola en mi cuello y puedo observar las trazas de esos largos dedos de Teztkat enrojecidas, empezando a volverse violetas. Mi rosto es todo un cuadro, demacrado y horrible. Empiezo a sacar los productos de primeros auxilios y con sumo cuidado intento desinfectar mi brecha, haciendo caras raras, mordiéndome la lengua para no llorar o gemir un poco fuerte por el dolor. Me miro por última vez en el espejo y apago las luces, salgo del aseo y me echo con cuidado en mi cama, no sé porque pero ahora si me siento realmente mierda e incluso peor que eso, levanto mi cabeza de la almohada que ya está envuelta en lágrimas otra vez y busco con la mirada el mando de la televisión para apagarla encontrándome con un portafolio sobre mi mesa de noche; justo debajo del mando, mi mente me traslada a lo que pasó la última vez, y empiezo a panicar; no estoy acostumbrada a situaciones paranormales. Una cosa es verlo por la tele y otra muy distinta es sentirlo de primera mano. Observo el sobre del tamaño de una hoja y empieza a sonar mi teléfono. Miro a todas partes y todo está igual,me acerco a la ventana y esta está cerrada con el cerrojo tal y como la había dejado. Agarro el portafolio y mi teléfono; bajo corriendo a la habitación de la china, me dispongo a entrar y me detengo antes de hacer nada. Observo mis manos sosteniendo el portafolio con una gran F en cursiva sobre una gran V y el teléfono con la notificación latente de un nuevo mensaje de un número desconocido. Respiro hondo, doy media vuelta y vuelvo a subir las escaleras. Miro la hora en el reloj nada más volver a entrar: nueve y diez.

Ruedo los ojos fastidiada y salgo del aseo para entrar otra vez a mi habitación. Cojo la ropa interior - que he olvidado - y vuelvo al aseo. Paro en seco. Salgo escopetada del aseo y entro a la habitación, observo cómo psicópata cada centímetro de mi habitación, pero nada. Me acerco a mi cómoda y vuelvo a encender la lamparita, encontrándome con una carta : F en cursiva sobre una gran V ,al lado.

Empiezo a rebuscar entre mis cajones la dichosa carta de la última vez que para variar tiene el mismo patrón de esta vez ¿y como no? Hasta esas iniciales estoy empezando a aborrecer, sigo buscando la maldita carta, destrozando mi preciosa y bien arreglada habitación. Sigo buscando por debajo de mi cama, muevo mi mesita de noche para comprobar que no se haya caído por allá abajo, abro los cajones de mi escritorio, abro mi armario; tiro mi ropa al suelo, abro los cajones de la ropa interior, saco los zapatos. No encuentro la maldita carta. Carajo.

Desbloqueo mi teléfono decidida y observo el mensaje, lo leo y releo y sigo sin entender nada pero esa sensación de que algo malo se avecina se apodera de todo mi cuerpo

«La gente cambia pequeña, el pasado no». 

Pozo Sin FondoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora