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Karine

¿Cómo decirlo? La semana ha sido muy aburrida y prácticamente agotadora. Por más raro que parezca.

Mamá empezó a trabajar esta misma semana, el frijol tuvo un viaje de negocios, muy repentino y según él son muy importantes y Karen... no sé qué hizo mi hermana en toda la semana. Sinceramente he intentado no cruzarme con ella en ningún momento. Y yo, por otro lado, me ocupé de Tomas, arreglar mi habitación, hacerme de comer, familiarizarme con los empleados y atender a llamadas importantes. Nos convertimos en algo así como una hermana multiusos.

He descubierto - bueno - mejor dicho, me he dado cuenta de que mi mocoso es muy quisquilloso con la comida - pero literal - también vuelvo a darme cuenta de lo torpe y despistada que soy.

¿Quién dijo perfección?

Desesperada por no morir joven y de aburrimiento termino por contarle a Tomas como era mi vida antes de mudarme a su casa, le cuento de Lisa y de mis -casi inexistentes - amigos pero con lo único que se queda es con el nombre de Lisa. Que sí Lisa esto, que si Lisa lo otro, "¿cómo es Lisa?", "¿qué edad tiene Lisa?". Son - entre otras - las preguntas que hace desde casi una hora mi negrito bello. Para que deje de joder llamo a Lisa por video llamada.

Es la primera vez que la llamo desde que llegué a este lugar. A esta casa. A esta ciudad. A este país.

Salgo de mi habitación para servirme un poco de helado en la cocina. No me gusta hacer muchas cosas, pero algo que me encanta es comer helado. Es como mi vicio. Dulce y delicioso.

- Moicha - me llama mi hermana. Trago saliva en seco y me giro para encararla

- Que - hablo cortante

Karen se endereza - ¿porque estás tan enfadada conmigo? - da un paso hacia delante con la intención de acercarse a mí, o intimidarme -¿quién sabe? - pongo mi mejor sonrisa de cuidado hermanita que yo araño y muerdo. Me cruzo de brazos, preparada para atacarla verbalmente.

- Ahora no me agobies con tus tonterías Karen. Estoy ocupada. - y como siempre sin dejar que nadie responda o acabe nada me voy.

Para empezar, mis estudios no son tonterías. No todas tenemos la suerte de que un Ken se fije en nosotras. No se otras mujeres, pero a mí no me gustaría ser una mantenida. - Hablaremos la semana que viene - alzo la voz al llegar a lo alto de las escaleras.

- No se si tenga tiempo - hace una pausa para mirarme desde abajo - pero intentaré hacerte un hueco.

¿Me está jodiendo? ¿De verdad se cree que va a volver a decepcionarme? ¿Que yo soy una de sus estúpidas amiguis que tienen que pedir cita para hablar con ella? ¡No señora! Claro que no.

- Ese es tu problema. Después de todo ¿solo quieres saber porque estoy tan molesta contigo, no? - mi preciosa hermana traga saliva y bien que hace. Yo amo a mi hermana, daría mi vida misma por la de ella, pero no voy a permitirle a nadie que me rebaje. Ese gusto no se lo doy ni a mi madre, la mujer que me dio la vida menos a Karen. - Bueno eso se debe a que no solo me tratas como si fuera un trapo sucio sino que también me has decepcionado. - vuelvo a girarme y sigo caminando por el pasillo de la segunda planta hasta llegar a mi habitación con todo mi apetito cerrado y mis demonios a flor de piel.

¿Pero qué mierda le pasa? Soy su hermana no su mula de turno. ¡Mierda! Que le pete un caballo de una buena vez.

Entro a mi habitación, me cambio, me arreglo y salgo de esa casa/mansión. Ya cruzada la primera calle me voy a un súper mercado para comprarme unas papas y un zumo. No suelo cegarme tanto por mi ira y menos suelo ser tan melodramática, pero desde que llegué aquí ya nada es igual, todo ha cambiado, todo es aburrido y deprimente y en especial mi vida.

- Señorita ¿tarjeta o efectivo? - habla una mujer de la misma edad de mi hermana o un poco más mayor, agradable y con una sonrisa muy amable. Eso necesitaba. Eso es lo que necesito.

- Efectivo por favor

Después de pagar y hacer la penca con la comida para poder guardármelo todo en la mochila decido llevar todo a la mano, vuelvo a cruzar la calle y me encuentro a mi madre. La casualidad más larga y eterna del mundo. Mi madre no tiene ni una pizca de discreción y tampoco le gusta ser discreta. Podríamos decir que yo soy todo lo contrario a ella. Me mira de arriba a abajo unas cuantas veces para asegurarse de que es su hija la que está vestida de esa manera, para reafirmar que voy bien arreglada, para poder soltar su gran grito de adolescente que lleva aguantando desde que nací. Mi madre me saca un pulgar arriba y suelta ese gran grito de gato atropellado.

- Mamá por favor, ¿compórtate si? - mi madre me abraza y asiente como la loca que es. En el buen sentido de la palabra obvio.

- Karine escucha, le comenté a mi atractivo jefe que cabe la posibilidad de que no tengas plaza este año en alguna preparatoria y me ha dicho que no te preocupes que él se encargará de que entres en la mejor del país . Prácticamente de todo. - dijo súper contenta y eufórica. - sí te voy a pedir que no nos defraudes. Yo sé que no lo harás, pero ya sabes, no viene mal pedírtelo. - Miro a mí madre como si se tratase del último helado de cucurucho del mundo en la faz de la tierra.

No puedo estar más contenta. Una carga menos para mí, un estrés en vano. Creo que ya hasta respiro con más facilidad, ya puedo dormir tranquila y ahora tengo que ponerme más pilas pues como mamá dijo; él se encargará de todo, no nos defraudes.

- Gracias mamá - le sonrío ya que si por mí fuera la abrazaría si no estuviera perfectamente arreglada. Mamá odia que le arruinen el look.

Seguimos caminando con mamá simplemente felices y aliviadas hasta que ella se despide para ir a casa y yo sigo hasta el mismo parque de la última vez. Camino hasta el mismo banco y antes de cualquier movimiento en falso giro mi cabeza en todas las direcciones posibles.

Ya saben para evitar balones en mi cara, evitar matar a estúpidos sin sentido común, evitar escenitas vergonzosas, pues ya cachen; lo normal. Respiro hondo y aliviada al no ver nada que me haga enfurecer otra vez. Me siento tranquila, me acomodo y tiro mi cabeza hacia atrás cerrando mis ojos, aprovechando al máximo el buen sol. Que esta vez está bien brillante y caluroso.

Me relajo en ese banco como nunca en estos últimos meses, respiro paz y no siento ningún nudo en el vientre bajo.

No se cuanto tiempo me he quedado ahí sentada respirando aire puro y canalizando paz mental y física, siento que me voy quedando dormida pero no me importa hasta que pienso en mi familia y lo monótono vuelve con más fuerza. Se hizo más presente que nunca. Destrozando cualquier rastro de un momento hermoso y único.

Pozo Sin FondoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora