[9]

28 2 0
                                    

Mi furia sigue intacta.

Ahora mismo soy capaz de comerme a un león si se me atraviesa.

Soy más peligrosa que el mismísimo Satanás.

En este momento realmente soy incapaz de hacer la vista gorda con nadie, soy incapaz de dejar pasar cualquier cosa, soy incapaz de quedarme callada. En este estado puedo llegar a destruir verbalmente a cualquier persona que me busque los fregados.
« ¿Por qué no se lo dijiste a mamá?...» ¡Será idiota! Estas situaciones le hacen mal. No debe vivir estás situaciones, no debería estar en medio de todos estos mendigos fregados.

¿Que qué es lo peor de todo? Que no puedo emputarme con nadie y descargar toda esa rabia con nadie. Sólo yo tengo la culpa.

¿Quién no habló cuando debía? Yo. ¿Quién se puso como una loca psicópata? Yo. ¿Quién guardó todas las llaves de la mansión de Mathèo Bangüar? Exacto. ¡Yo! ¿Quién armó todo este lío? Sí, otra vez yo. ¿Quién puso en peligro a todo el mundo? Yo. ¡Es que todo yo!

Freno de mala manera y aparco como la malota que soy. Salgo del coche y le pongo seguro. Entro con paso firme, mirada penetrante y cabeza en alto. Si la semana pasada no le caía bien a nadie hoy me van a odiar. Y con motivos de sobra. Agradezco haberme retocado el maquillaje y haberme tomado un calmante - que no ha servido de mucho - pero en fin.
Llego a mi taquilla, la abro y saco un libro de lectura para literatura, tres libretas y mi paquete de cigarrillos.

Sí,el estrés me produce ansiedad y la ansiedad me produce brotes psicóticos.

¿Quién dijo buena niña?

Meto todo en la mochila y lo acomodo todo.
Camino hasta mi aula de la misma manera en la que entré al instituto. Mi cola está algo descuidada pero no me importa.

Mi aspecto no me importa.

Entro y como de costumbre, soy la primera. Me siento en el lugar que proclame mío y nadie estuvo de acuerdo pero lo mio es mio, me siento en la mesa a esperar a mis "compañeros".
- Buenos días Karine - saluda un chico algo peculiar. Moreno de metro ochenta quizás, tez bronceada y ojos azules. Bastante guapo a decir verdad.
- ¿Qué haces? - le susurra la chica de al lado mirando por encima de su hombre a todas direcciones.
- Darwin, si él te pilla hablando con ella... - susurra otra chica, rubia, que pasa por nuestro lado.
- ¿Él? - pregunto algo obvia. Sonrío de lado y miro a la chica fijamente que sorprendentemente se intimida y agacha la cabeza.
Alguien se aclara la garganta y todos nos giramos a ver a un Teztkat más atemorizante que de costumbre. Éste como - y lo digo enserio - si fuera la divina papaya se acerca tanto a Darwin que poco le queda para comérselo de un bocado. Nos mira a las tres y la chica rubia se va corriendo - literal - a esconderse detrás de un chico que supongo que es su novio, la otra chica castaña - vaya somos muy pocas castañas en esta clase - se medio esconde detrás de Darwin y yo sigo en mi mesa mirándolo a los ojos.

Sí, restándole. Retándonos.

- Darwin - susurra - hablaremos luego - dice respirando con dificultad.

Todos miran atentos la tonta escena de machitos prepotentes, cómo esa vez en la boda de mi hermana que ahora que lo observo todo bien, muchos estaban allí. Prácticamente todos.

¿Extraño o casualidad?

De vez en cuando se podían admirar las miradas de pena hacia Darwin. Cosa que no entiendo. ¿Por qué pena? ¿Por que ha sido el único en contradecir a Teztkat? ¿Por haber sido el único en dirigirme la palabra? ¿Osea es por mí? Flipante.
Nadie dice nada. Todo es silencio.
- ¿Alguien podría explicarme por qué la clase no está acomodada y con sus útiles sobre la mesa? - Pregunta la mujer que nos da historia.
- Estamos resolviendo un problema – contesta un pelirrojo. Así con su tonto de superioridad y todo. La señora camina hasta su mesa. Se cruza de brazos realmente enojada y supongo que impresionada.
- Tiene que ver conmigo y con Teztkat. - digo alto y claro. Desafiante, intrigada por ver la reacción de esta clase tan peculiar.
La señora me mira abriendo mucho los ojos y el resto de la clase me mira impresionada y furiosa. Hasta que se escucha - rompiendo tal silencio - un gran ruido. Luego todo pasa a cámara lenta.
Teztkat, que - no sé en qué momento se había sentado - se ha levantado tan fuerte que ha tirado su pupitre con mesa y todo - donde segundos atrás estaba su trasero calentando lugar - al suelo, con dos zancadas suyas se coloca justo enfrente de mis narices. Agarrando mi muñeca con fuerza y taladrando mi mirada sin perdón alguno, tira de mí.
- Suéltame - hablo con notoria dificultad y él me responde aumentando su fuerza - ¡Me estás haciendo daño! - exclamo con fuerza pero no hace caso - ¡Suéltame animal! - grito forcejeando con él para liberar mi mortificado y adolorido brazo que de verdad esas dos palabras se quedan pequeñas con lo que siento en este momento tan violento.
Todo el mundo - y cuando digo todo el mundo, es toda la maldita clase incluyendo a la profesora - Me miran como si estuviera cavando mi propia tumba con mis propias manos.
Vaya, si es que haga lo que haga siempre terminamos en las mismas.

- Vamos a hablar quieras o no - me advierte completamente fuera de sus cabales.
Lo miro matándolo con la mirada así como él me mira a mí.
- Está bien. Yo también voy a hablar contigo psicópata de mierda pero que te quede algo bien clarito - lo miro con la rabia desbordando por mis ojos.
- ¿El qué Evans? - alza la ceja esperando mi respuesta - irónico ¿no crees? – sonríe de una manera que me enfurece muchísimo más si cabe. Es como si le causara gracia esta situación, como cuando sabes que hagas lo que hagas siempre tienes la razón muy al estilo de papi y mami. Me mira con burla, burlándose de mí.
- A mí no me tocas nunca más en tu puta vida Bangüar. – escupo mis palabras con odio y señalando su cara con mi dedo índice y apretando mis dientes.
Sonríe - camina – gruñe tirando de mí sin importarle lo más mínimo que me está tratando como la mismísima basura. Salimos fuera del campo de visión de la clase y del aula, llevándonos las miradas de todos los presentes. No puedo sentirme más humillada y despreciada. ¿Y cómo no? Me suelta, empujándome, siempre con su brutalidad, haciendo que me tambalee.
- ¿Y bien? - lo miro de brazos cruzados, con mi ceño fruncido y un dolor garrafal no solo en mi muñeca sino que en todo mi brazo.
- No quiero que estés aquí - me mira a los ojos – quiero que te vayas.
- ¿A no? - pregunto con una nota divertida y juguetona en mi voz. Sus ojos se oscurecen mucho más. Intenta controlarse se nota.

Hay mi rey, si quieres jugar a ser malos, te voy a dar una de mis mejores clases y encima particulares para que no te ardas.

- Pues qué pena. Me quedo y ni te molestes en querer hacerme sentir menos o marginarme. Nadie te ha puesto nunca los puntos sobre las íes ¿verdad? Pues entérate – lo "empujo" por el pecho con mi dedo índice. No sé por qué uso ese dedo para todo - a mí no me intimidas. Contra mí no puedes Teztkat Bangüar y si lo intentas vas a perder - zanjo la conversación. Me vuelve a mirar de arriba abajo y abre la boca - ni te atrevas Bangüar. Tú no eres tan maravilloso como para creerte superior a mí. - lo miro. Sí, yo lo estoy mirando de arriba a abajo. Me giro sobre mis talones, le doy la espalda y me acomodo mi cola de caballo. Tomo una bocanada de aire y entro de nuevo al aula seguida de él.
Está tenso y se le nota. Yo estoy igual. Nadie dice nada y la profesora sigue en ese estado de shock. La hora está por acabar y no hemos hecho nada.
- ¿Entonces? - hablo. Todos me miran, parpadean varias veces para volver a la realidad. - ¿Va a seguir en el limbo o va a volver con nosotros a la realidad? - miro a la profesora. Ella me mira y va a la pizarra. Da la vuelta y yo sigo de pie al igual que Teztkat. Nos mira, nos mira a todos y abre la boca pero la cierra dos segundos más tarde.
- Quedan... - habla la castaña - cin-cinco minutos - tiembla al ser el blanco de nuestras miradas y a nuestras digo la suya y la mía y a suya me refiero a él - profesora.
Sonrío. El pelirrojo no aparta la mirada de la castaña, desaprobando por completo su comentario. Así que sí vuelvo a llamar la atención de todos. La de Teztkat por raro que sea la siento desde que empezamos las clases y cuando digo "empezamos clases" me refiero al primer día que me vio en su escuela. Reconozco su mirada. Esa mirada oscura que me atrae y me quema de una manera ilógica y surrealista.
- ¿No hay deberes? - pregunto. No hay respuesta - ¿Una riña? - vuelvo a preguntar pero esta vez mirando a la clase. Nada - ¡¿Nada?! - y nada de nada. - ¡Genial! - sin más que decir recojo mis cosas y soy la primera en salir. Los demás salen después.
Las otras tres clases fueron igual. No hubieron peleas. No hubo un espectáculo que dejara un silencio sepulcral. No hubo nada interesante. Ni siquiera la mirada matadora de cualquier persona de la clase y menos su mirada.
Ahora en la cafetería solo me preocupo por mi familia. He liberado todo mi enojo con Teztkat y por ende ya no tengo un humor de perros y honestamente eso se lo agradezco ya que llegar a casa y seguir más que endemoniada no ayudaría en nada a nadie.

Mi madre se veía muy enojada - y osea la entiendo pero ella sí puede llegar a ser muy cruel. Karen, por otro lado, es demasiado buena aunque se las dé de diva total, es demasiado sensible. Mi madre quiso hablar con Karen y eso no tendrá un buen final, mi sentido de hermana protectora me lo grita a cada segundo que pasa. Mi madre estaba o puede seguir estando muy cabreada y no le bastará con Karen, claro que no. Ella quiere explicaciones y las tendrá de una manera u otra y yo sé que también querrá hablar conmigo.

El cáncer de mamá, nuestras peleas, el estrés, mis alucinaciones.... Eso no le va a ayudar en nada. Mi madre puede salir mal parada por estas situaciones. Karen seguro que está a cuadros. Mi hermana... Mi hermana no se perdonará tan fácilmente este incidente.
- ¡Oye! ¡Tú, niña! - giro mi cabeza
- ¿Si? - respondo entre sorprendida y sin comprender. O sea ¿Me habla a mí? Modo diva total activado.
- ¿No piensas ir a clases o qué? - ¿Clases? Mierda. ¡Clases! - salgo escopetada al gimnasio.
No hay ninguna chica...
Joder.
Salgo al campo y veo a la clase dividida en dos. Chicos y chicas. Todos corren. Cuatro equipos. Dos porterías. Dos canastas. Fútbol y baloncesto.
- ¡Evans! - grita el profesor - ¡Entra al campo! - sin rechistar entro al campo.

Pozo Sin FondoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora