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Karine

Tres días. Han pasado tres días. De los cuales no me acuerdo en que parte del primero llegué a este maldito lugar y del segundo tengo escasos recuerdos de cuando estaba consciente, e inconsciente o conciente mi cabeza no hace más que devolverme a esa horrible escena en la que no soy capaz de verme fuerte. Hubo un momento en el que me llegué a sentir tremendamente poderosa, con las fuerzas suficientes para poder hacerle trizas, para poder demostrar que mi causa tiene peso y su absurdo pasatiempo es realmente algo por lo que no vale la pena arriesgar algo tan valioso como la vida o en el peor de los casos morir por ello. Por un instante me sentí poderosa casi inmortal pero solo fue eso un instante.

Fracasé. Lo intenté y me vi realmente patética. Sentí que era realmente inferior a él, me sentí acorralada, atrapada y no era capaz de razonar. Él fue capaz de aislarme, acorralarme y casi matarme.

Era otra versión de su monstruosidad, una versión que me vuelve loca, esa versión era lo nunca visto, pude sentir su capacidad de llevarme al límite y me demostró lo que con tanto esfuerzo me negué a ver.

Demostró que yo puedo ser mucho peor que él.

Siempre había pensado que usar un arma era de idiotas inseguros y con falta de hombría pero ¡Carajo qué equivocada estaba! Yo quería hacerle mucho más que un simple rasguño, quería verlo retorcerse del dolor, quería que sufriera. Por un momento quise realmente verlo muerto.

Mi cabeza ya ha tenido tiempo suficiente para improvisar unas diez maneras de salir de aquí y todas tienen que ver con un arma, mucha sangre y alguien muerto. Sinceramente me doy miedo yo misma, creo que incluso mas que ese idiota psicópata. Con todo el miedo que tengo en el cuerpo, el recuerdo de sus ojos verdes ardidos de fuego y con mis impulsos de matar a alguien si no salgo de una vez de esta porquería voy a terminar suicidandome yo misma. No me ha dado siquiera tiempo de pensar en que llevo casi setenta y dos horas encerrada en la bodega más oscura y fría, llena de cualquier tipo de cosas para torturar a alguien, sin comer absolutamente nada y con un olor a mierda debido a mi propio sudor corporal y obviamente mis necesidades; no he pensado ni un segundo en mi familia, ni en mis amigos o en cualquier otra cosa que no sea en nuestra pelea y serios y crudos impulsos de matar a alguien.

He calculado que alrededor de las cuatro de la tarde, Teztkat viene a verme, me limpia las heridas y me cambia las vendas, tanto la brecha de mi cabeza como la puñalada de mi costado y desinfecta las heridas de mi muslo y del hombro que no se exactamente en qué momento me hizo esta última, pero Denrry decidió dejarla que cicatrice naturalmente sin embargo a mi pobre muslo lo trato con puntos.

No he visto a nadie desde entonces, no se si los chicos están bien o si están cometiendo locuras, a decir verdad podría coger cualquier cosa para atacar a Teztkat y salir de aquí por patas antes que en un ataúd; es la opción que más me gusta pero estoy en tan mal estado que no puedo ni levantarme. La única compañía que he tenido desde entonces es él y aunque suene completamente patético e irónico y con la palabra cínica por delante, lo agradezco, porque sí, tengo fuertes impulsos por matar a algunos cuantos y él es el que encabeza mi lista pero también me devuelve mi lado más humano y menos psicópata y de cierto modo ayuda a que no me vuelva completamente loca.

- ¿Cómo estás? - ¿ya está acá? No me he dado ni cuenta. Lo observo. No me siento cohibida ni nada, pero prefiero mantener ciertas distancias.

- ¿Por qué no me lo dices tú? Desde luego no soy yo la que se pasea por su casa a sus anchas - no puedo ser amable con él, es que desde luego no se como es que él lo consigue, porque a mi, por mi parte; no me sale. Teztkat me observa con su típica cara de cansancio y aburrimiento. Sí, agradezco su compañía pero tengo memoria y no se me olvida que mi estado actual es por culpa suya y Dios su cinismo me supera; por lo menos ver que él tiene un aspecto similar al mío me consuela. - ¿Te duele? - señalo su brazo escayolado y el contorno de su ojo izquierdo.

- ¿Te consolaría saber que sí? - sonríe con cierta gracia. Una sonrisa medio sincera pero cargada de pena. Lo miro mal.

- La verdad es que sí. - él tampoco se acerca mucho pero puedo apreciar cierto "rasguño" en su comisura izquierda. Niega con su cabeza y se acerca un poco más. Deja en el suelo una gran mochila de deporte. Me acerco a ella y la abro, hay ropa mia y una toalla. - ¿Eres consciente de que todavía no soy capaz de moverme por mi misma? ¿Cómo se supone que voy a ducharme y cambiarme de ropa? - su cara de culo vuelve a su estado original y se dirige a la puerta. La abre y entra mi hermana. Su primera expresión es una mueca de asco, luego cambia a una mueca de tristeza y finalmente una sonrisa de alivio. Miro a Teztkat y luego a mi hermana. Siento una alegría enorme y unas fuertes ganas de llorar pero me contengo o por lo menos hago mi mejor esfuerzo.

- Tenéis una hora así que moved el culo. - cierra la puerta y se mantiene de espaldas a nosotras.

Mi hermana me dedica una sonrisa y me empieza a ayudar a desvestirme. Le sonrío y me separo de ella para girarme a ver a Teztkat

- Oye genio - llamo su atención, él medio mueve su cabeza pero no se gira y me da "mi privacidad" - ¿para que se supone que traes una toalla si no hay un lugar en el que pueda ducharme? - se que se ha dado cuenta de su estúpida acción pero ¡es Teztkat Bangüar! no aceptará haberse equivocado.

- Solo necesitas asearte lo mínimo, todavía te quedan unos largos cuatro días aquí metida y unos cincuenta latigazos. La única diferencia es que ahora podrás comer.

Puedo ver como la esperanza de mi hermana es destruida y hecha añicos en el suelo, su alegría es reemplazada por una profunda tristeza y sus lágrimas se hacen presentes. Mi consuelo se esfuma y me invade un sentimiento de ira. Tal es mi nivel de odio que me levanto como puedo sin importarme lo más mínimo estar recién operada, que los puntos se abran y estar en sujetador a escasos metros de este ser tan desalmado y como puedo y a duras penas camino hacia él. Me clavo las uñas en mis antebrazos cada vez más fuerte con cada paso que doy y muerdo el interior de mi mejilla para evitar ser escuchada con cada maldición que suelto cuando mis piernas se rozan. Lo obligo a girarse cuando llego a un paso de él y le asesto un puñetazo en la nariz.

- Eres peor que una rata. 

Pozo Sin FondoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora