Capítulo 42

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Narra Lucía

Creo que llevo casi un día entero aquí encerrada. Solo he llorado en silencio, hoy iba a mudarme con Scott y empezar a vivir con él. Ayer llegaba Anna y Nick y habríamos pasado el resto de vacaciones juntos, luego habríamos ido a la universidad. Pero no, estoy encerrada, dos capullos me han encerrado y lo peor es que no sé quiénes son. De vez en cuando los escucho hablar y reírse. Un par de veces ha venido uno de ellos solamente a mirarme y a tocarme el pelo, yo creo que están mal de la cabeza o enfermos.

De repente suena la puerta abrirse y oigo a alguien llorando. Esa... Es Anna. Levanto la cabeza para intentar verla y alguien me agarra del brazo y me tira en otra habitación, tiran a mi amiga después cayendo encima mía. Y cierran la puerta con llave.

-Lucía- Anna me abraza y yo le correspondo. Me separo para mirarle a la cara es ella. Y esta llorando, pero yo también.

-Anna, ¿sabes quiénes son?- le pregunto.

-Son Aaron y el padre de Laura.- me dice con lágrimas en los ojos aún y la voz ronca por haber llorado.

-¿Aaron?¿Tu exnovio?- pregunta extrañada.

-Sí-asegura Anna.

-¿No estaba en la cárcel?- pregunto.

-Ha debido escaparse.- dice con miedo en los ojos. Sabiendo lo que fue capaz de hacer, a saber que hará ahora. Ya perdimos a Diego por su culpa.

-¿Quién es el padre de Laura? Espera, ¿quién es Laura?- pregunto.

-Laura es la mujer del primo de Nick. Su padre me dijo que tuviera cuidado que si le decía a alguien sobre la amenaza que el mismo me dijo, lo pagaríamos mis amigos y yo, todo esto cuando estábamos en Italia. Y ahora estamos aquí.- se lleva las manos a la cabeza y se tira de los pelos.

-Anna, no es tu culpa, ¿pero qué tiene que ver el padre de Laura?- le pregunto.

-Vosotras, par de zorras, matasteis a mi hijo. Y yo me vengaré.- dice la sombre del padre de Laura y resulta que también es el padre de Ryan.

Narra Anna

Espera, ¿el padre de Laura es el padre de Ryan?

-¿Tú eres el padre de R...?- no me deja acabar cuando se acerca a gran velocidad y su mano coge mi cuello.

-Zorra, ni se te ocurra decir una palabra sobre él, ni si quiera su nombre.- me suelta y caigo dándome un golpe en la cabeza. A Lucía le mete una patada en la mejilla y se va volviendo a cerrar la puerta.

-¿Lucía?- pregunto mirando a su cuerpo que está tirado en el suelo. Se escucha un quejido de su parte y luego se levanta intentando no quejarse pero no puede.- Lucía- la vuelvo a llamar.

-No aguanto más, yo no he hecho nada, no sé cuánto llevo encerrada, solo sé que no como nada desde hace días, tengo hambre, y que de vez en cuando el viejo verde viene a mirarme y a pegarme.- dice mientras lágrimas caen por su cara, yo me acerco y la abrazo. Sin poder evitarlo un par de lágrimas se escapan de mis ojos pero me levanto y voy hacia la puerta.

-¿Qué coño queréis de nosotras?- grito mientras pego a la puerta. Unos pasos de alguien que parece cabreado se oyen que vienen hacia aquí, pero me quedo de pie. La puerta se abre dejándome ver la cara de Aaron, y pensar que salí con este gilipollas.- Eres un capullo, ¿lo sabes?- le digo mirándole a la cara.

-Lo sé- sonríe con autosuficiencia.-Y vosotras unas putas, por eso mismo os voy a prostituir.- me agarra del pelo y tira de mi hacia dentro de la habitación dónde Lucía aún intenta calmar su llanto. Cierra la puerta de golpe y me tira hacia el suelo. Cuando se acerca, Lucía se tira encima suya y empieza a pegarle, yo me levanto y separo a Lucía de Aaron cuando veo que saca una pistola de sus pantalones y la pongo detrás de mí.- Ya no sois tan valientes, preparaos para lo que os tengo preparado la peor tortura, os dará asco estar en vuestro propio cuerpo y pedireis que os mate, y no lo haré por el simple placer de veros sufrir.- Lucía y yo nos miramos y volvemos a mirarlo.- En unas cuantas horas tendréis a vuestro primer cliente, y quiero que se vaya contento, ¿entendido?- nos grita con odio.

Narra ?

Llevo buscándolo dos días enteros sin dormir. Y cuando por fin lo encuentro, tiene que estar en el peor barrio, el más marginal de todo Madrid, pero por ella voy a hacer lo que haga falta. Entro en el bar y lo primero que me rodea es el humo del tabaco que está por todo el local. Además el olor a alcohol me da náuseas. La madera del suelo cruje a mis pies cuando voy hacia la barra del bar, me siento en uno de los taburetes de la esquina y pido una cerveza para intentar pasar desapercibido, cosa que no hago bien, al ver como se me acerca un hombre de unos cuarenta años y con mala leche pero intentando disimularla.

-Tú no eres de por aquí, ¿qué quieres?- me pregunta directamente sin dar rodeos. Lo miro a los ojos y no veo nada,

-¿Conoces a El Jefe?- pregunto yendo al grano al igual que ha hecho él.

-¿Quién eres y por qué quieres ir allí?- pregunta frunciendo las cejas y entrecerrando los ojos.

-Voy a responder: porque quiero y porque puedo.- digo lo más serio posible, aunque la realidad es que estoy acojonado, este tío es el doble que yo y huele a tabaco y alcohol que echa para atrás, pero por ella voy a hacer lo que sea.

-Tú sabrás donde te metes, en esta calle en un par de callejones llegas a una puerta de metal muy grande, ahí te pueden indicar.- yo asiento y me voy dejando antes dinero por una cerveza que no me he tomado.

Cada paso que doy más me mentalizo de que es por ella y que no puedo echarme atrás. Cuando llego a la puerta metálica negra me paro y luego pulso un timbre que hay a la derecha.

-¿Quién es?- pregunta la voz ronca de un hombre.

-Agustin Perida.- respondo con un nombre falso, era el nombre de uno de mis compañeros que era de Argentina.

-¿Qué quieres?- vuelve a preguntar el hombre.

-Ya sabes lo que quiero, quiero que una de vuestras chicas me complazca, y han llegado a mis oídos que tenéis unas nuevas, quiero probarlas.- digo y casi me dan náuseas al decirlo, me doy asco pero todo esto para sacarlasde ahí.

-Lo siento, pero aún hay que hacerles pruebas y prepararlas, le puedo reservar habitación para mañana pero será más dinero ya que son novatas y son dos.- me las venden como si fueran objetos, esta gente me repugna.

-De acuerdo, ¿a qué hora mañana?- le digo

- A las 9:30.- me dice.- Y serán unos seiscientos euros.-dice con autosuficiencia.

-Pues hasta mañana.- me despido y me voy con la cabeza hacia abajo, sabiendo que mañana tengo que sacarlas de ahí, pero voy a necesitar ayuda...

La Chica Del TrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora