Capítulo 2

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Seguimos al señor que acababa de convertir mi viaje en una pesadilla, sin quererlo claro, porque no es culpa del hombre que nos hayan cambiado el vagón.

Aunque no era lo que más quería tenía que aceptar que la habitación era increíble. Cuando entre por la puerta, ya que el chico sin nombre me había dejado entrar antes, de repente es caballeroso, justo en frente vi una ventanas daba a las vías, eso significa que nuestro vagón era el último. La habitación es simétrica, tiene dos camas a cada lado separadas por las mesitas de noche. Al pie de cada cama, un baúl y al lado de este en el lado izquierdo una puerta que daba a un vestidor, y en el lado derecho una puerta que daba al baño.

- Siento mucho las molestias, pónganse  cómodos, en una media hora partiremos  de la estación-Dijo el hombre y se fue, dejándome al el chico desconocido y a mí a solas.

- ¿Prefieres el lado derecho o izquierdo de la habitación?- Le pregunté al chico.

- La verdad es que me da igual. Elige tú.- me dice amable. No me había dado cuenta de lo grave y profunda que era su voz...

- Vale gracias.- le contesto intentando ser amable.

Me dirigí hacia el lado izquierdo cerca del vestidor.

- Solo hay un armario, ya que yo estoy en la parte izquierda del dormitorio, ¿Me quedo también con la parte izquierda del armario y del baño? -Le pregunté.

- Me parece buena idea.- me sonrió. Oh dios que sonrisa más bonita tiene... ¡No! No puedo pensar en esas cosas, solo es un chico con el que me he tropezado y con quién voy a tener que compartir habitación. Dejando mis pensamientos aparte, empecé a deshacer mi maleta.

Acabé de colocar mi ropa y luego el neceser. Estaba aburrida así que saqué un libro que siempre llevo en los viajes para entretenerme y empecé leermelo. El chico (acabo de caer que aún no se su se nombre)  había ido a dar una vuelta, y cuando iba por la página 52, entró a la habitación me vio leyendo y lo único que se le ocurrió decir fue:

-¿No te aburres aquí todo el rato?- pregunta con cara de prepotencia.

- Solo llevamos aquí veinte minutos, y he deshecho la maleta y... Espera, ¿y a tí que te importa?- digo un poco borde.

- Me alegro por ti ¿Qué estás leyendo? - Me quita el libro de las manos y me pierde la página.

- Eh, imbécil, ve a darte otra vuelta y déjame en paz quieres- me levanto de la cama para encararlo pero la diferencia de altura solo hace que me vea ridícula.

-Ui, la enana tiene genio, va haber que bajarle los humos.-Dice con una ceja levantada y una sonrisa en la cara.

Coloca mi libro en una estantería alta de su parte de la habitación para que no llegue ya que el medirá como 1'75 y encima tiene unos hombros y una espalda... ¡Deja de pensar en eso!

-¿Me devuelves mi libro?-le pido intentando aparentar tranquilidad.

- No, me hablaste mal y te lo haré pagar. Ven conmigo al vagón comedor y vas a hacer lo que yo te diga durante todo el día.- pero este quién se cree.

-Si no lo hago, ¿Me joderás todo el viaje, verdad?- pregunta con la esperanza de que diga que no.

-¿Lo dudabas, enana?- dice con una sonrisa arrogante en la cara.

- Pues entonces vamos, y no me llames enana, imbécil- eso último lo digo bajito para que no me escuche.

-Te he oído enana- y se acerca a la puerta y me la abre para que vaya delante de él.

Caminamos los dos uno al lado del otro en completo silencio, hacia el vagón comedor, cuando se me pasó una cosa por la cabeza.

- Oye, una cosa, ¿Como te llamas?- digo cortando el silencio sepulcral que había.

- Nick Collins, pero tu me puedes llamar amor o algo por el estilo- le pego en el brazo para que se calle y él solo ríe- ¿Y tú?- me pregunta ahora él a mí.

- Anna Jones, y creo que te llamaré Imbécil.- digo sintiendo

- Eres muy graciosa, enana.¿Cuantos años tienes?- cuánta curiosidad le ha entrado de repente.

- No me llames enana. 19, ¿Y tú?-

-Cuéntame algo de ti.- dice cambiando de tema.

-Eh, no has respondido a mi pregunta.- se queda callado sin responder a nada.

Entramos en el vagón comedor y nos sentamos en una mesa para dos, uno en frente del otro.

-21, ahora dime qué haces en un tren sola para viajar por todo el país, con tan solo 19 años.- pues es curioso el muchacho.

-Es mi sueño, viajar y conocer mundo y a personas, pero solo me encuentro con  gente como tú...- no intento ocultar mi cara de asco, y me aguanto la risa cuando veo su cara por mi comentario.

-¿Gente como yo? A ver, enana, explícate.- dice cerrando un poco los ojos y mirándome directamente a los míos, lo que me intimida un poco, así que aparto la vista.

- Primero ya sabes mi nombre así que llámame Anna y no me pongas motes de mierda y segun...- me interrumpe.

-¿Te molesta que te llame enana?-Frunzo el ceño.- Al final este viaje va a ser divertido y todo.- sonríe dejando a la vistas sus perfectos y blancos dientes.

- Eres un imbécil y...-

-Las señoritas no dicen palabrotas.- será idiota.

-¿Y los payasos no tiene que estar en el circo?- le respondo.

-Repito no te pases conmigo enana.- dice con una voz ronca por el enfado.

-Es que no respeto a las personas que son gilipollas y arrogantes.-

Después de unos minutos, llega el mesero, yo pido un sándwich y él al ver lo que pido, pide lo mismo.

- Tienes buen gusto para la ropa, aunque eres un poco... como decirlo... ah ya estrecha.- ¿Que tendrá que ver una cosa con la otra? Y además lo dice de repente y tan tranquilo, no lo entiendo, y me pone de los nervios

- A ver imbécil, a mi me respetas o te quedas sin descendencia- estuvo un rato riéndose de mi y decidí irme a la habitación.- paso de aguantar a un egocéntrico, me largo.

Cojo mi bandeja con comida y me voy a mi habitación, yo a este inútil no lo quiero ver ni en pintura.

Horas después

Parece que Dios me ha escuchado porque no he visto al imbécil, como en tres horas, son las siete, así que decido que tengo que darme una ducha.

Noto como cada músculo de mi cuerpo se relaja con el agua caliente. Me encanta esta sensación. Después de media hora de ducha, con la toalla al rededor de mi cuerpo camino descalza hasta el vestidor, cuando de repente lo veo sentado en su cama, con MI libro. ¿Cuando a entrado a la habitación? No  lo he escuchado entrar. Levanta la cabeza y cuando me ve, me da un repaso con la mirada con los ojos como platos. Agarro la toalla que me salva de ser una exhibicionista.

-¿Podrías disimular un poco aunque sea?- pido seria aunque por dentro estoy muerta de vergüenza.

- Es que yo pensaba que lo mejor que vería hoy sería la comida, ya que en estos viajes o van recién casados o van gente de más de 50. Y tú estás muy buena enana.

Me pongo más roja si eso es posible y camino rápido al vestidor, sujetando la toalla que es lo único que me salva de morir de la vergüenza.
Cuando estoy dentro, me pongo mi ropa interior de encaje negro, ¿Quien me mandaría a traer ropa provocativa ? Ah ya, "mis amigas" tenían la sospecha de que encontraría un chico guapo con el que perder la virginidad. Ya que ellas ya la perdieron y solo quedo yo.

- Repito, estás buenísima.- pego un pequeño salto al escuchar su voz.

Me giro y lo veo apoyado en el marco de la puerta mientras recorre con sus ojos todo mi cuerpo.
Se acerca lentamente me acorrala contra la pared, apoya las manos a los lados de mi cabeza para que no me escape, y me susurra con su aliento chocando contra mi boca. Yo estoy paralizada por el miedo.

- Dime que no tienes novio, por favor.- pide casi como si fuera una súplica.

La Chica Del TrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora