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¿Cómo una persona con tanto poder en la mirada, tenía un toque semejante al de una pluma? Me acariciaba así, casi sin sentirlo, sabiendo de su accionar sólo por los escalofríos que crecían en mi cuerpo, mientras me miraba con aquellos abismales ojos, relucientes, esclavizadores.

Sonreía, sabiéndome perdida en aquel maravilloso trance al que él solía transportarme. Hipnotizada completamente, dócil existencia que él conocía a la perfección. Eso quería ser, toda de él, de sus manos y sus labios. Obra de arte que pintaba con el simple trazo de sus dedos sobre mi piel.

El aire salía pesado de mi pecho, consecuencia de la tibieza de sus movimientos. Me sentía desvanecer, totalmente inmersa en la nebulosa de nuestros encuentros, en aquel universo paralelo.

La habitación, la paupérrima fachada al mundo, mundana estructura en donde nos refugiábamos antes de partir. El viaje parecía largo pero sólo bastaba él. Una mirada y allá estaba, lejos...feliz.

La ciudad afuera, llena del sonido de las cigarras, pendiente de cosas innecesarias. El calor del sofocante verano, los días que no acababan.

Quién era, parecía no saberlo, o mejor dicho sí. Era suya, valiosa creación, preciosa de verdad.

Sus besos recorrían desde mi sien hasta la punta de mis pies, bañándome en éxtasis. El sonido de sus labios impactando mi piel, melodía adictiva. Sensaciones desconocidas. El futuro a su lado.

Nuestros viajes no solían tener un destino prefijado. El mantenernos unidos, sosteniendo nuestras almas en dilatadas pupilas, borrar el dolor, inscribir el presente, prometer el futuro. Atesorar el verano pero ansiar el invierno.

Las onduladas líneas de su cabello se enredaban con las mías y el mar era ínfimo en comparación con aquel escenario. Movimientos rítmicos cuales olas, seductores.

Las esferas negras se clavaron en mi frente y a aquello le siguió un tierno beso. Los últimos destellos de vida se me escaparon y se transformaron en su pertenencia. Así yo lo quería.

Se quedó a mi lado, su brazo rodeando mi cintura, su nariz hundida en la curva de mi cuello. Los largos y fríos dedos parecían no querer renunciar y seguían trazando líneas sobre mis muslos.

Poco a poco, casi al mismo tiempo que la luz del sol afuera, parecíamos retornar a la realidad, con sus movimientos deteniéndose y su respiración volviéndose acompasada.

El manto de pestañas me separó del abismo y en unos segundos Morfeo le abría las puertas de su reino, invitándolo a vivir miles de aventuras hasta la siguiente mañana.

Yo, desde aquella bendecida posición le agradecía al cielo por permitirme viajar de aquella manera al lugar en donde él lo era todo.

Loving you [BangYongguk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora