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Presente

Era demasiado tarde para el raciocinio, no había tiempo para detenerse a pensar. Anastasia era consciente del error que estaba cometiendo, la joven estaba segura que su impulsividad algún día sería su perdición, solo esperaba fervientemente que ese día no fuera hoy.

—De todas las ideas estúpidas que en mi vida he puesto en marcha. Esta no será la última —se dijo

¿Qué pasaría si no lograba llegar antes que los cazadores? Se embarcó rápidamente en un sendero nada despejado, oculto por un gran matorral bordeado por rocas y espinas, para su sorpresa su vestido largo no se incrustaba en ellos. Dio gracias a que se le ocurrió traer una capa consigo, que le impedía que los adornos del mismo fueran presos por las tupidas ramas.

La vida se destilaba en el arbóreo bosque, a pesar de las bajas temperaturas que aún residían del invierno, quien se alejaba a paso lento. Existían algunas hojas que permanecían en un brillante verde, en contraste con al blanco que se extiende a lo largo de la reserva, cada especie animal dentro estaba haciendo alusión a su presencia, en cada paso de Anastasia, acompañándola desde el más pequeño insecto al más grande depredador.

Las chicharras chillaban, los pájaros silbaban, se apreciaba claramente el sonido de los mismos alzando sus alas al vuelo, de regreso a casa después de haber emigrado a temperaturas más cálidas.

Contuvo la respiración cuando vislumbró el claro. Absteniéndose de dar paso libre a la aglomeración de emociones que le siguieron al hallar por fin el prado. Su postura erguida dando a entender a sí misma que no existía diferencia alguna el estar aquí o en cualquier otro lugar. Unos cuadros de memorias se colaron sin advertencia en su cabeza, sin darle tiempo a contrarrestarlas.

—Mentiras, falsedades y estupideces—se dijo —. No vale la pena enfatizar en ninguna de ellas

Cuando su voz se hubo silenciado, descubrió que este no era el único sonido ausente. La vida que la rodeaba de pronto fue muerta. El viento bramaba en la pradera solitaria, un silencio espeluznante le siguió. No percibió el menor indicativo de Lykos o cualquier otro ser vivo.

— ¡Corre! —una mujer gritó. Anastasia busco en los alrededores, para descubrir que la voz nítida y clara ahora clamaba en los confines de su mente —. ¡Corre y no mires atrás!

Varias figuras negras salían desde las sombras de los árboles,

dirigiéndose hacia ella con una calma plausible, nada tranquilizadora para la joven lady. Eran al menos cinco, sus ojos dos gotas de sangre carmesí, cuando estos se cruzaron con los de ella, dieron a luz una mueca nada amigable; su grandes y largos hocicos revelaron una larga hilera de dientes afilados como navajas, prestas para cortar y mutilar.

— ¡Fiebre salvaje! —profirió esa melodiosa voz.

Anastasia lo reconoció como su señal para huir, aquellos lobos no eran tan dóciles como Lykos, con sus piernas temblorosas y sin apartar la vista de aquella bestia, dio un paso atrás, llevándose una pequeña rama consigo, el sonido igualó a una bala abandonando la cuna de un arma, Un gruñido espeluznante brotó de las místicas criaturas

—No moriré—sentenció—, no moriré aquí.

Un rugido semejante a un trueno retumbó a lo largo del claro. Un nuevo lobo hizo acto de presencia detrás suyo. Anastasia respiro aliviada.

—Tardaste un poco—dijo al lobo blanco, quien en respuesta lanzó un gruñido de molestia. Avanzando en grandes zancadas, se ubicó frente a ella protectoramente, en una clara posición de ataque contra los agresores, sus

Anastasia #ZelAwards2019 #pgp2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora