22

60 7 1
                                    

Presente



Gema era un pequeño hostal frecuentado principalmente por turistas provenientes de Francia, y algunos otros americanos. Ahora se encontraba rebosante por cada habitante de Obsidiana hombres y mujeres aterrados por los espantos que los acechaban en el día tanto como en la noche.

—Es culpa de los salvajes—gritaban algunos seguidos por un grito de aceptación por los otros—ellos y sus prácticas del diablo nos han maldito.

El terror gobernaba los corazones de todos, esas bestias se multiplicaban en gran manera. Poco a poco la peste los invadía.

En el centro de la muchedumbre se encontraba Daemon, su labio y su ceja partidos, un gran parche morado en su ojo, quien destilaba una borrasca de emociones en crecimiento, aun se escurría sangre por su nariz, parecía tener un brazo herido, y una o dos costillas astilladas. Sin embargo, se veía tan imponente como horas antes batallaba entre bestias con garras.

Ninguno de esos horribles animales fue el causante de tales heridas, no, fueron los caballeros en Obsidiana quienes lo habían convertido en una piltrafa.

— ¡Quemémoslo en la hoguera! —gritó alguien.

Anastasia quiso gritar de impotencia a la muchedumbre que se aglomeraba el terror conduce a malas decisiones. Si de algo estaba segura era de que ninguna buena decisión se tomaba en la sombra del miedo, tales providencias llevaban a circunstancias desastrosas

—Mi lord —se dirigió directamente al duque recurriendo al buen sentido del hombre. La máxima autoridad, cuya palabra era considerada ley por muchos —, no existe justicia en la venganza, dar semejante castigo a este hombre no nos hará mejores que ellos.

Lord Shepherd escuchó atentamente las palabras de la mujer, siendo consciente de que había algo más oculto dentro de ellas, tal vez los demás en el caos de la pelea no pudieron apreciar su furtiva salida de la reserva acompañada del Catanys; pero él sí.

—No es momento propicio para dar un juicio. Nos encontramos dolientes por las pérdidas y los heridos—proclamó con voz audible—retornad cada uno a vuestras casas, que los heridos sean atendidos de antemano y nuestros muertos sean preparados para darles una cristiana sepultura—Cada uno de los presentes asintió sus palabras—. El Catanys, pasará la noche en el calabozo, mañana con nuestros pensamientos más claros daremos un juicio justo.

Algunos de los presentes se mordieron la lengua para no contradecir lo que claramente era una orden, otros abrieron y cerraron sus bocas como un pez fuera del agua. Sin embargo, nadie en su sano juicio se levantaría contra los designios del duque. Uno a uno los habitantes de Obsidiana fueron abandonando el hostal no sin antes dirigir una profunda muestra de desagrado al Catanys.

El semblante de lord Shepherd no revelaba nada, se encontraba en una posición estoica, sin el más mínimo asomo de emoción, Anastasia jamás lo había visto tan serio, le preocupaba en gran manera lo que estuviera pasando por la mente del duque. Si bien era cierto que retrasó la sentencia eso no daba a entre ver que estuviera dispuesto a dejar a Daemon en libertad.

La postura de Daemon bien podría rivalizar con la del lord, estaba siendo condenado por todo un pueblo, temeroso de los acontecimientos precederos y él aparentaba estar sentado sobre el prado en un día cualquiera.

—Querida, ve tú también a casa —ordenó. Su tono no daba lugar a dudas ni objeciones o cualquier tipo de contradicción de parte de ella. Fue lo único que logro que Daemon reflejará algún tipo de emoción. Repulsión e ira brillaban en el mercurio de sus ojos

Anastasia analizó sus opciones, era inoportuno permanecer en el recinto después de la orden de lord Lucien, sería devastador para ella y dejaría al duque en ridículo. Además, si permanecía un minuto más ahí agitando las aguas, era cuestión de tiempo para que Daemon saltara sobre la garganta del duque, de ser así, perdería cualquier oportunidad de redención no es que ahora tuviera alguna

Asintió hacia el duque y antes de salir le dio una última mirada a Daemon que solo se podría traducir como compórtate.

—Mañana —escuchó decir a lord Shepherd—pagar tus crímenes con tu vida...

Clare Moore llevó una taza de té caliente a sus labios, mientras su mirada se perdía en dirección al infame lugar del que aquellas criaturas salidas del infierno habían escapado cuando sufrió un ataque, su cuerpo convulsionó, moviéndose entre espasmos antinaturales, una baba negra abandonó sus labios entreabiertos, sus pupilas se dilataron en gran manera mientras su vista apuntaba los testigos sin voz, el pequeño grupo de estrellas como única compañía.

Era uno de esos días en que su esposo trabajaba horas extra, y sus pequeños niños acababan de ser acostados; la parte que aún permanecía de su conciencia, se alegró de que ninguno de los tres hombres que amaba con el alma la contemplará en tal estado, fueron varios los minutos hasta que tal movimiento llegó a su fin, pero era demasiado tarde para la mujer de veintitantos años cuyo corazón ahora tieso estaba enmudecido como la oscuridad aledaña.

Lord Shepherd entró a su despacho pasada la hora de dormir, exhausto por el terrible día que tuvo que presenciar y el infierno que parecía apenas estar dando inicio, apresuradamente ordenó a sus sirvientes que aún se encontraban en vela a su espera dirigirse cada cual a sus aposentos.

La fiebre salvaje a retornado a Obsidiana y esta vez con una fuerza imparable. El pasado y el presente se entrelazaban entre sí.

Anastasia daba vueltas en su lecho sin poder conciliar el sueño. Sintió el momento exacto en el que el duque entró en la habitación de al lado, se vio tentada a cruzar la puerta que comunicaba a la suya. Sus pies se apresuraban a seguir esa línea de pensamiento e indagar la conclusión final a la que se habían llegado. Le inquietaba los eventos recurridos entre lord Shepherd y Daemon o, el resto de los hombres en general

El humor del hombre que aguarda tras esa puerta, era todo un misterio. Despegó su frente de la misma y retorno a su cama cubriéndose con las caídas mantas. Sería una noche muy larga.


Sin darse cuenta había caído dormida, Indira zarandeaba su cuerpo con insistencia para que se levantara, el día despertó nublado, como si el sol se negara a ver la atrocidad que se cometería ese día, o simplemente se trataba de otro día normal en Inglaterra.

Anastasia #ZelAwards2019 #pgp2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora