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Meses antes de la muerte de Lydia


Amelia estaba fascinada por el movimiento de la pluma del marqués, siguiendo en sincronía cada trazo de la misiva, que estaba por enviar sonrió cuando la misma fue sellada y entregada al lacayo.

—¿Cuál es tu excusa, Amelia? —preguntó el marqués con autoridad. la joven suspiro cuadrando sus hombros.

—No pretendía escuchar tras la puerta, padre—dijo—. Solo deseaba que me otorgaras otras telas, estoy confeccionando un vestido...

Él levantó una mano deteniendo las palabras de su hija menor.

—Sabes que no está bien escuchar las conversaciones ajenas con o sin intención—añadió cuando la joven intentó abrir sus labios.

Lord Bainbridge se irguió con imponencia de su asiento, Amelia retrocedió angustiada y temerosa. La decepción marcaba cada gesto de su padre.

—No puedes mencionar a nadie lo que has escuchado, ni siquiera a tus hermanas, podrían mal interpretarlo —dijo—. Ten plena seguridad que Anastasia tendrá plena facultad para negarse a tales disposiciones

La muchacha asintió consciente de la falencia en dicha afirmación. Tal acuerdo era un hecho con o sin el consentimiento de su hermana. Bajo hasta el jardín con dirección al rosal, que con empeño se estuvo dedicando lo transcurrió del verano.

Puesta sus manos a la obra humedeció sus labios secos, y apartó su cabello del rostro, sin embargo, la briza matinal lo retorno al mismo lugar. Hizo un sonido de fastidio.

—¡Se puede saber qué está haciendo! —Amelia quedó paralizada ante la autoridad de la voz, sus ojos se abrieron con sorpresa aclarando el lapislázuli en su ojos.

—Excelencia—se levantó acomodando el horrible armatoste que cubría su cabeza, acompañado de una penosa reverencia — No lo he escuchado llegar.

Lord Shepherd miro a la niña delante de él con gesto evaluativo. Lo que vio no le gustò ya que su ceño se frunció profundamente, recordando a lord Bainbridge por un instante.

—¿Por qué las criadas no arreglan el jardín, acaso lord Bainbridge no tiene jardineros en su nómina? —preguntó indignado—No veo porqué una bella y delicada lady como usted deba maltratarse en semejante tarea.

Las mejillas de Amelia se colorearon, observó sus manos que a pesar de los guantes se encontraban sucias y rojas. El ceño fruncido del duque y su clara irritación, la hizo reír, lucho contra ello, ya que no poseía la risa angelical de su hermana Anastasia o la carismática de Lydia. Ella reía no acorde a lo que se esperaba de una dama; resoplando e igualando el sonido de carruajes desgastados. El rostro del duque se relajó, algo extraño se removía en sus ojos.

—Solo he cortado unas cuantas rosas y plantado otras tantas, mi lord—respondió sonriente la joven—Además, es mi jardín personal

El orgullo teñía sus palabras, las esmeraldas del duque se trasladaron al mencionado jardín, reconociendo el embeleso en la belleza en él.

—Siendo así, reconozco que ha hecho un gran trabajo, mi lady —anunció para sorpresa de Amelia—. Debo preguntarme de dónde proviene esa naturaleza en usted y sus hermanas, para desviarse tanto del molde y las funciones que recaen en vuestro título.

No conocìa al duque, pero en tono en que hablò era similar un insulto en lugar de una halago. Una parte ella se desquebrajò apesar de estar acostumbrada a tales comentarios, no esperaba ser testigo de cómo un caballero se dirijrìa de tal maner a ella.

Anastasia #ZelAwards2019 #pgp2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora