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Meses antes del incidente de Lydia

Daemon aun recordaba como su cuerpo se paralizó, al ver aquella señorita de pie en medio del bosque, por más que intentó decirse que aquello no era nada. Fue inútil, esa dama danzaba en su mente, usurpando sus íntimos pensamientos, con un ritmo incapaz de ignorar.

Negándose a dejarla ir, tratando de perfeccionar aquel recuerdo. Sus mejillas sonrosadas, su sedoso cabello, sus ojos iguales a los de un lobo, que lo miraban con un claro desafío. A Daemon le atraían los desafíos eran como una llamada para él.

Eso la hacía peligrosa y ni hablar de eso labios rosas, que pedían a gritos ser besados y mordidos. Pensamientos de ese tipo lo encolerizaron, nunca había pensado en una mujer de su clase como algo hermoso, que debía ser valorado. La mayoría por no decir todas, le causaban repulsión.

Estiradas, insípidas, sin personalidad. Todas exactamente iguales.

Era la hija mayor de un marqués, y además la promedia de Christopher. Daemon odiaba a ese hombre desde lo más profundo de sus entrañas, y una parte de él se negaba a permitirle a dicho individuo, los derechos de llamar a aquella dulce joven suya. No cuando lo más profundo de su ser había gritado mía, mucho antes de verla completamente.

Se le alegraba y al mismo tiempo hastiaba, el hecho de que lo escuchara y permaneciera lejos del bosque, lejos de él. Daemon pensó que la chica daría más pelea, con el carácter luchador que pudo percibir era poseedora. Aparentemente se había equivocado.

<<Mejor se dijo, un problema menos del que preocuparme>>.

Debía parar toda esa sarta de sandeces, lo estaban agobiando, esa chica no le importaba en lo más mínimo. Era desechable como todas las de su clase. Una idea se formó en su mente tan macabra, que incluso se aborreció a sí mismo por pensarlo. Ella podría ser esa pieza faltante. Solo debía hacer que ella llegara a él.

Se sacudió a sí mismo pero una vez implantada esa idea sería difícil olvidarla. Con ese pensamiento Daemon se internó en el bosque. Su refugio.

Pronto sería mediodía, por lo tanto; lord Shepherd estaría en las puertas de la casa de campo de lord Bainbridge en breve, sería un almuerzo aburridísimo, igual que todos las anteriores. Su madre, lady Bainbridge a aludirá todas las cualidades de Anastasia como buena esposa, mientras el duque atendería a todas ellas. Amelia estaría fascinada ante la idea de que, su hermana desposara al duque, mientras Lydia enviaría, pequeñas sonrisas y miradas cómplices. Conocía demasiado a su hermana, como para no darse cuenta de que no se sentía a gusto ante escrutinio de dicho hombre y, menos aún como su madre parecía ponerla a la venta ante tal.

No era que la mirara de manera inapropiada, simplemente parecía ver más de lo que ella estaba dispuesta a mostrar, como si tratara de penetrar su alma misma.

Aquello ocurrió tal y como ella esperaba. Totalmente tedioso hasta conducirla al ahíto. Extrañaba la emoción de andar a escondidas por la reserva, oler aquellas rosas, quería una aventura, pero más que nada anhelaba toparse con aquel Catanys, quien sin importar cuan grosero y desagradable fuese, había logrado lo que ningún otro. Colarse en los pensamientos de Anastasia.

Así pues, sin detenerse a pensar un segundo más, corrió en busca de esa aventura. Tras aquel misterioso y tosco hombre.

Sin un plan bien elaborado, ahora era presa de los altos árboles. Demasiado tarde recordó a Lykos ¿Cómo pudo olvidarse de ese lobo? Se cuestionó. Pero ya era demasiado tarde para regresar, el deseo de aventura sobrepasaba el temor.

Anastasia #ZelAwards2019 #pgp2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora