CAPÍTULO 2

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Los personajes de INUYASHA no me pertenecen sino a RUMIKO TAKAHASHI
Esta obra pertenece a KIM LAWRENCE, ha sido adaptada y modificada por mí
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Los personajes utilizados pueden contener Ooc.
Los personajes son todos humanos, la trama se ubica en un universo alternativo.
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Capítulo 2

Kagome POV
Por una décima de segundo Kagome se sintió tentada a sincerarse con Sango, pero el impulso pasó rápidamente.
Sango no conocía ni la mitad de lo sucedido, y la verdad era tan sorprendente e inesperada que Kagome ni siquiera podía anticipar la reacción de su tolerante amiga.
Además, las costumbres de toda una vida eran difíciles de cambiar, y Kagome siempre recordaba las impacientes palabras de su abuela cada vez que ella mostraba sus sentimientos. «A nadie le gustan los quejicas», le solía decir cada vez que la niña hacía amago de llorar o protestar por algo. Así Kagome aprendió a no quejarse y sus lágrimas eran siempre a puerta cerrada.
No hay nada de qué hablar dijo Kagome poniéndose una mano en la curva del vientre.
Entonces descubrió con sorpresa que había perdido buena parte de las suaves y femeninas redondeces que siempre había detestado.
Las redondeces que a Sesshomaru le resultaban tan sexys y femeninas.
Kagome sabía por experiencia que algunas veces era inútil intentar luchar contra los recuerdos y que era preferible dejarlos aflorar. Apenas consciente de la voz de Sango, sintió que se le cerraban pesadamente los ojos al permitir que las agridulces sensaciones del pasado la recorrieran de la cabeza a los pies.
Recordó perfectamente el calor en los increíbles ojos masculinos al alzarle la barbilla hacia él y esbozar una lenta y sensual sonrisa a la vez que la atraía contra él y le murmuraba al oído:
«Una mujer debe tener formas suaves y redondeadas, no duras y angulosas».
Era humillante pero doce meses después del primer y apasionado beso todavía era incapaz de recordarlo sin sentir palpitaciones.
¿Y bien?
La impaciente voz de Sango la devolvió al presente. Se pasó la lengua por las gotas de sudor en el labio superior y sonrió a su amiga, a la vez que se frotaba las palmas húmedas en los vaqueros.
Perdona, yo...
«¿Soy ridícula y vivo en el pasado? ¿Soy incapaz de meterme en la cabeza que nunca me quiso? ¿Las dos cosas a la vez?»
No me estabas escuchando protestó Sango. No tienes muy buena...
Estoy bien le aseguró Kagome apartando las imágenes del hombre de la mente y esbozando una sonrisa que no sentía.
Lo que necesitas es una copa de vino decidió Sango. No te muevas la castaña fue descalza al enorme frigorífico de acero inoxidable de la cocina y un momento después volvió con una botella de Chardonnay y dos copas. Una noche agradable en casa, sí, no me importa le aseguró a su amiga entregándole una copa. ¿Qué pondrán hoy en la tele? preguntó.
Después de servir ambas copas, buscó el periódico y empezó a pasar las páginas apenas ojeando las fotografías. De repente se detuvo y bajó la página a la mesa
Vaya, aquí hay algo que no me importaría encontrar entre mis regalos de Navidad comentó con una lasciva sonrisa.
Creía que estabas enamorada de tu delicioso Miroku rió Kagome, estirándose por encima del hombro de su amiga para intentar ver a quién se refería.
Estoy enamorada, no ciega protestó Sango. Te aseguro que éste es un tipo que no usa una caja de zapatos para archivar las declaraciones de Hacienda. Mira qué boca y qué ojos...
¿No me digas que puedes adivinar el sistema de archivado que utiliza por el color de los ojos? bromeó Kagome.
No, eso lo sé porque aparece siempre en las páginas económicas de los periódicos. ¿Será tan guapo en la vida real? se preguntó mirando divertida a su amiga. Y no me digas que es la iluminación.
Kagome se quedó helada al ver la foto a media página de un hombre de ojos dorados y expresión seria. Sabía que ni la iluminación ni nada podían captar el magnetismo y la sensualidad del hombre en la vida real.
Consciente de que su amiga esperaba algún tipo de respuesta por su parte, Kagome se aclaró la garganta.
Tiene algo reconoció, leyendo el titular.
Taisho vuelve a dejar a sus rivales calculando sus pérdidas.
«Igual que a mí», pensó ella.
¿Cómo que tiene algo? exclamó Sango. Está buenísimo, para comérselo, te lo aseguro. Este hombre continuó su amiga apuntando la foto con el dedo, no sólo tiene pinta de ser deliciosamente malo en la cama...
«Nunca volveré a burlarme del instinto de Sango», decidió Kagome. Aunque el hombre además de ser deliciosamente «malo» en la cama también podía ser exquisitamente tierno y apasionadamente entregado. Kagome se llevó las manos al estómago para controlar la fuerte contracción de dolor que la hizo doblarse ligeramente por la cintura.
…sino que además es un mago de las finanzas. Se llama Sesshomaru Taisho. Es italiano o...
Español dijo Kagome en un hilo de la voz. Es español, aunque tiene ascendencia japonesa «Y yo lo he olvidado por completo», se aseguró para sus adentros tratando de aliviar la presión que sentía en el pecho apretando con fuerza las manos.
Sí, es verdad. ¿Desde cuándo lees las páginas de economía, querida? se burló Sango.
También sale en las secciones de prensa amarilla dijo ella, luchando por ocultar la amargura que sentía al recordar la imagen de la estrella de las pasarelas Kagura Onigumo sonriendo sensualmente al hombre que estaba a su lado.
Eso lo explica. Sabes, creo que pasaré mis próximas vacaciones en España. Nunca se sabe, a lo mejor me lo encuentro y me hace apasionadamente el amor.
Kagome cerró los ojos. Ante ella, apareció la imagen de Sesshomaru desnudo en su cama y, un poco más allá, la cortina de la ventana que fluía suavemente mecida por la brisa del atardecer.
¿Cinco días seguidos? murmuró.
Eh, que ésta es mi fantasía. Invéntate tú la tuya si quieres protestó su amiga, divertida.
Kagome se ruborizó, y Sango soltó una risita.
A ti tampoco te importaría, ¿eh?
«Ni te lo imaginas», pensó Kagome.
Cuando salió del hospital Kagome pensó que jamás sería capaz de volver a sentir nada, y ahora se dijo que quizá no habría sido tan terrible. Al menos sería mejor que sentir sólo dolor y vacío. Oh, ¿cuándo volverían las cosas a la normalidad? ¿Cuándo podría volver a ser la bibliotecaria con una vida tranquila en una ciudad costera cerca de Devon, en el suroeste de Inglaterra?
No pudo evitar pensar cómo habría sido su vida si aquella mañana no hubiera decidido bajar a la piscina a darse un baño. En aquel momento le pareció una buena forma de despejar la cabeza tras una noche de insomnio en la lujosa suite nupcial de un hotel español de cinco estrellas.
Habría sido comprensible si lo que la mantuvo despierta estuviera relacionado con su marido ausente, el marido que no respondió a sus llamadas desde el aeropuerto minutos antes de tomar sola el avión; el mismo que la mañana anterior le envió un mensaje de texto en el que le comunicaba que por motivos de trabajo no podía acompañarla, y que tampoco podría reunirse con ella más adelante.
Koga nunca sabría que después de recibir su mensaje Kagome, decidida a disfrutar de sus vacaciones, se había apuntado a una excursión a la maravillosa ciudad renacentista de Baeza, uno de los muchos lugares que la enamoraron perdidamente de Andalucía.
Allí, después de recorrer algunas de las estrechas callejuelas del casco histórico, tardó un poco en ubicar a una pareja de turistas ingleses de mediana edad que paseaban por la plaza principal de la ciudad andaluza. Por fin, detrás de los pantalones cortos y las camisas estampadas, logró reconocer a un compañero de trabajo de Koga y a su esposa con los que había coincidido en algunas celebraciones de la empresa.
—Matt… Susan llamó a la pareja.
Los tres intercambiaron unas palabras de cortesía y después el hombre preguntó con curiosidad:
¿No está Koga contigo?
—No, no ha podido venir.
No me extraña confesó el hombre. Tiene que estar hasta las orejas con su nueva aventura empresarial. Al principio cuando me dijeron que dejaba la empresa no me lo podía creer. Pensaba que era uno de los fijos de la empresa, igual que yo.
Milagrosamente la sonrisa de Kagome se mantuvo perfectamente paralizada.
Yo también, Matt.
Y eso que tenía el ascenso asegurado. Kagome asintió con la cabeza.
Me lo había mencionado, sí.
Por lo visto una de las pocas cosas que le había mencionado.
Pero me alegro por él. A veces hay que saber tomar riesgos miró al otro lado de la plaza. ¿No es aquél tu grupo?
Oh, sí, ya se van. Encantada de veros.
Totalmente ajeno a que sus palabras habían puesto de manifiesto la falsedad y las mentiras de su matrimonio, Matt se despidió diciendo:
Saluda a Koga de mi parte y dile que le deseo toda la suerte en el futuro.
«Cuando lo vuelva a ver la va a necesitar», pensó
Lo haré prometió en voz alta con una sonrisa.
Por supuesto que sabía que su matrimonio atravesaba por un mal momento, pero nunca había sospechado hasta entonces que fuera insalvable.
«Mi marido lleva una doble vida de la que yo no sé nada. ¿Qué demonios está tramando?»
A la primera oportunidad Kagome se apartó del grupo y buscó refugio en una de las maravillosas plazas de la ciudad. Se sentó en una terraza y pidió un café, aunque enseguida cambió de idea y pidió vino. El dueño del bar le trajo una botella de vino tinto y le sirvió una copa, mientras ella pensaba que debía hacer. Lo primero que necesitaba era un plan de acción.
Podía empezar a gastar sin control hasta superar los límites de las tarjetas de crédito, lo que sin duda era el mayor disgusto que podía darle a Koga. Este tenía una profunda y estrecha relación con su cartera, casi mística; de hecho, llamando a las cosas por su nombre, era el hombre más tacaño que había conocido.
Claro que también podía tomar el primer avión de vuelta a Inglaterra para pedirle explicaciones, aunque quizá no fuera tan buena idea porque, tras lo sucedido, ya no estaba tan segura de querer salvar su matrimonio.
No pudo evitar la sospecha de la existencia de otra mujer. Kagome sabía que no sería la primera.
Se planteó la posibilidad de acostarse con el primer hombre guapo que viera. Sería una buena venganza, aunque probablemente su audacia estaba alimentada por las dos copas de vino que ya había tomado. ¿Y qué? Al menos la ayudaba a sentirse atrevida y más segura de sí misma, no como una pobre víctima.
Cuando terminó la botella todavía no había tomado ninguna decisión. El amable dueño del bar se ofreció a pedirle a un taxi y ella aceptó.
«A cuenta de Koga», pensó.
Después de dormir toda la tarde, Kagome no esperaba dormir aquella noche, y no durmió, pero no por el motivo que había imaginado. No, todas las preocupaciones sobre el mentiroso de su marido y sus misteriosas aventuras empresariales se desvanecieron por completo cuando vio los rasgos claros y cincelados de un perfecto desconocido.
A la mañana siguiente, la soledad de la piscina y el ejercicio tuvieron el deseado efecto terapéutico, o eso creyó ella entonces. Después de nadar unos cuantos largos logró encontrar una explicación para lo sucedido en el restaurante del hotel la noche anterior. Fue víctima de un arranque de pasión repentina e incontrolable, algo que no le había sucedido nunca, y no merecía la pena darle más vueltas.
De hecho tampoco hizo nada. No fue un pecado de acción, sino de pensamiento. Y tenía la sospecha de que cualquier mujer habría reaccionado igual al ver a aquel hombre alto y lleno de energía con una mirada mística, bastante sensual y una voz grave y acariciadora.
Lo cierto era que apenas fue capaz de pronunciar dos palabras en su presencia. Y respecto al escalofrío que tuvo cuando sus miradas se encontraron y el extraño vínculo que sintió entre ambos, se dijo que eso lo ocurría entre dos desconocidos, sino que era un mero producto de su imaginación.
Dejando a un lado las fantasías sensuales, el breve encuentro había sido prácticamente inexistente.
Tendida de espaldas en el agua, no pudo evitar recordar el momento que lo vio, y cuando la imagen del hombre cristalizó ante ella Kagome aspiró profundamente.
Los pómulos eran perfectos, altos y cincelados; la nariz recta y orgullosa; la mandíbula fuerte; los ojos de un dorado ardiente, y la boca firme y sensual, una boca que seguramente había alimentado innumerables fantasías en muchas mujeres.
Sentada en la mesa la noche anterior, estaba escuchando a la pareja mayor que le había invitado a sentarse a cenar con ellos, cuando lo vio en el umbral de la puerta.
Una figura alta y casi pálida enfundada en un traje de lino en color gris y una camisa con el cuello desabrochado que dejaba ver un tentador trozo de piel suave y clara.
Ella no fue la única en volverse a mirarlo, pero sí la que continuó mirándolo más rato sin poder evitarlo. El desconocido era sencillamente espectacular, con su más de metro noventa de estatura, su elegante porte y sus rasgos de una belleza clásica pero fuerte y orgullosa.
Kagome permaneció un rato con los ojos en los labios sensuales hasta que por fin logró desviar los ojos, pero en el proceso sus miradas se encontraron y durante una décima de segundo el resto del salón comedor se desvaneció y ella sintió una ligera sacudida eléctrica por todo el cuerpo.
En ese momento se sintió abrumada por una sucesión de emociones que no reconocía ni entendía. Pálida y temblando clavó los ojos en el suelo de mármol mientras el corazón continuaba latiéndole desbocado y el instinto le decía que el hombre se acercaba con pasos firmes a su mesa. Cuando él llegó a su lado, ella tenía todos los nervios en tensión.
Ni siquiera ahora podía recordar el momento sin que se le acelerara el pulso. No podía respirar ni moverse. Y por supuesto, cuando él pasó junto a ella, ni la miró. Como si fuera invisible, el hombre apoyó la mano en el hombro del anciano sentado a su lado y lo saludó cordialmente, como si lo conociera de toda la vida. Kagome se sintió como una tonta.

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P.D: Agradecería su apoyo y si no fuera molestia algunos review.
Gracias de antemano por darse un tiempo en leer esta historia.

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