La semana comenzó y los dos primeros días se me hicieron eternos, trabajo en la oficina y más palabrerías por parte de mis padres sobre mi relación con Rui. Por fin llegó el miércoles y una alegría inmensa se presentaba en mi cara, tenía ganas de que dieran las 8 de la noche para estar en el estadio apoyando a mi chico.
— Andreia, necesito que viajes inmediatamente a Madrid.
Papá entró por mi oficina, dejando un boleto de avión junto a mi pasaporte. ¿Cómo rayos lo tenía él?
— No voy a ir a ningún lado. Te dije que tenía cosas de hacer.
— Me importa una mierda, tienes que volar ahora mismo a cerrar un contrato.
— No pretendan controlar mi vida, hagan lo que hagan, no me van a separar de Rui.
— Eso lo veremos, pero ahora, agarras tus cosas y te vas por ese contrato.
Quería morirme en ese mismo momento, tomé mis pertenencias y observando el reloj de mi celular, resoplé frustrada a punto de llorar, por más que hiciera algo, no iba a llegar. Conduje hasta el aeropuerto y hacer todo el proceso para ir a esa reunión. Luego de media hora de espera, estaba sentada mirando las nubes del cielo. Cerré un momento mis ojos, analizando todo lo que había pasado este día, de ser la persona más feliz, pasé a lo contrario y temía por decepcionar a mi chico.
Observé la dirección anotada en el papel que mi querido padre me entregó y vaya sorpresa.
Había gente por todos lados, cómo no, si hay champions aquí también. Mi destino era el Santiago Bernabeu y supe de inmediato que era el contrato con la estrella. Cristiano.
Presenté los pases que venían entre tantos papeles, accedí al lugar, esperando algo que nunca llegó, él no apareció, pasé todo el partido entre tanta gente que no conocía, esperé antes y después del partido y nada.
Entendí todo. Su plan funcionó y sentí mi corazón romper un poco más.
Moví cielo, mar y tierra, para llegar lo antes posible a Lisboa otra vez, tenía la esperanza de encontrarlo a los alrededores del estadio, y cuando llegué, el lugar estaba desierto.
Llamé cientos de veces y todas las veces, las rechazó. No me quedó opción más que ir a su departamento. Busqué la llave que me había dado, el lugar estaba oscuro y su silueta se hacía presente frente al gran ventanal de ese lugar, lo abracé por detrás y sus músculos se tensaron.
— ¿Qué haces aquí Andreia?
— Lo siento tanto, Rui, papá me obligó a volar a Madrid.
— Estoy cansado, ¿Sabes? De que tus padres te controlen y te digan que hacer con tu vida.
— No puedo hacer nada al respecto.
— Claro que puedes Andreia, pero no quieres.
— Rui...
— Puedes conseguir otro empleo, puedes venir a vivir aquí conmigo. ¿Es que no soy lo suficiente para ti?
Me sentía realmente mal, porque tenía razón. Era tan débil para defender lo que quería y no me atrevía a hacer algo.
— Eres todo para mi, no quiero perderte, te amo como no tienes idea. Tienes razón, debería enfrentar a todos.
— Siempre voy a estar a tu lado, cariño.
Terminamos por besarnos y romper la tensión acumulada, el calor y la ropa empezaban a incomodar y de inmediato solucionamos eso, él era el primer hombre con el que estaba y quería que fuera el único. Me hacía tocar el cielo y la sensación era increíble. No pedía más, era feliz.
Los rayos del sol me molestaban, quería seguir durmiendo pero tenía que hacer algo primero. Dejé un beso en la frente de Rui y con cuidado tomé mis cosas y salí de ese lugar, mi primera parada era mi casa.
Mis padres ya no estaban ahí, así que fue más fácil de lo que pensé. Empaqué todas mis cosas, lo más rápido que pude, y al cabo de una hora y media, ya nada quedaba en ese lugar, subí todas mis cosas al auto y tomé rumbo hacía cualquier hotel del centro de la ciudad. De antemano, sabía que si hacía esto, al primer lugar al que irían a buscarme, sería al departamento de Rui.
—¿Papá? — Pregunté con cierta duda cuando la llamada fue atendida.
— ¿Dónde rayos estás? Tienes trabajo que hacer.
— Renuncio.
Y colgué la llamada.
Por la tarde estaba acompañada, un ramo de rosas rojas fue lo primero que vi al abrir la puerta de mi habitación, luego estaba él, con una sonrisa que no supe ni cómo describir. Por primera vez en mucho tiempo, me sentía libre, amada y protegida. Era imposible que algo nos pudiera separar.
— ¿Que estuviste haciendo esta tarde?
— Tratando de buscar trabajo, no me ha ido bien, pero supongo que debo seguir buscando.
— Te irá de maravilla, cielo, apuesto que pronto encontrarás algo.
— Espero lo mismo, no me gusta estar sin nada que hacer, tal vez pueda hacer algo en línea también.
— Eres la mejor publicista, estoy completamente seguro que así será.
— Gracias por tu apoyo, te amo.
Por la noche, mi celular no dejaba de sonar, mis padres no dejaban de insistir y tuve que apagar el celular, estaba colocándome de mal humor y necesitaba dormir después de un largo día. Tenían que entender y respetar mi decisión, porque claramente, ya no era una niña que hace lo que todos quieren.
Mi felicidad esta por encima de los demás y nada ni nadie me iba a frenar. Me sentía como una persona nueva y libre, el destino estaba de mi lado.