— Cristiano, qué gusto verte.
Papá lo saluda cuando entra a la habitación de la clínica, el verlo feliz por algunos minutos, me hace sentir tranquila.
Hace una semana, papá había sufrido un pequeño infarto y sinceramente, no quería más sustos de los que ya llevamos.
Estaba asustada cuando se desplomó de su escritorio, tanto estrés lo afecta y todo sigue igual. Cristiano me mira por unos segundos, solo asiento a su rápido saludo y sigo en lo mío. Rui se mantenía al margen de todo esto, en parte lo agradecía pero no me hacía sentir cómoda.— ¿Han pensado en mi ayuda?
Su voz me vuelve a sacar de mis pensamientos, volteo esperando la respuesta de los dos adultos.
—Es mucho dinero, no queremos abusar de ti.
— Dinero que recupero fácilmente, háganlo por su empresa y el bienestar de su familia.
—¿Qué pasará si no podemos pagarte? ¿En qué términos se da esto? —Mamá pregunta, al ver que mi padre no sabe que decir y que no es bueno que se preocupe.
— Saben que los aprecio mucho, ese no es un problema, además, Andreia es una persona muy especial para mi y, si somos familia, eso puede quedar en el olvido.
Mis ojos se abren como platos. ¿De verdad estaba escuchando eso? Quería que me casara con él para ayudar a mi familia. Siento que todo me da vueltas y el aire me falta, siento esa presión en el pecho y mi cuerpo comienza a temblar, tiembla y trato de controlar, aunque todo es en vano.
El sonido de un celular me saca de esa burbuja que se ha formado a mi alrededor.
—¿Qué? —Mamá se ve asustada, veo claramente como el color se le baja y debe tomar asiento para no desmayarse, la presión de papá comienza a aumentar y no quiero saber lo que ha pasado.
Luego de varios minutos de intriga, se corta la llamada y los otros tres individuos se miran.
—Han embargado el edificio, nuestros coches y han bloqueado nuestras cuentas o lo poco que queda de ellas.
Golpe bajo.
—Cristiano, ayúdanos por favor.
Papá retira el oxigeno de su rostro para decir aquellas palabras. Este es mi fin.
— Lo haré si Andreia se casa conmigo.
— Lo hará, lo prometo.
Mi respiración se vuelve violenta, miro a mis padres quienes solo agachan la mirada y una pequeña lágrima resbala por mi mejilla.
¿Lo acababan de hacer?
Estaba vendida.