Portugal es eliminado por Uruguay, el momento de saber qué pasará con mi vida, ha llegado.
La fecha de partida está aquí, miro mi maleta, pensando en lo que es correcto, regresar a España o a Portugal. Cristiano termina por arreglarse mientras miro los mosaicos del suelo, mi ánimo no es el mejor y mi mirada está perdida, sintiendo como comienza a doler el mirar un punto fijo por varios segundos.
—Toma tus cosas, debemos irnos ya o perderemos el vuelo. —Se acerca a mi, dejando un suave beso en mis labios.
—Tengo que usar el sanitario, ¿Te puedo alcanzar en la planta baja? No me voy a tardar.
Un hueco enorme aparece en mi estómago, la falta de alimento hace que se sienta peor.
—Está bien cariño, pero no te tardes, vamos con el tiempo justo.
Y es cuando me quedo sola.
De inmediato, le quito la sim a mi celular, tirándolo por la ventana. Reviso todas mis cosas por última vez y asomando mi cabeza por el pasillo, salgo cuando ya no hay nadie. Corro lo más que puedo con mi maleta y mi bolsa, toco la puerta de Rui y ahí está él. Me mira sorprendido, pero su sonrisa se hace presente mientras beso sus labios. Toma su maleta, salimos por el lado contrario al que ha salido Cristiano y nos vamos por una segunda salida. Miro a todas partes, realmente me siento nerviosa y comienzo a cuestionarme si estoy haciendo lo correcto, sin embargo, la adrenalina del momento, hace que me concentre en correr y una vez dentro del taxi me siento segura.
No quiero imaginar lo que Cristiano debe estar imaginando en su mente.
Rui me mira y se que estoy haciendo lo correcto. Llegamos al aeropuerto, miles de personas se encuentran aquí y me siento bien sabiendo que será dificil que me encuentren aquí.
— Voy por nuestros boletos. No tardo.
—Yo voy por algo a la tienda, vi que venden algunas ensaladas y realmente tengo hambre. Nos vemos aquí, amor.
Besa mis labios mientras se va a recoger nuestros boletos y me siento impaciente por saber a donde vamos a ir. Después de que la adrenalina comenzara a descender de mi cuerpo, siento miedo y comienzo a ponerme paranoica, algunas personas me miran, pero siento algunas que me miran fijamente y eso me hace sentir extraña.
Me acerco al establecimiento para comprar algo de comer, me siento más delgada y se que eso me va a hacer demasiado daño. Cuando estoy a punto de entrar, un hombre de traje se acerca a mi, sintiendome como una niña pequeña, me quedo congelada.
— Señorita Andreia, acompáñeme por favor.
El tipo en menos de un minuto, me tiene sujeta por el brazo y me lleva a un lugar del que no tengo idea. Me pide que no grite, pero cuando ve mis intenciones, tapa mi boca de una forma discreta.
Miro desesperada a todos lados, la gente pasa de nosotros y solo quiero morir.
—La encontramos señor.
Llegamos a una sala sin gente, Cristiano se encontraba ahí y al escuchar la voz de aquél hombre, lleva sus manos a su cabello, luciendo completamente furioso.
—Déjala y vete.
El hombre asiente de inmediato, quedando él y yo.
Se acerca a paso lento, su expresión es seria, está furioso y cierro los ojos porque sé que en cualquier momento, su mano se va a estampar en mi cara.
Sin embargo, no lo hace y solo sujeta mi brazo con demasiada fuerza, tanta, que dejo de sentir el brazo por segundos.
—Se puede saber, ¿Qué mierda intentabas hacer Andreia?
—Me estás lastimando, Cristiano.
—¡Contesta!
Mueve mi brazo de forma efusiva, mis lágrimas comienzan a salir y en mi interior, comienzo a rogar por morir y no estar en esta jodida situación.
—No quiero estar a tu lado, no te amo, no te quiero, solo siento asco por ti, estoy harta, tú y tus millones se pueden ir a la mierda.
—Te guste o no, te vas a casar conmigo y vas a pagar lo mucho que ya invertí en tus padres.
Termina por soltarme después de mucho, sus dedos quedan impregnados en mi piel y me deja sola, el dolor que siento hace que no deje de llorar, siento que mi respiración se hace pesada y me cuesta trabajo estar de pie. Luego de segundos, me ayudan a calmarme y cuando menos lo espero, estoy arriba de un jet con destino a Madrid.
Mis ojos están hinchados, me estoy muriendo de hambre y Cristiano me mira con cara de pocos amigos, cansado de escuchar mi lloriqueo de horas. Solo puedo pensar en Rui y el dolor que debe estar sintiendo después de abandonarlo por segunda vez.
Odio a mis padres por hacerme esto, desearía que estuvieran muertos, pero a la vez, no puedo hacerlo. Finalmente, ellos no tuvieron la culpa de estar envueltos en un fraude.
Las consecuencias de terceras personas te condenan a vivir un infierno.