La vida no es de color rosa.
Afortunadamente, la relación con su ex contrato, se pudo arreglar incluyendo mucho dinero. Ahora tenía a otra niña que cuidar, ha sido desgastante todo este proceso, aún sigo preguntándome como alguien puede dejar a su hijo por millones de euros.
Tal vez porque tu siempre tuviste el dinero Andreia.
Era cierto, yo nunca tuve que preocuparme de nada, hasta hace un año cuando lo habíamos perdido todo.
Me estaba acostumbrando a mi nueva vida, a tener niños a mi cargo y ser para ellos una figura materna, a veces me sentía un poco incómoda pero he sabido como llevar la situación.
Ahora, nos encontrabamos en las gradas del estadio, Portugal iba a jugar y no voy a negar que estaba nerviosa por dos razónes, la primera, quería que los niños tuvieran una experiencia nueva conviviendo con la gente y así pasar desapercibida entre el palco y toda esa gente importante, cosa que me era molesta. La segunda, era porque después de casi un año, iba a ver a Rui.
El partido estaba por comenzar, no había nada emocionante que cantar el himno de mi hermoso país. Me dejé llevar por la atmósfera del lugar y sin duda, los niños también lo estaban disfrutando tanto como yo.
Tenía mucho cuidado y trataba de no despegar la vista de ellos, a pesar de estar a pie de campo, temía que algo les pasara.
—¿Quieres que te ayude?
La voz de una mujer a mi lado me hizo brincar un poco, llevaba el jersey de portero y su cara se me hacía conocida, pero no sabía de donde.
—No quisiera incomodar, de verdad.
—No es molestia, me gustan mucho los niños, no es por nada, pero estoy esperándo uno.
Sonreí ante sus palabras, se notaba muy feliz y un pequeño bulto sobresalía de su jersey.
—Gracias. —Agradecí de forma sincera, tomó entre sus manos a la pequeña Eva y la música dejó de sonar. —¿A quien apoyas? —La miro de forma rápida los chicos de la selección saludaban al público.
—Mira, ahí está el amor de mi vida. —Suelta una risa señalando.
Maldición.
Era la novia de Rui.
Él le manda un beso y agita su mano emocionado, mi cara es de espanto y atino a sentarme mientras me tira una mirada de asombro.
—¿Estás bien? —Me pregunta preocupada, llevo mi mano a mi frente y asiento restándole importancia.
—Si, es solo que me sentí un poco abrumada.
—¿Tú eres la esposa de Cristiano?
Asiento suave.
—Con razón, debes estar acostumbrada a los palcos exclusivos, sin ofender.
—No, no, no, nada de eso, odio esos lugares.
Su cara muestra vergüenza por lo antes dicho.
—No te preocupes, odio los palcos, nunca he visto un partido desde esos lugares, prefiero vernir con toda la gente, solo que estar tan al pendiente de los niños y la gente, me han puesto un poco mal, pero ya ha pasado.
Paso los últimos 90 minutos a lado de la futura madre del hijo de Rui, el pequeño Junior toma su gaseosa y los mellizos su jugo mientras que Alana duerme.
Quería regresar a casa y no volver a salir.
Afortunadamente, el partido termina y el triunfo se queda en Portugal, Cristiano me saluda y atino a devolver el saludo, me sorprendía lo bien que comenzabamos a llevarnos, supongo que era por el tema de soltar y seguir con tu vida.