Había pasado una semana desde que renuncié a todo. A veces echaba de menos mi casa y a mis padres, pero al recordar que no aceptaban a Rui, lograba sacar fuerzas. En el trabajo todo había empeorado, algunas empresas me contactaron y al mencionar mi nombre, pasaban de mi.
Estaba completamente segura que mi familia tenía algo que ver. Miré a mi alrededor, las paredes de ese hotel no me hacían sentir como en casa y no podía ir a casa de Rui. Comentó que mis padres fueron a buscarme a su casa, tenía bastante miedo de que pudieran hacerle algo.
Mi mirada se posó sobre el ventanal, me quedé quieta observando a la nada, pensar tanto me iba a volver loca, de eso estaba segura.
— A veces me dan ganas de salir de Portugal, ir a un lugar donde nadie me conozca, ¿No te emociona eso?
Suelto mirando el techo de mi habitación, Rui estaba a mi lado, tratando de cubrir mi cuerpo desnudo con la sábana.
— Sería una locura y por ti, estaría dispuesto a hacerlo.
Tenía presente sus palabras. Me entusiasmaba que dejara toda su carrera por mi, eso demostraba lo tanto que me amaba. Apagué la computadora, cansada de buscar trabajo, mi teléfono sonó y no dudé en atender.
— ¿Cómo vas con la búsqueda de trabajo, linda?
La voz de mi padre desde la otra línea, provocó que mis latidos aumentaran.
— Estoy segura que pronto encontraré algo.
— Linda, tu madre y yo queremos que vengas a cenar con nosotros esta noche. ¿Puedes?
Pienso mi respuesta por un momento, realmente los extrañaba, supongo que no estaría tan mal, después de todo.
— No hay problema. ¿Está bien a las 8?
— Claro linda, nos vemos en el Pestana.
Corto la llamada, dejando el teléfono de lado. Me tiro sobre la gran cama que adorna la mayor parte de ese cuarto. Cierro mis ojos momentáneamente, pensando en las últimas semanas de mi vida. Observo el reloj de mi muñeca, mascaban las 6 de la tarde y desganada, busqué algo para usar.
Opto por un vestido negro corto, amaba ese vestido, Rui me lo regaló en nuestro segundo mes, amaba como se acomodaba en mi cuerpo y hacía resaltar mis curvas. Me doy una rápida ducha, usualmente, me gusta tomar largas para relajarme y dejar todo lo malo. En esta ocasión no pude hacer mucho.
Comienzo a arreglarme para salir y llegar a tiempo. Unos tacones altos me hicieron crecer algunos centímetros y un labial carmesí adornó mis labios. Tomé una chamarra de piel, colocandola sobre mis hombros y una bolsa de mano para salir del hotel. Resoplo al momento que pongo en marcha el auto, las calles aún con luz natural, me hicieron apreciar mi bella ciudad, a la que por supuesto, echaré de menos. Trato de concentrar mi mente en el camino, guardando en mi memoria todo lo que viví en ese lugar. No tardo mucho en llegar al Pestana, observo el lugar y en cada rincón se encuentra el acronimo de Cristiano
Ruedo los ojos de sólo pensarlo, no tenía ningún problema con él, conocía a su familia y mi familia a la suya. Sabía de antemano que yo le gustaba, pero él a mi no.
Llego al restaurante, observando a mis padres sentados en una mesa alejada, me acerco lentamente a ellos, al verme, mamá no duda en colocarse de pie y abrazarme con todas sus fuerzas, al igual que papá que me ayuda a tomar asiento.
— Cariño, tu padre y yo te hemos echado mucho de menos.
— Y yo a ustedes, pero realmente, me he sentido bien sin escucharlos decir algo sobre Rui.