Capítulo 1: En el lago.

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    Era una fría noche de febrero y ella estaba caminando rápidamente en dirección al lago.

    Tenía mucho tiempo de haberse alejado de su casa, sin el consentimiento de nadie.

    Avanzaba con furia, y cansancio, ese mismo día se había enterado de que había fallado en una prueba importante de historia, todo por haberse distraído al salir con la vecina, Amatista.

    Ella era agradable, pero era demasiado irresponsable, y eso no era algo que Lapis quería adoptar.

    Tenía que ser una joven inteligente, responsable, educada, todo para mantener feliz a su madre y a su padre, ah, y al abuelo Robert, que ya muy decepcionado estaba de la vida por haber perdido a su esposa unos años atrás.

    Y ella, a los dieciséis años, también estaba algo decepcionada de la vida. Se decía a si misma que había entrado en una etapa en la que se cuestionaba todo y pensaba que vivir o no sería igual, de todos modos nada tenía propósito o sentido.

    Así que muchas cosas le daban igual.

    Se detuvo al subir la colina, bajó su pequeña mochila y sacó lo que tenía dentro, un paquete de goma de mascar, una lata de coca-cola, dos bolsas de papas, una cajetilla de cigarros y un encendedor.

    No, ella no fumaba, pero pensaba hacerlo esa noche.

    Bueno, andaba de curiosa.

    Sacó uno de los cigarros y lo observó con el ceño fruncido, suspiró y lo prendió con ayuda del encendedor. Lo acercó a su boca, e inhaló.

    —¡Qué asco! —lo arrojó y se levantó para pisarlo mientras tosía—. ¡¿Por qué a la gente le gusta hacer esto?! —seguía bailando con furia sobre aquel cigarro.

    «Eso me pasa por curiosa»

    «Eres una idiota»

    También terminó escupiendo, eso había dejado un amargo sabor en su boca.

    —No moriré por cáncer de pulmón, me llevará mucho tiempo —rodó los ojos y se sentó nuevamente.

    Tomó la lata de soda en su mochila y la sacó, la abrió y bebió rápidamente algo de su contenido. Agarró una de los bolsas de papas y comenzó a comer olvidando sus modales. Siempre que comía sola olvidaba que era una señorita, y parecía más un animal que una persona.

    —Estúpidos exámenes —ah, y solía hablar sola—. Y el maestro no da puntos extra, y ni siquiera los necesitaría de no haber salido y dejar las responsabilidades de lado, ugh —metió más papas a su boca.

    Lapis Lazuli no había sido tan inteligente cuando estaba en los primeros años de la escuela, cosa que desagradó a sus padres y terminó haciendo que se esforzara de más todo el tiempo.

    Ahora, ella era de las alumnas más brillantes de la clase, se la pasaba compitiendo con dos chicos, y ya que había reprobado aquel examen sus puntos bajarían y alguno de ellos obtendría el primer lugar en aprovechamiento, y ella perdería, pero Lapis ya nunca perdía.

    Sus padres parecían no permitirle perder ni en la más mínima cosa. Lapis hacía todo lo que ellos querían y deseaban, así la habían criado. Eran demasiado estrictos y perfeccionistas, aunque ella sabía que la querían, su relación no era la mejor.

    Y ya estaba cansada de eso, por esa razón esa noche había intentado fumar, para probar que ella podía hacer algo que quisiera y sin el consentimiento de ellos.

    Y se había arrepentido, pudo hacer otra cosa, como cortarse más o pintar su cabello, tal vez usar otro atuendo, algo parecido. No intentar fumar o beber, al menos ya sabía que lo primero le parecía bastante desagradable.

Temores | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora