Capítulo 4: Curiosidad.

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    La semana iba pasando, ese miércoles iba a terminar en unas cuantas horas. Lapis Lazuli iba caminando con Perla, apenas habían salido de la preparatoria. La pelinegra buscaba con la mirada a la rubia, pero no se veía por ninguna parte.

    —¿Cómo te has sentido estos días, Lapis?

    —Mejor, ya casi olvido que reprobé ese examen —rió.

    —Es sarcasmo, ¿cierto?

    —Eh... pues no lo he olvidado, pero ya se me está pasando —suspiró—. ¿Para qué me enojo? A menos que tú seas el Doc Brown no puedo regresar en el tiempo.

    Perla sonrió —Claro.

    Lapis asintió.

    —Oye, recuerda que mañana debes llevar la masa para modelar —para la última palabra hizo comillas.

    —Ah, sí —rió—. Para nuestra escultura.

    —Tal vez pueda imitar algo, no sé...

    —Perla haciendo trampa —se hizo la sorprendida—. Oh no, ¿qué sigue? ¿comer algo? ¿hacer desorden? ¿dejar de presumir cosas?

    —Cállate, Lapis —se avergonzó—. Más bien quise decir darme una idea, y yo sí como.

    —Pero muy poco, te llevaré a un buffet algún día, tal vez cuando cumplas años.

    —Sí, como tú digas. Bueno, hasta mañana.

    —Hasta mañana —le dio un beso en la mejilla.

    La pálida tomó otro camino y Lapis siguió en ese. Sacó su teléfono de su mochila y miró la hora.

    6:17 p.m.

    Iba bien, así que podría caminar sin prisa.



                        🔸🔸🔸



    Cuando terminó de cenar subió con prisa a su habitación, se había cambiado de ropa, usando algo más sencillo como un pants y otro suéter no tan sofocante.

    Había sacado algunos libros y libretas de su mochila, quería acomodar el horario del día siguiente de una vez, podría olvidarlo luego. Mientras hacía eso alguien tocó la puerta de su cuarto y entró, era su abuelo. Un hombre de estatura promedio, cabello canoso y todavía muy presente, ojos marrones.

    —¿Qué pasó? —preguntó la joven después de cerrar su mochila.

    —Alguien vino a buscarte —sonrió.

    —¿Alguien me busca? —frunció el ceño—. ¿Quién es?

    —Una muchacha rubia, dijo que se llama Peridot.

    —Ah... bien, gracias —sonrió y su abuelo se retiró.

    «¿Por qué habrá venido?» «Su chaqueta, tal vez es eso»

    Se puso de pie y buscó en el armario aquella prenda que le había prestado muchos días antes, lo había olvidado y tal vez Peridot también, si no iba por eso de todos modos se la regresaría.

    Sacó su cartera de la mochila y la metió en su pants, llevaba la chaqueta en uno de sus brazos; antes de eso había dejado su teléfono cargando, estaba casi muerto.

    Cuando fue a la primera planta vio a su papá aún cenando y a su madre leyendo unos papeles, su abuelo de nuevo estaba en el sofá leyendo un libro y su hermana menor por fin se dejaba ver, aunque estaba ocupada jugando en su teléfono.

Temores | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora