Capítulo 2: Ojos esmeralda; la chica agradable.

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    Estaba acostada sobre su cama, viendo el mueble de enfrente que tenía un par de libros y fotografías. Su vista estaba algo cansada, no había dormido lo suficiente. Sólo estaba ahí, pensando en por qué se había levantado tan temprano, el reloj marcaba las seis con cuarenta minutos.

    Recordaba haber llegado después de la una de la mañana, su mamá, papá y hermana ni cuenta se habían dado de su salida, y el abuelo menos, tenía el sueño muy pesado.

    La chica que había encontrado en el lago había platicado con ella de algunas cosas cotidianas, solo para romper el silencio que se había formado.

    Era agradable, Lapis lo admitía.

    Le agradaba su carácter, era graciosa y tierna, aunque en ciertos momentos era mucho para ella. Era algo empalagosa. Cuando se despidió dijo que vivía muy cerca, pensó que le sería agradable encontrarla después.

    Era sábado, y ella tenía que entrar a trabajar a las ocho, tenía algunas semanas estando en ese pequeño restaurante en el centro de la no tan grande ciudad.

    Lo siguiente era lo de siempre. Levantarse, irse a bañar, arreglarse, desayunar algo de cereal, lavarse lo dientes e irse.

    Lo repetía todos los fines de semana, y como se había despertado temprano, ahora podía caminar sin tanta prisa para tomar el autobús.

    Tomó su bolsa y se la colgó, salió de su casa y se aseguró de cerrar con llave antes de abrirse paso por el jardín lleno de rosas, demasiado cuidadas por su madre.

    "—¡Cuidado con mis flores!"

    "—¡Las flores, Lapis, las flores!"

    "—¡Por un demonio, mis hermosas flores, Lapis Lazuli!"

    —Las flores —murmuró la pelinegra mientras avanzaba cuidadosa hacia la banqueta.

    Comenzó su viaje de dos cuadras antes de llegar a la parada del autobús. A esa hora, las siete treinta de la mañana, algunas personas estaban en la calle.

    Como Linda, la educadora que salía a correr todas las mañanas con su perrito maltés Pepe, pero Lapis le decía "trapeador", funcionaba cuando le hablaba.

    Y la señora Carter, que desde las mañanas estaba en el porche de su casa esperando ver algo que pudiera ser un buen chisme, y ella le sacaba provecho a todo.

    Como cuando la joven de ojos azules iba de camino a su trabajo y tropezó en la banqueta frente a la casa de la señora de cabellos rizados; los padres de Lapis terminaron por obligarla a ir a una pláticas sobre el alcoholismo, con la idea de que la chica andaba ebria por las calles de la zona.

    Desde ese entonces se aseguraba de atar bien sus agujetas.

                       🔸🔸🔸

    Eran casi las ocho de la mañana cuando llegó al pequeño restaurante. Algunos de sus compañeros de turno estaban acomodando cosas en las mesas, las limpiaban, asuntos por el estilo.

    —Lapis, buenos días.

    —Oh, hola, Perla — sonrió levemente mientras se dirigía a guardar su bolsa.

    Las personas comenzaban a llegar y ella iba a atenderlas, ella no era la persona más amable o servicial, pero quería conservar su primer empleo.

    —Van a ser unos hotcakes y un capuccino —ordenó una mujer joven.

    —Claro, ¿algo más? —la mujer negó y ella guardó su libreta y bolígrafo.

Temores | LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora