Capítulo 3: Nuevos amigos

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Ese día, Asia se levantó gracias al despertador que anunciaba una fecha importante: el inicio de la universidad. Así que se apresuró a levantarse.

Ese día no harían clases si no una sesión introductoria, pero al parecer, aún y así debía llevar el uniforme puesto. Consistía en una sudadera amarilla que tenía en el cuello un extraño lazo, una chaqueta (amarilla también) de botones y hombreras parecida a una americana. Finalmente, y lo que ella aborrecía, era una falda de pliegues negra demasiado corta para su gusto.

Se vistió rápido mientras notaba un dolor en la barriga a causa de la emoción, pues ese día no sería solo el primer día en la academia, sino que también se reencontraría con una de sus amigas, la cual conoció la primera vez que se mudaron a Corea por dos años. Hye.

No la veía en persona desde que tenían doce años, y ya habían pasado siete años de eso. De vez en cuando hablaban por Skype. Hye había pasado de ser una niñita adorable a ser una chica guapísima. Probablemente debe ser la mujer más deseada del instituto, pensó Asia.

Asia se bajó del bus que la llevaba al centro para ir a la parada de metro que la llevaba directo a la academia. En el camino no pasó desapercibida una tienda que hacía esquina, la cual tenía un cartel antiguo con luces de neón rojas. Era una tienda de música. Sin parase alargó el cuello para ver mínimamente el escaparate, había instrumentos (un par de teclados y una guitarra). Llegó a ver pilas de discos, y su parte artística le pidió a gritos echar un vistazo a esas preciosidades... ¡Pero no podía! En el andén debía encontrarse con Hye. Su nerviosismo aumentaba por momentos, así que aumentó el paso dejando la tienda atrás.

¡Al fin se verían de nuevo! Hye fue su mejor amiga en Corea. A pesar del carácter reservado de los coreanos, su amiga se comportaba como una loca, y eso hacía que Asia se sintiera como en casa. Aunque de eso habían pasado años, y ahora Hye se debía de haber convertido en una mujer hecha y derecha y habría dejado su locura a parte.

Fue entonces cuando Asia la vió. Hye simulaba correr a cámara lenta hacia su amiga, imitando la escena de Madagascar, donde Marty y Álex se vuelven a encontrar en la playa. Siempre veían esa película en casa de Hye... y en coreano. Asia estaba loca por el león, y su amiga por la cebra. Asia sonrió ampliamente: afortunadamente, Hye no había cambiado un pelo. Para no defraudar a su amiga, Asia la imitó, y se fundieron en el medio con un gran abrazo.

— Señor Bond, celebro verle de nuevo— soltó Hye aún abrazada a su amiga. Siempre se le ocurrían referencias al cine y a canciones. Por suerte, Asia compartía su afición por la música—. Te he echado de menos Asia.

— Yo también— sonrió Asia, se separó de Hye y se quedó mirándola. Había cambiado mucho, y la webcam anticuada de su amiga no podía reflejar ese cambio. El metro se estacionó en el andén, y las puertas se abrieron.

— Bueno tú ¿dejas de babear con mi bonito rostro y empiezas a tirar para las clases?— preguntó Hye con sorna—. La misma vaga de siempre.

Asia rió, y siguió a su amiga hacia dentro. Todos los asientos estaban ocupados ya que era la hora donde los coreanos salían de su casa e iban al trabajo o al colegio. Asia y Hye se cogiéron de una barra superior y se juntaron lo máximo que pudieron para dejar entrar a las personas que esperaban pacientes.

Faltaban unas cuantas paradas, así que Asia se dedicó a observar el interior del metro y a todas las personas que la rodeaban hasta que posó su mirada en Hye, que la miraba inquisitiva mientras ladeaba la cabeza, apuntando a un lado concreto del metro. Asia siguió la trayectoria de la cabeza de su amiga disimulando lo máximo que pudo y no encontró más que un viejo hurgándose la nariz. Hye se palmeó la frente con su mano decepcionada y negó con la cabeza.

OtokéWhere stories live. Discover now