Capítulo 18: Confesiones

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La media sonrisa de Asia se desvaneció, volviéndose en una extraña mueca con el entrecejo fruncido al ver la expresión de su amiga.

— ¿Es... Estás bien?— preguntó, algo confusa. Hye cambió su expresión, dándole a entender sin palabras que algo había pasado. Conocía a su amiga desde hacía años, hasta el punto en el que se comunicaban incluso sin palabras.

Asia acabó de abrir la puerta del todo para dejarla pasar. Parecía mentira que, desde que llegó, Hye todavía no había pisado su casa. Con lo entrometida que era normalmente... aunque obviamente, en ese año estaban ocurriendo demasiadas cosas como para hacer cosas tan poco triviales.

La chica dirigió a la asiática hacia unas escaleras que daban a un piso superior. Aún y con todos los pensamientos de su cabeza, Hye se fijó en la casa y su decorado. Esta vez tenían un piso más amplio que el que tenían cuando ambas iban aún a la primaria.

— ¿Hay alguien?— preguntó Hye al oír voces cerca.

— Sí, están mis padres en el salón— explicó la chica—. Me dijeron que estarían liados toda la tarde con papeleos, pero podemos entrar un momento. Mi madre quería saludarte.

Hye asintió y se dirigieron hacia la puerta cerrada del salón. Al abrirla, la chica recordó de nuevo esas caras, el señor Daniel, y la señora Beca... aunque se dirigía a ellos con el nombre a secas, pues recordaba que no les gustaba que ella les llamara con sobretítulos... sin importar que ella se sintiera incómoda hablándole de tú a mayores como ellos.

Beca se giró al escuchar la puerta abrirse. Llevaba el pelo recogido en un moño bajo y en el puente de su nariz descansaban unas gafas para leer. Sonrió al ver a las dos chicas paradas en la puerta. Al fin traía a su amiga y no a chicos desconocidos.

— ¡Hye!— exclamó la mujer, levantándose del sofá y acercándose— ¿Cómo estás?

Ambas chicas, a su vez, se acercaron hacia el centro de la sala. Daniel se quitó las gafas de leer y le sonrió amablemente a la joven. Aún y así, Asia no dejó escapar el detalle de que su padre había dejado las gafas de malas maneras en la mesa, casi tirándolas al ser interrumpido.

Los tres hablaron brevemente. Beca le preguntó bastantes cosas a la chica, pues recordaba como era de pequeña, y no podía creer que hubiera cambiado y crecido tanto. Daniel también le hacía un pequeño interrogatorio, disimulando su interés por saber si Hye era responsable de la distinta forma de actuar de su hija.

— ¿Y cómo te va la danza? ¿Sigues bailando?

— No, ya no— dijo la chica, algo incómoda por la pregunta, recibiendo una cara de sorpresa por parte de la madre—. Lo dejé— mintió—. Quería... centrarme en mis estudios así que...

— Eso está bien— dijo el padre, frotándose las manos entre sí—. Uno siempre tiene que saber cuales son sus prioridades— siguió, mirando ligeramente a Beca.

— Bueno pero... ¿sigues haciéndolo no? ¿De vez en cuando?— preguntó la madre. Parecía preocupada.

— Sí, bueno... hace tiempo que no practico... — empezó la chica, callándose al recordar que ese mismo día había bailado con compañía.

— Bueno, creo que mejor nos vamos— interrumpió Asia al notar el cambio repentino en su amiga—. Estáis muy... atareados

— Sí, mejor— dijo el padre. Seguidamente, ambas salieron de allí y subieron las escaleras en silencio hasta llegar a la habitación de Asia, sentándose en la cama.

Hye observó la habitación. El gusto de Asia había cambiado, al igual que el de ella misma. Su habitación estaba bastante arreglada y parecía un poco más grande que la suya. Estaba decorada de forma bonita y pulida. Parecía un santuario de relajación.

OtokéWhere stories live. Discover now