Capítulo 3 parte 2: Elvis

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Asia se despidió de Hye tras bajar del metro y se dirigió a casa. Con la loca de su amiga cerca al menos no se sentiría sola. Además ya había conocido a gente.

Tae le agradaba mucho, era muy abierto con un carácter transparente e infantil. Se notaba el por qué estudiaba artes escénicas. Tenía unos ojos grandes y redondos aun siendo achinados, y unos mofletes enormes que hacían que su cara se pareciera más a la de un niño pequeño.

En cuanto a Jungkook... era raro. O a lo mejor no, pero era como solían ser... ¿los coreanos? Era educado pero no llegaba a más. Y a Asia le extrañaba que fuera tan amigo de Hye y Tae, ya que parecía incluso que le llegaran a molestar sus tonterías. En comparación con Tae era, de lejos, mucho más maduro. Aunque también algo frío y distante. Era más alto que éste, en realidad, el más alto de los cuatro. Su cuerpo era grande y al parecer musculado. Asia se jugaba los diez dedos a que ese chico practicaba algún deporte.

Tenía el pelo oscuro, cortado y peinado de forma diferente al de los demás estudiantes que allí se encontraban. Llevaba pendientes en ambas orejas, que le daban un toque rebelde. Y su rostro parecía haber sufrido una reciente y brutal paliza de parte de la pubertad (que Asia seguía esperando recibir). Pero aún y así, parecía reservar rasgos antiguos que mantenían esa expresión de la niñez lo cual a los ojos de ella, le hacía parecer un tierno conejito que se había hecho mayor.

Entre pensamientos, Asia llegó a casa. Su madre y su padre tenían reuniones de trabajo hasta tarde muy a menudo, así que estaba sola.

Subió a su habitación y se la encontró decorada, con cajas vacías en una esquina. Ya habían llegado sus cosas del traslado. Echó un vistazo a su nuevo cuarto. Con sus pertenencias se sentía aún más a gusto. Sus ojos iban repasando los objetos hasta que se centró en uno. Sin vacilar, se acercó rápidamente. Era la cosa más preciada que tenía, y necesitaba controlar con todas sus fuerzas que no hubiera sufrido ni un rasguño.

Puso la mano encima de la madera caoba, examinando los bordes y acabados que tenía. Abrió la tapa de madera dejándola reposar en su aguante, y analizó que todo estuviera en orden. Soltó un suspiro de alivio al ver la aguja bien sujeta y como nueva. Su preciado tocadiscos estaba a salvo.

- Bueno, al menos has sobrevivido a la mudanza... -dijo Asia-¡No! No no no no... no me jodas- exclamó agachándose y mirando una pequeña caja que había en el suelo. Sus discos y vinilos... estaba todo roto, hecho añicos.

La chica llevó sus manos a la cabeza... "No es posible", pensó. La colección de su vida al garete. Todos sus clásicos hechos papilla. Sacó algunos de los discos mirando la portada. Michael Jackson estaba completamente hecho trocitos, Elvis Presley tenía un gran tajo en la frente, los Beatles se habían quedado sin cabezas... y Queen... mejor no hablar del pobre Freddy.

Una lágrima inconsciente cayó por el rostro de Asia. Sabía que había sido un accidente, pero llevaba desde los siete años coleccionando discos como esos y algunos de ellos los había heredado de su abuelo. Tenían mucho valor sentimental para ella.

Al incorporarse, encontró una nota de su madre en la cama, la cual se disculpaba por el estado de su música, pero le aseguraba arreglarlo más tarde.

"No sé cómo piensas reemplazar todo esto, si tres discos de estos valen más que mi habitación entera" pensó la chica disgustada.

No tenía nada que hacer, así que se limitó a tumbarse en la cama mirando el techo. En ese preciso instante se lamentó, necesitaba música para vivir y para respirar, y le dolía no tener a su querido Elvis de fondo...

Se levantó de golpe con los ojos muy abiertos y fue hasta su monedero a revisar cuánto dinero le quedaba de la paga de su cumpleaños. "Si con suerte aquí no le dan importancia a los clásicos... a lo mejor me llega para uno" razonó. Se cambió rápido el uniforme de la escuela por unos tejanos y una camiseta de manga corta, cogió los billetes y salió. Era el momento de catar la tienda de música.

OtokéWhere stories live. Discover now