Capítulo 67.

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Charlotte

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Charlotte.

Me alegra comprobar que la agresión de Noah no dejó marcas visibles, por lo menos en mi rostro. Aún me duelen las contusiones en mi espalda y hombros, a lo que se suma el dolor en mi cuello por dormir en una mala posición. Pero lo que más me duele es mi corazón, porque anoche se rompió del todo nuestra ya maltrecha relación.

Me vuelvo a duchar con la esperanza de poder eliminar mis sentimientos confusos y dolorosos, y me envuelvo el cuerpo en una toalla antes de caminar dentro de la desordenada habitación y rebuscar debajo de la cama por mi maleta antes de recoger frenéticamente toda la ropa esparcida en el suelo cubierto de plumas.

No puedo quedarme más aquí. No me pasé toda la vida huyendo de alguien que abusaba de mí y de mi familia para terminar eligiendo a alguien exactamente igual a él.

Opto por sujetar mi cabello en una coleta y me maquillo levemente para disimular mi mejilla aún sonrojada antes de ponerme un pantalón blanco y una camiseta sin mangas con estampado blanco y azul. Me examino en el espejo en busca de alguna contusión a la vista y suspiro aliviada cuando descubro que ninguna de ellas es visible.

Si mi tía estaría aquí, no me dejaría salir de la casa si no me visto elegantemente, por más que esté yendo al aeropuerto. Con ese pensamiento en mente, sonrío y voy hacia la cocina a prepararme un desayuno rápido para poder abandonar la casa antes de que Noah despierte.

Pero cuando Noah entra en la cocina descubro que no tengo tanta suerte como pensaba.

Termino mi desayuno en silencio y lavo el tazón que acabo de usar antes de subir a mi dormitorio a buscar mis maletas.

—Lo siento tanto, Lottie. No tienes idea de lo arrepentido que estoy, nena.

Me detengo con mi pie en el segundo escalón, en medio de mi camino hacia la habitación, y sin voltearme susurro—: A veces pensaba que me amabas. Otras veces, creía que solamente te gustaba. Pero ahora pienso que no soy nadie para ti.

No espero una respuesta de su parte y continúo mi camino. Pero cuando ya estoy por la mitad del trayecto, puedo escuchar sus fuertes pisadas subiendo detrás de mí. No tengo tiempo de reaccionar y correr la poca distancia que me queda hasta el cuarto cuando su grito desesperado me detiene.

—Te equivocas. ¡Eres mi todo! ¡No soy nada sin ti!

Me volteo y lo veo de pie al principio de la escalera, sujetándose de la barandilla con una mano y con una emoción descarada pintada tan dolorosamente en su rostro.

—No me robaste el corazón, —continúa con su rostro mortalmente serio—. ¡Me hiciste sentir que lo tenía de vuelta!

Estaba preparando mentalmente una respuesta, pero su último grito me congela.

—Ya es un poco tarde para que me digas lo que yo te hacía sentir, ¿no lo crees? —Respiro hondo y con voz inestable le digo—: Llevamos en esta relación desde casi el principio de nuestro último año, hace más de cuatro meses, y siento que soy la única que se preocupa... —A medida que mi discurso continúa, mi voz va adquiriendo más estabilidad y yo me voy sintiendo más segura mientras desciendo el trayecto ya realizado de la escalera—. La única que se preocupa por nuestra relación, la única que la respeta, la única que piensa en ti antes que en mí y que asegura tu felicidad antes que la mía. Muchas veces estuve asustada de perderte y... ¡Tú ni siquiera eras completamente mío!

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