Capítulo 56.

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Charlotte

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Charlotte.

—¿Por qué no podemos contratar una empresa de mudanzas? —cuestiona Noah, mientras cargamos las que se sienten como las cajas mil y mil uno desde los coches hasta el interior de su casa.

—Porque ellos pueden no ser cuidados. Y no voy a correr el riesgo de que mi padre se entere que me mudé y contacte a cada empresa de mudanza del estado —farfullo, depositando la pesada caja del teclado junto a las demás delante del sillón en la sala de estar.

—¿No sería más rápido si lleváramos las cajas directamente a la habitación de Charlie en vez de dejarlas desperdigadas por toda la casa? —pregunta Scott esquivándome, cargando con tres cajas apiladas una sobre la otra—. Ya no hay más. Matt está cargando las últimas —me dice al verme caminar en dirección a la puerta.

—Sí, eh...—Noah se lleva una mano a la parte posterior de su cuello, claramente incomodo por lo que va a decir. Entonces ríe y me mira con una disculpa en sus ojos verdes—. Tenemos que limpiar la habitación.

Mis hermanos y yo intercambiamos miradas sorprendidas.

—¿Cómo dices? —pregunto vacilantemente, entrecerrando los ojos.

—Digamos que desde que mi padre y yo nos mudamos aquí, esa habitación se convirtió en un trastero —se encoje de hombros.

—¿No tienen un ático? —cuestiono, casi segura de que vi una puerta de acceso en el techo del pasillo del piso superior cuando me quedé a dormir aquella vez que resulté herida al interceptar a un ladrón.

—Lo tenemos. —Asiente—. Pero estamos acostumbrados a tener un ático y un sótano. Y como todavía no le hemos buscamos el lugar a cada cosa que teníamos almacenada, todo terminó en la única habitación disponible.

Miro a Scott a mi derecha y luego a Matt a mi izquierda, y cuando vuelvo mis ojos a mi novio los tres estallamos en carcajadas al mismo tiempo.

—¿Qué es tan gracioso? —inquiere Noah, con su boca fruncida.

—Oh, Dios. —Pongo una mano sobre mis ojos y me inclino hacia adelante colocando la mano libre sobre mi rodilla, riendo un poco mientras froto estupefacta el hueso de mi frente—. ¿Me ofreciste una habitación que tenías "disponible" —comienzo, enderezándome y haciendo comillas con los dedos en la última palabra—, pero que en realidad está abarrotada de cajas y Dios sabe qué más?

Parpadea lentamente y se revuelve en el lugar, cambiando el peso de un pie al otro. Y sin dejar de mirar a un lado y otro de la sala, explica—: Estaba esperando a que me ayudaras a ordenarla.

Estaba esperando a que me ayudaras a ordenarla.

Caigo sobre mis rodillas y comienzo a carcajearme, realmente a carcajearme, resoplando de vez en cuando y haciendo un sonido similar al de un cerdo, lo que provoca que mis hermanos comiencen a reírse también.

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