Capítulo 45.

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Charlotte

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Charlotte.

Obviamente, esa misma noche me veo obligada a asistir a la casa de Ali para así poder prepararnos juntas antes de dirigirnos a Bokeh. Aunque parece más una tapadera cuando su verdadera intensión es asegurarse de que asista a la discoteca.

Cuando llamo a la puerta, esta se abre casi de inmediato.

—¡Esto va a ser épico! —grita.

Me río—. ¿Por qué?

—Vamos a hacer a todos los muchachos babear excesivamente —responde Ali, tirando de mí hacia su apartamento.

—¿Dónde está Emma? —pregunto cerrando la puerta detrás de mí y caminando detrás de ella hacia las escaleras.

—Preparándose —contesta por sobre su hombro, trotando escaleras arriba—. ¿Trajiste el vestido?

Levantando el bolso, articulo—: Está justo aquí. Pero también traje una segunda opción.

El dormitorio de Ali es todo lo opuesto a la limpieza que casi roza el trastorno obsesivo compulsivo a la que mi familia acostumbra. Y esta es incluso otra pequeña cosa en la que ella y yo somos completamente diferentes. Yo cuelgo la ropa por color. Ella deja la suya en una cesta al pie de la cama durante semanas antes de arrojarlas con la ropa sucia para ser lavada nuevamente debido a las arrugas. Yo desempolvo mi habitación diariamente. No creo que ella jamás haya desempolvado su habitación, a menos que pudieras llamar limpieza a mantener impecable el teclado de su laptop. Si la pobre de Avery, la joven que su madre contrató para mantener el orden en la casa mientras ella se encuentra fuera trabajando, no limpiara su habitación, estoy segura que cada superficie en esta estaría cubierta por una capa de dos pulgadas de polvo.

—¿No dijiste que Emma estaba aquí? —pregunto cuando no la veo por ningún lado.

—Y así era. —Frunce el ceño y camina hacia el baño anexado.

—¡Aquí estoy! —escucho el grito amortiguado de Emma.

La busco frenéticamente y sigo sin encontrarla. Pero entonces me acerco a la montaña de ropa desparramada por el suelo delante de la puerta del guardarropa y veo salir una mano. ¿Qué demonios?

Arrodillándome junto a la pila, comienzo a tirar las prendas por encima de mi hombro en una misión de rescate.

—¿Emma? —Logro descubrir su enrojecido rostro—. ¿Qué demonios sucedió?

—Abrí la puerta... y todo cayó... sobre mí —dice con sus ojos como platos, sus lentes torcidos y respirando superficialmente.

—Ali, en serio tienes que considerar la idea de ordenar este cuarto. —La miro disgustada aunque algo divertida—. Un día de estos quedarás sepultada bajo una montaña de ropa y nadie podrá encontrarte.

—Sí, sí. —Con un gesto de su mano descarta rápidamente mi observación y se sienta sobre su cama—. Ahora, saca el vestido.

Camino hacia su cama y abro el bolso que arrojé allí descuidadamente.

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