Capítulo 1.

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Charlotte

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Charlotte.

Me trepo al asiento acolchado bajo la ventana de mi cuarto y miro hacia las estrellas en el cielo, esperando que las fuertes voces de papá y mamá se detengan. Los minutos pasan pero el silencio nunca llega, hasta que el agotamiento finalmente me alcanza y me lleva a un sueño profundo.

Cuando me despierto la casa está silenciosa. Me siento sobre mis rodillas y coloco las manos sobre el frío cristal de la ventana, viendo a mamá salir al patio y recostarse en el césped sobre su espalda, mirando al cielo.

Mirando al cielo no... contemplando las estrellas, eso es lo que me dijo una vez cuando le pregunté qué hacía. Aún no sé lo que contemplar es, pero así es como le llama cuando se queda mirando al cielo fijamente durante un largo rato.

Recuerdo que ella me confesó que las estrellas podían cantar. Me aseguró que algún día yo también podría escucharlas. Quiero escucharlas. Mucho.

Con una sonrisa en mi rostro, me apresuro hacia la escalera y a través de la pesada puerta de cristal que ella dejó abierta después de haber salido. Escuchando el zumbido de los grillos ocultos en el césped, salto con mis pies desnudos a través de las tablas que forman el camino hacia donde ella está recostada. Quiero ver sus cálidos ojos marrones, quiero que me alce en brazos y ría como hace cada vez que él no está presente.

—¿Mami?

Se levanta sobre sus codos y se gira para enfrentarme. Al verme en el pijama rosa y blanco que me obsequió por mi cumpleaños, sonríe.

—Ven aquí, cariño —susurra, descansando nuevamente sobre su espalda—. Recuéstate y mira hacia arriba.

Camino hacia ella y me acuesto a su lado, mirando hacia las estrellas brillando por sobre mi cabeza. Trato de contarlas, pero sigo trabándome en el número diez. Matt me está enseñando a contar, pero no puedo recordar qué número viene después de ese, así que tengo que empezar de nuevo. Mi hermano mayor y su mejor amigo Scott ya están en cuarto grado, pero yo no puedo entrar a la escuela hasta el próximo año así que tengo que esperar para poder contar tan bien como ellos lo hacen.

—Cariño, ¿me prometes algo?

Giro mi rostro para mirarla, pero ella aún continúa observando las estrellas.

—Sí, mami.

Voltea su cabeza y me mira, sus ojos lucen tristes. No me gusta ver esa emoción en sus ojos.

—¿Sabes a veces, cuando tu padre y yo estamos peleando? —pregunta con su voz suave—. Prométeme que cuando nos escuches te encerrarás en tu cuarto y no saldrás.

No sé por qué quiere que le prometa eso, pero asiento de todas maneras.

—Pero... ¿por qué?

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