Capítulo 32.

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Noah

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Noah.

Su declaración me golpea directamente en el plexo solar y me deja de piedra. Ahora me siento realmente mal al haberle pedido que venga al cementerio conmigo para visitar a mi madre, haciendo que sin haberme dado cuenta ella experimente el mismo sentimiento de pérdida y desolación que yo.

—Eras demasiado joven para haber experimentado la muerte. —Desenvuelvo sus brazos de mí alrededor y la tomo en los míos, trayéndola a mi regazo y abrazándola contra mi pecho—. Me mata el saber que pasaste por eso a una edad tan temprana.

Entonces lo recuerdo. Aquella vez cuando me quedé a dormir en su casa y Scott me contó sobre la vez que tuvieron que mudarse desde Inglaterra a Francia. Lottie tenía alrededor de siete años.

Incapaz de detenerme, rastrillo una mano por los rizos castaños que fluyen por su espalda. Tocarla en este momento es una necesidad.

—Gracias por hacer esto —susurro contra su cabeza—. Sé que estar aquí es dificil para ti también.

Sigo peinando su sedoso cabello y escuchando a los pájaros cantarse unos a otros mientras espero que sus hombros se sacudan evidenciando su llanto. Pero eso nunca sucede y las lágrimas ni siquiera corren por su rostro. Pero eso es más dañino.

El peor tipo de llanto no es el que todos pueden ver, donde las lágrimas corren fuiosas por tus mejillas y sujetas tu pelo en tus puños tirando e intentando que el dolor físico sea más fuerte que el que sientes dentro de ti. No. Lo peor sucede cuando el alma llora y sin importar lo que hagas, no hay manera de consolarla. Tu rostro y ojos permanecen secos mientras una sección de tu alma se marchita y se convierte en una cicatriz.

Lottie lanza un suspiro y este hace eco en el solitario cementerio mientras se aparta de mi abrazo y se pone en pie.

—Creo que volveré al hotel —murmura con voz apagada, mirando hacia atrás, hacia la entrada del cementerio, antes de volver a mirarme, el dolor nacarado se agita en sus brillantes ojos—. Tú puedes quedarte si es lo que deseas.

Sin responderle, me pongo en pie y tomo su mano, liderando el camino hacia la salida.

—Eres increíble, ¿sabes? —señalo, envolviendo a mi chica con mis brazos y pegando su pequeño cuerpo al mío—. No sé lo que hice para merecer tenerte en mi vida.

Abrazados, vemos como un taxi hace su camino hacia nosotros. Beso sus fríos labios y la hago sonreír mientras caminamos hacia el automóvil.

Una vez en el hotel, tomamos el ascensor hasta nuestra habitación. Podría acostumbrarme a todas estas cosas que disfruta la gente rica. Vuelo en primera clase, suite presidencial...

Lottie se dirige a la cocina y yo camino hacia la chimenea para encenderla, ya que las agradables temperaturas cálidas que veníamos disfrutando comienzan a desaparecer.

Los brazos de mi chica envolviéndose alrededor de mi cintura me sorprenden y me remueven del transe en el que ni me había dado cuenta que estaba.

Dispuesta A EncontrarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora