Capítulo 31.

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Noah

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Noah.

—¡Papá! —grito mientras bajo las escaleras—. ¿Qué harás este...? —Me detengo en el último escalón, mirando a mi padre o más bien a la gran maleta que intenta tristemente levantar mientras sostiene una caña de pescar en una mano y una valija con la otra.

—Oh, hola hijo. —Dando el caso de levantar su equipaje por perdido, camina a la sala de estar y deposita junto al sofá las cosas que cargaba.

—¿Qué se supone que estás haciendo? —Voy hacia la maleta que dejó en el medio de la sala y la recojo para dejarla con las otras cosas.

—Me iré con Stephen a un club de pesca. —Se fija la hora en su celular y lo vuelve a guardar en uno de los bolsillos de su pantalón—. ¿Quieres venir?

—En realidad... —murmuro, bajando la vista al suelo de madera y llevándome la mano al cuello para masajeándomelo. Me aclaro la garganta y muevo mis hombros para alejar la tensión antes de mirarlo a los ojos—. Iré con Lottie a ver a mamá.

Veo como su cuerpo se desinfla y su rostro pierde la alegría que tenía—. Oh.

Abro y cierro la boca por lo menos unas tres veces, intentando decir algo que lo haga sentir menos miserable. Pero el sonido de un claxon me salva.

Camino hacia la ventana y veo aparcada una camioneta Dodge negra delante de uno de los coches de Lottie.

—Parece ser que nuestro transporte llegó sincronizado. —Apunto hacia donde Stephen se encuentra descendiendo de su coche y caminando hacia el de mi novia.

Apartándome de la ventana, subo a mi habitación a buscar mi maleta; y cuando bajo nuevamente y salgo a encontrarme con los recién llegados, me encuentro a mi padre saludando a mi chica.

Es entonces que caigo en cuenta de que nunca la conoció oficialmente.

—Papá, ella es Lottie. Mi novia. —Me paro entre ellos dos y los señalo alternadamente mientras los presento—. Nena, él es Andrew. Mi padre.

—Charlotte. —Me corrige ella, extendiendo su mano y esperando a que mi padre la tome.

Pero ambos nos sorprendemos cuando, luego de darle una mirada evaluativa, se estira y la envuelve en sus brazos.

Mi chica me mira por sobre el hombro de mi padre con sus ojos muy abiertos por la sorpresa. Desde donde estoy, puedo notar el cuerpo de ella perfectamente rígido y me pregunto si mi papá asume que eso es resultado de la sorpresa. Aunque yo sé muy bien que no está acostumbrada a las muestras de cariño de personas que no forman parte de su familia y mucho menos a las de un hombre adulto.

Me entristece el recordar la clase de sujeto que es su padre. Su hija menor no está acostumbrada a las muestras de cariño, pero en cambio si sabe lo que es que una de las dos personas que más deben de amarla, trate de acabar con su vida.

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