Capítulo 13: Quebrando el cascarón

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Hola a todos, espero que estén muy bien, ya lo hice individualmente, pero muchas gracias por comentar, fue realmente poco, pero está bien, me gusta que haya participación por parte de los lectores, ¿podré confiar en qué habrá más? No lo creo, pero ya veremos.

Espero que este capítulo les guste mucho, recuerden darle retroalimentación a este fanfic y así este crecerá. Sin más, vamos con el capítulo.

El dolor era latente, su corazón estaba desgarrado, sola en el baño, pidiéndole a dios que si tenía un poco de piedad de ella, por su vida desgraciada, que le concediera este momento de silencio, que todos la dejaran en paz. El sol se filtraba por la ventana superior, dándole en parte del cabello, encerrada en ese pequeño espacio de cuatro piezas, abrazando a sus piernas en posición fetal, para consolarse a sí misma, liberando todo lo que tenía dentro de sí.

Tenía ganas de gritar fuerte, pero se lo aguantaba y su garganta sufría por el retenimiento, su nariz estaba empezando a derramar un líquido blanco cristalino que ella se limpió con el brazo, manchando su uniforme, no estaba consciente de su alrededor, por eso no usó el papel de baño.

Estaba tan sumida en su tristeza, dolor, rabia y hasta depresión que todo en ese baño estaba lleno de su negatividad, de su malestar y su llanto se podía escuchar fácilmente. Ella lloraba con los ojos cerrados, en ese estado, la oscuridad se estaba volviendo realmente absorbente, pero en medio de todo eso, Kurumi sabía que estaba en la escuela.

Romperse más y llegar al límite en este lugar no sería apropiado. Tenía que detenerse, tenía que controlarse, tenía que guardárselo hasta su casa para que, en la soledad de su cuarto, con las cortinas corridas, a oscuras, pudiera liberar todo de su ser. Así que al secarse las lágrimas, abrió los ojos y notó algo brillante frente suyo, que por sus lágrimas en sus ojos, lo veía distorsionado.

Se le fue el aliento por un momento y esa chispa dorada frente suyo, latente como si fuera un corazón, se acercó rápidamente hacia ella, entrando en su ojo amarillo, dejándola en un shock profundo, quedándose sin habla y sin aliento por completo, su visión empezó a ser borrosa y su cuerpo se soltó, hasta caer frente a la puerta del baño, totalmente dormida.

No pasó mucho tiempo para que alguien entrara y la viera ahí.

Un total desastre.

Oía voces cercanas, pero aun así, tan distantes y distorsionadas, pero logró entender que una de esas personas dijo su nombre. Un momento después, ambas personas callaron y aunque no se podía mover y le dolía la cabeza, sintió un leve apretón en su mano, esto le dio la fuerza para abrir los ojos, encontrándose con una luz blanca muy molesta, la de la enfermería.

—Hey, si seguías así, te iba a soltar una cubeta de agua fría, Kurumi —dijo un hombre mayor que estaba sudando un poco de la frente, estaba siendo sarcástico aunque le faltaba un poco el aliento.

—¿Oto-san? —preguntó confundida, a lo lejos, en su escritorio, vio a la enfermera de la escuela que suspiraba aliviada.

El hombre de cabello negro descuidado, diferente al de ella que era brillante y sedoso, puso su mano en su frente y le sonrió.

—¿Te duele? —Ella negó con la cabeza, todavía no entendía qué hacía ahí. Su padre la abrazó con fuerza y le dio un beso en su frente—. Maldita sea, ¿por qué eres tan mala conmigo?

—¿Eh? —dijo confundida, pero notó que la enfermera también estaba muy confundida por el padre.

—¿Sabes lo preocupado que estaba? Te desmayaste en el baño y estabas toda manchada de comida, llevas en cama horas, Kurumi —dijo con preocupación y ella cerró los ojos por el cálido abrazo de su padre, su única familia.

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