Capítulo 21: Antecedentes

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Los ojos dorados de Mukuro no daban crédito a la fecha en su celular, la garganta se le secó e irónicamente, empezó a sudar de su cabeza y de las manos, mientras sostenía el aparato. Parpadeó un par de veces y se llevó la mano al pecho, pensando aún en lo que había pasado ayer.

Porque fue ayer, ¿no es así? Hoy era domingo, hoy tenía que ser domingo, no podía ser, lo recordaba a la perfección; lo ansiosa que estuvo toda la semana esperando el día acordado, el tiempo que dedicó a bañar cada parte de su cuerpo, el tiempo que tardó en arreglarse para su primera cita, el nerviosismo que compartían, el cómo habían manejado la situación, el cómo ese chico y ella se habían confiado secretos personales de sus sentimientos.

Su corazón dolió y cerró los ojos al mismo tiempo que agachaba la cabeza.

Confió en él, ofreció su corazón y fue aceptada, se le fue prometido que no importa lo que pasara, él estaría ahí, a su lado, como quien hace promesa a un amigo. Y lo que pasó después fue lo más hermoso del mundo para ella, fue algo que, de repetirse, quería que fuera en serio, un amor de verdad.

«Shidou-san». Pensaba en él, recordaba sus gestos, sus reacciones, las cosas lindas que le dijo, la forma en la que él pensaba, las opiniones, las palabras cariñosas, su amabilidad y su amor también.

Pero los recuerdos se partieron en mil pedazos, justo como su control. ¿Había sido todo una ilusión? Eso era imposible, no había fuerza en este mundo que pudiera haber hecho eso, sin embargo, una vez más, por obra del destino, una situación desafortunada y hasta macabra se cernía en ella, en su vida.

Gotas cristalinas cayeron en su cama, haciendo un ruido silencioso que no alertaba a nadie, ni a ella misma de su situación. Pero al parpadear, con la cabeza abajo, su cabello tan largo que le caía por el rostro, se pegó a su cara mientras sollozaba y apretaba su celular con fuerza y lo pegó a su pecho.

Esto era injusto, ella no estaba loca, no podía haber sido su imaginación.

—¿Por... qué? Puqué... —Estaba sollozando tanto que no podía hablar bien, sus lágrimas no paraban y a pesar de que tenía los ojos cerrados, lograban escapar, era una fuente de lágrimas. «¿Por qué? ¿¡Por qué me pasa esto?! ¿¡Por qué?! No puede ser, ¡no puede ser!»

Mukuro se quedó llorando sola por unos minutos, minutos que no tuvieron importancia en su tristeza, también hablaba como una tartamuda y la pregunta era siempre la misma. ¿Por qué la vida le hacía esto cuando había sido tan feliz? ¿Por qué?

¿Por qué Muku llora?

Al escuchar esa voz en su cerebro, los ojos de ella finalmente se abrieron un poco, pero estaban un poco rojos, cristalinos, tan mala era la vibra que parecían dos cristales destruidos. Soltó el celular para limpiarse las lágrimas con sus manos, hasta que se cubrió con ellas.

—N-No... ¿No lo... entiendes? —preguntó, intentando controlar el tono de su voz y jaló algo de aire, intentando recuperarse, pero le llenaba de tristeza la situación.

No entiendo. Hablaste de lo bonito que era el amor hace unas horas, un sentimiento que no podré entender a menos que lo sienta, eso es lo que me dijiste.

—¿Hace... unas horas? —preguntó muy confundida y se levantó, aun con dolor de cabeza y de garganta, para revisar su armario, ahí estaba la ropa que se había quitado, intacta, sin usar—. No es cierto, Mikael... Fue... Todo fue... un sueño...

Derramó lágrimas de nuevo y se arrodilló ante su ropa, luego arrastró las rodillas hasta su tocador, donde estaba su peine, maquillaje y accesorios, no importa cuánto esculcó, ahí todo estaba sin usar y no había nada nuevo.

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