ABC (Amor Brilloso Con MALEC)

Distancia

Magnus era un lobezno con apenas dieciocho años cumplidos, y a pesar de su edad, no tenía mucha experiencia en la caza; ya que, sus papás habían estado ausentes toda su vida, por lo que había aprendido solo.

Cada mañana salía, convertido en su lobo negro, para ir a cazar por lo menos conejos en alguna zona del bosque. Se la pasaba la mayoría del día fuera de su casa, pero era necesario para sobrevivir.

No tenía manada, no tenía familia, no tenía ni amigos que le acompañaran, se había hecho a la idea de estar con toda la energía del mundo, porque debía protegerse de otros lobos que eran muy territoriales.

Casi todos los días, terminaba de cazar y se iba a la orilla de un lago para descansar. Solía esconder ropa en un tronco y después de convertirse en el moreno hombre que era, nadaba un rato, se cambiaba e iba a casa.

Pero su rutina fue cambiada un día de lo más casual.

– Te digo que lo olí, ha de ser un cachorro.

Como buen lobo, pudo escuchar la voz de un hombre, aun estando debajo del agua. No hacía falta sacar la cabeza para oler si era algún lobo amistoso, porque por la gruesa voz pudo distinguir que era el beta de alguna manada.

Nadó rápidamente hasta el extremo contrario del lago; estar debajo del agua escondía su olor y tal vez con la sangre de los pocos animales que había casado, le ayudarían a disfrazar su presencia.

– Yo no olí nada, deberíamos irnos, Alec nos buscará y no estará feliz de que lleguemos tarde. – Esta vez sonó la voz de una mujer.

Magnus sacó ligeramente su cabeza para poder respirar y volverse a hundir, percibiendo ligeramente sus olores. Definitivamente eran de alto rango y tenían más años que él.

– Hey, te dije que había alguien aquí, mira. – Volvió a hablar el hombre.

– A lo mejor nos vio desde lejos y se echó a correr, llevémonos esa comida para no desperdiciar y vámonos.

El moreno escuchó como se transformaron y se fueron corriendo, llevándose así, su comida del día.

Magnus salió al aire, demasiado desanimado, no había comido gran cosa desde la mañana, y lo que había cazado, iba a ser su cena.

Decidió irse caminando tranquilamente para desviar el hambre que sentía y el cierto temor de que otros lobos de alto rango anduvieran por la zona y podrían hacerle daño.

A mitad del camino, la noche ya había caído sobre él, podía escuchar muy bien a los búhos ululando y los grillos cantando, pero lo que lo hizo pasmarse, fue el escuchar de las hojas crujir siendo pisadas, no por algo, sino por alguien.

No por uno, sino por varios.

Era joven y podía escuchar a poca distancia por lo mismo, así que sabía perfectamente que estaban a lo mucho, a un kilómetro de él.

A la velocidad que podía, se convirtió en el pequeño lobo color azabache. En cuanto comenzó a correr, los sonidos que había escuchado, ya no eran discretos, igual a él habían empezado a correr.

Sintiendo como era perseguido, desvió su camino para que no dieran con su casa escondida. Después de varios kilómetros corriendo, el cansancio ya se estaba asomando.

Había podido percibir el olor de los betas anteriores, así como el un alfa. Era claro que en cualquier momento lo iban a atrapar, pero aun así trató de escapar con la poca tenacidad que le quedaba.

En un momento logró meterse detrás de unos troncos, tratando de recuperar el aliento. Las fuertes pisadas se detuvieron repentinamente, haciendo que Magnus no los escuchara en lo absoluto.