4. Castiel

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-Quitate.- por quien sabe cuánta vez en el año, Ámber empujó a Sucrette haciendo que esta pierda el equilibrio cayendo al suelo.- Eres un desperdicio de ser humano.

Sucrette acomodó sus lentes, enojada, esta vez no. Esta vez no iba a dejarla a ganar como en otras ocaciones.

-Serás tú un desperdicio, ¿algún día dejaras de molestarme o acaso tienes una obsesión conmigo?- no midió sus palabras, todos los presentes pusieron atención a lo que ocurría.

-¡¿Qué?! ¿Quién en esta vida estaría obsesionado contigo? Sólo mirate.- Sucrette se levantó mostrando enfado en su rostro.

-Pues tú porque no haces más que andar detrás de mí para ver que hago y que no.- los presentes comenzaron con sus típicos "uhh" alentando más a Ámber.

-Te haces la madura y andas con un osito de peluche a todos lados.- Sucrette se soprendió ¿cómo lo sabía?- ¿Crees que no lo veo en tu mochila todos los días? Todo el mundo debe saber lo infantil que eres, das vegüenza.

No sabía que más decir. Ámber había tocado su punto débil, ese bendito oso de peluche significaba mucho para ella. Tenía mucho valor sentimental.

Las lágrimas automaticamente salieron por sus ojos. No quiso saber más y salio corriendo del pasillo hasta la jardinería, le costaba mucho enfrentarse a Ámber y cuando lo hacía siempre terminaba ganando. No era justo.

Odiaba ser débil.

-Oye cuatro ojos, ¿estás bien?- no preciso que levantara la vista para saber quién era.

-Prefiero que me llames tabla.- Castiel decidio sentarse junto a ella.- Y sí, estoy bien.

-Vi todo lo que pasó, yo que tú la hubiera mandado a la mierda.- la chica sonrio de lado.

-Ojalá pudiera ser como tú y enfrentarla. Cuando lo intento es como si me quedara sin argumentos o sin voz y no pudiera decirle nada.

-No es tan díficil si yo estuviera en tu lugar ya hubiera explotado.- rió.- No entiendo como haces para ignorarla a veces, me saca de quicio.

-Creeme que a mi también.

Ambos se quedaron en silencio. De vez en cuando el pelirrojo la miraba, esa chica, a pesar de que era muy tímida y no hablaban tanto le caía bien.

-Si quieres puedo enseñarte a darle donde más le duele.

-¡No quiero golpearla!- él rodo los ojos.

-Nunca dije que fuera con violencia pero oye... tal vez sea necesario.- Sucrette comenzó a reir dejando atrás las lágrimas.

-¿Por qué me hablas? Es decir, Ámber está enamorada de ti y cada vez que nos ve juntos me provoca. Estoy pensando que lo haces a próposito.

-Hey no lo hago, ya te dije que me caes bien, tabla. Eres de las pocas chicas que tienen una mente abierta, no como Ámber.

-Digo lo mismo de ti.- ambos se miraron a los ojos.

Castiel le dedico una sonrisa, a pesar de molestar a la chica algunas veces le tenía una clase de aprecio.

Un aprecio un poco raro.

[...]

Tiempo después Castiel y Sucrette se hicieron muy amigos. Ella poco a poco salió de su caparazón gracias a él que la animó a hacerlo y ha cambiado bastante, tanto que ha logrado enfrentarse a Ámber y comsiguió que ya no la molestara.

¿Pero cuál es el problema?

El problema es que su corazón hacía lo que quería y sin permiso alguno comenzó a sentir cosas por Castiel. Deseaba que fuera más que un amigo pero sabía perfectamente que nunca iba a pasar, él jamás dio señales de que era reciproco.

Volviendo al presente, Sucrette se encontraba en busca del pelirrojo, hace rato había desaparecido y ni siquiera le había avisado.
Entonces, fue cuando pasaba por la escalera, que se le prendió el foco. La terraza.

Subió las escaleras y se encontro con la puerta semi-abierta, cuando la abrio por completo allí estaba quien tanto buscaba.

-Por fin te encuentro, sentí que tardaría años.- le dijo sentándose a su lado.- Tienes suerte, hice apuntes de la clase para que no te atrases.

Aunque sabía que eso realmente no importaba, Castiel siempre le agradecía -internamente- que hiciera eso por él.

Sucrette lo miró buscando respuestas pero nada, él sólo miraba a la mada misma.
Y no es realmente una sopresa ya que hace varios días -o quizás semanas- que está así de raro; habla poco, siempre distraido ¡hasta ni siquiera le ha dicho tabla!

-¿Castiel? ¡Llamando tierra a Castiel!- el último mencionado por fin reaccionó.- ¿Qué rayos te ocurre?

-Nada.

Ella suspiró y miró el paisaje buscando qué decir.

-Haz estado muy raro últimamente, ¿debo preocuparme?

-No, creeme que no.- Castiel tenía su mirada posada sobre ella, su rostro no estaba serio como usualmente sino que transmitía algo diferente.

-Aunque me digas que no, sigo preocupada.

-Eres demasiado buena Sucrette.- ella le sonrió.

Y como si nada, Castiel se acercó y le quitó los lentes, acto seguido se alejó.

-¡Oye!

-Quería verte sin los lentes.- su voz sonaba suave y dulce, algo demasiado raro en Castiel.- Igual, no hay mucha diferencia.- y entonces el Castiel normal volvió.

Sucrette no dijo nada, no es que estaba molesta, al contrario, estaba feliz. Feliz porque estaba a su lado.

¿Y si le dice sus sentimientos? Si la rechaza le dirá que fue broma y ya, tal cual como lo había planeado.

¿Pero y si la acepta? Eso si que no estaba en sus planes.

Respiró y exaló para tranqulizarse y volvió a mirarlo.

-Debo decirte algo.

-Dime, tabla.

-M-me... tú... me gustas.- Castiel la miró confundido o como si estuviera analizando la situación.- Es decir, no en el sentido de amigos sino algo más... tú sabes. O sea como...--

No logró continuar ya que sus labios fueron callados por otros.

Castiel la estaba besando. Algo que realmente jamás creyó que iba a ocurrir.

Pero sí pasó.

Un poco random pero bueno, espero que les guste.♡

One-Shots | 𝗖𝗗𝗠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora