Capítulo 1. Eleanor Jameson.

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-¿Qué clase de broma es esta, señor?-pregunté  indignada-.Se supone que el propio Leonardo Felice vendría  a recogerme al aeropuerto y en su lugar me encuentro con el sirviente. ¿Acaso el señor Felice tiene asuntos más importantes que atenderme a mí?.

¿En serio? El viaje desde Camberra a Florencia me había dejado agotada, había tenido que discutir con casi todas las azafatas del avión que por lo visto no sabían lo que era la palabra respeto y ahora me encontraba con que el dueño de la mayor empresa textil de Italia y cuya fama de guapo le precedía, no tenía palabra. ¿Faltarme a la promesa a mí? A Eleanor Jameson, una de las modelos mejor pagadas del mundo.

-Siento que yo no sea de su agrado, señorita Jameson pero el señor Felice ha tenido un improvisto que no ha podido dejar desatendido. Se reunirá en el hotel con usted tan pronto le sea posible.

-¿Algo más importante que cumplir a su palabra?.

-Su prometida se ha puesto enferma y ha tenido que acompañarla al hospital. Ambos me han pedido que les transmita sus más sinceras disculpas.

Esto es lo que se llamaba llegar y besar el santo. En fin, me tendría que conformar con conocer a Felice unas horas más tarde. El sirviente me acompañó al hotel en una limusina.  Al menos mi alojamiento era digno de mí.  Uno de los más caros y lujosos de toda la ciudad. 

Florencia parecía muy bella y coqueta aunque condenadamente calurosa en verano así que decidí posponer la visita para más tarde y darme una ducha antes de bajar al bar a relajarme tomando champagne. Las cosas parecían ir mejorando porque la cantina estaba provista de los mejores alcoholes y ordené una botella para mí sola. ¡Cómo amaba aquel líquido burbujeante! Me senté en una de las mesas decoradas con exquisitos arreglos florales y comencé a mirar el móvil.  Reuniones en Madrid, desfiles en New York....bla, bla,bla. Mi representante se encargaría de ello. Ahora no tenía ganas de perder el tiempo, tan sólo quería disfrutar.

Una copa tras de otra y así fue como me encontré ligeramente mareada intentando ir al baño. De acuerdo, esta vez se me había ido de las manos un poquito.

-Señorita, ¿puedo ayudarla?.

Una voz masculina y dulce se dirigió a mí. Me giré para mirarlo pero tropecé y casi me caigo de bruces contra el suelo. Por suerte, él dueño de la voz me agarró con unos brazos tan fuertes como el mismo acero. Cuando al fin logré verlo, me quedé embelesada mirándolo. Era un perfecto modelo de ojos marrones y rasgos hiper atractivos. No tenía ni idea de donde había salido pero estaba claro que había venido al mundo para alegrarme la vista en este preciso instante.

-¿Se encuentra bien? ¿Quiere qué la acompañe a su habitación?.

-No estaría mal-respondí-. Creo que  he tomado un poco más de lo debido.

-¿Un poco? Ha tomado una botella entera de champagne. Es lógico que se haya mareado.

-Vaya no sabía que hubieran contratado figurantes para hacer de mis padres.

¿Quién coño se creía que era para decirme lo que tenía que beber o no?.

-Ahora si te importa,  suéltame y ahórrate el tratarme de usted. No soy tan mayor

-La soltaría sino tuviera la certeza de que se va a caer tan pronto lo haga.

-He dicho que me dejes.

Estaba furiosa. ¡Qué hombre insistente y cabezota!.

-Está bien.

Me liberó de su abrazo y para mi suerte eché a andar tropezando con una silla. Por segunda vez, volvió a recogerme

-¿Lo ve? Lo mejor que podría hacer es dejarme llevarla a su habitación y después descansar. Con un poco de suerte, para la cena estará de nuevo en condiciones de caminar.

-¿Acostumbras a ser tan cansino?.

-Sólo cuando me veo en la necesidad,  señorita-me sonrió y sobraría decir que casi se me caen las bragas al ver aquella perfecta sonrisa-. Ahora dígame cual es su número de habitación,  por favor.

-Está bien-puse los ojos en blanco-. Conste en acta que esto no es de mi agrado. Tan sólo le permito su ayuda por ser cortés.

-Y porque no es capaz de caminar dos pasos sin caerse pero supongo que eso es tan sólo una pequeña circunstancia sin importancia.

Hombre insufrible-mascullé entre dientes-.

Debió de oírme porque empezó a reírse a carcajada limpia y me guiñó un ojo.

Me llevó en brazos hasta la puerta de mi habitación. Era insufrible, cabezota pero demasiado guapo y fuerte para no quedarse anonadada mirándolo.

-¿Entrará en tu habitación o se va a quedar todo el día mirándome?-me preguntó-. Podría meterla yo mismo en la ducha pero no me parece que sea algo apropiado.

Me bajé de sus brazos cabreada de forma demasiado brusca presumo porque me mareé y acabé vomitándole los zapatos.

-Me retracto de lo que he dicho, como comprenderás no la voy a dejar aquí sóla en estas condiciones.

Me arrebató el bolso de las manos y sacó de dentro la tarjeta para entrar en la suite.

-¿Sabes qué eso podría ser considerado como un robo?.

-¿Sabe qué es totalmente justificable en caso de necesidad? Ayudar a una dama en apuros merece la pena el riesgo.

Así  fue que me acompañó a la habitación y me metió bajo el chorro de agua fría de la ducha.

-¿Estás loco acaso?.

Por muy guapo que fuera este hombre me estaba pareciendo la persona más patética y desagradable del mundo entero.

-No, es una forma bastante fiable y ancestral de cortar una borrachera. Ahora dúchate, encargaré al servicio que te traiga una infusión caliente que te alivie el mal trago.

-¿Eres hombres de contrastes no? Primero frío  y ahora caliente. No hay quien te entienda.

-No sabes cuanto, cielo-me contestó otra vez con aquella maldita sonrisa-. Hazme caso te sentirás bien.

Me intenté relajar en la ducha aunque no me resultó nada fácil. Normalmente no me llevaba bien con casi nadie pero este hombre me sobrepasaba. En mi vida me había tropezado con alguien igual. Cerré el grifo de la ducha cabreada por no haber podido disfrutar de mi baño. Me envolví en una toalla blanca y salí del baño esperando encontrarlo. En su lugar, vi una bandeja con una infusión, algunas galletas y una nota que rezaba:

"Espero que te sientas mejor. Tómate la infusión. Te irá bien.

Atentamente, William"

William, de todos los hombres que he conocido, eres con diferencia el que peor me ha caído nunca y espero no volver a verte. Rompí la nota y me tumbé en la cama con la esperanza de recobrar al fin la calma que había perdido aunque algo me decía que no sería del todo fácil.  No iba a tener esa oportunidad tan a la mano.

Eleanor,bienvenida a Florencia. Recuerda no volver a beber champagne en público nunca más.

Tan Sólo Hazme Olvidar(COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora