Epílogo.

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Estaba observando como mis hijos jugaban con Celia y Eleanor, la hija pequeña de Will y Shioban que habían decidido bautizar con mi nombre a modo de agradecimiento. Aún no entendía tantos honores pero, ¿Quién era yo para negar a unos padres la elección del nombre de su hija?.

William se había mudado a vivir con su esposa a Dublín y eran parte de nuestra vida, de nuestra familia. ¿Quién  nos lo iba a decir verdad? La vida se había empeñado en que mantuviera a William a mi lado y le daba gracias porque para mí era un confidente, un gran amigo y aunque Alistair se empeñase en negar su amistad con un inglés, había llegado a considerarlo como uno de sus mejores amigos. No en vano, salían casi todos los fines de semana a pescar juntos.

Alistair y yo habíamos decidido trasladarnos definitivamente a la costa y en uno de nuestros errebatos de locura, plantamos una huerta ecológica que por supuesto no dio ni un fruto la primera cosecha. Ahora le habíamos pillado un poco mejor el tranquillo y nuestras primeras patatas habían salido. El que más contento estaba con este asunto era Angello. Su empeño por hacerse vegeteriano seguía adelante y estaba encantado en el huerto viendo crecer los vegetales y ayudándonos todos los días.

-¡Mamá!, ¡Mamá!-mi pequeño Angello corría hacía mí de la mano de Celia-.

-¿Qué es lo que pasa?-les sonreí-.

-¡Celia y yo somos novios!

Miré sus caritas de emoción. Apenas tenían siete años y me enterneció el hecho de que confiaran en un amor tan inocente.

-Me alegro mucho por vosotros. Decidme, ¿Cuándo será la boda?.

-Los niños no se casan, mamá. ¿Acaso no lo sabes?.

No pude evitar reírme ante tal comentario.

-Es cierto. Hace tanto tiempo que no soy niña que se me había olvidado-le acaricié el pelo-.

-¿Quién se casa?-preguntó mi marido que acababa de llegar-.

-Nadie, papá. Le estaba diciendo a mamá que Celia y yo somos novios pero se le olvidó que los niños no nos podemos casar. Cuando seamos mayores, le diré que se case conmigo.

Sí. Alistair se quedó en shock mientras observaba como la parejita de novios se iba otra vez correteando.

-¿Un consuegro inglés?. ¿Crees que será posible que pase eso alguna vez?.

-Quien sabe, Alistair. Cuando eras niño, ¿Creías qué  tu mujer sería australiana?.

-Ni en mis mejores sueños pensé que Eleanor Jameson sería mi mujer. ¿Una top model con un corazón enorme? Que va. Jamás me sentí merecedor de ello. ¿Qué hay de tí? ¿Pensabas que te casarías con un irlandés?.

-Nunca lo hubiese creído. ¿Un irlandés terriblemente sexy y sarcástico? Que va. Ni en mis  peores pesadillas.

-Con que pesadillas....-simuló pensar-. Creo que mi mujer está buscando algo.

-¿Algo?.

Para que preguntar. Se abalanzó sobre mí y comenzó a hacerme cosquillas. Eran mi punto débil y él lo sabía demasiado bien. Me reí a carcajadas hasta que las lágrimas brotaron de mis ojos.

-¿Sigo siendo tu pesadilla?.

-Sigues siendo mi vida.

Me cogió en brazos y comenzó a darme vueltas en el aire. En el fondo éramos como dos adolescentes enamorados.

-Tú también eres mi vida-me dijo una vez paró entre risas y me besó con la mayor ternura del mundo-. ¿Soy yo o tienes las tetas más grandes?.

-Ni lo sueñes, irlandés errante-le contesté después de tocarlas. Suspiré. Seguían igual que siempre-.  Con tres son más que suficientes.

Me sonrió. Llevaba años gastándome la misma broma, intentando convencerme de tener otro hijo y lo hacía porque sabía que siempre le contestaba de la misma forma y le hacía reír. Dos hijos terroristas y uno extremadamente sensible eran una linda descendencia.

Cuando Alistair se fue a la casa a hacer la cena, me quedé un rato más sentada en el porche sintiendo el viento del mar en mi cara.

-¿Interrumpo?-William me hablaba-.

-Por supuesto que no. Siéntate a mi lado si quieres.

Se sentó junto a mí y después de un rato en silencio, comenzó a hablar.

-Es curioso como este país ha sido capaz de darnos la calma y la felicidad. Aún recuerdo el día que aterrizamos en Dublín y saltabas de alegría. En el fondo siempre supe que intuías que algo bueno estaba por pasarte.

-Siempre amé a este país pero no soy para nada intuitiva, Will. Eso se lo dejamos para Alice.

-Todas las mujeres lo sois aunque pensándolo mejor tú no eres mujer.

-¿Entonces qué es lo que soy?-seguía con la misma habilidad para cabrearme de antaño-.

-Un alegre leprechaum.

Me reí. Hacia tanto tiempo que no lo escuchaba llamarme así que me hizo gracia.

-Eres estúpido,  Sir William.

-O mi memoria falla o no recuerdo que la reina me haya nombrado caballero en ningún momento.

-Yo lo he hecho. Te debía un mote, ¿Recuerdas?.

-Así que Sir William
No está mal del todo. ¿También tu marido es Sir?.

-Él es un irlandés errante-me reí-.

-Me alegro de que la vida nos esté tratando bien al fin, Eleanor-me dió la mano-.

-También yo, Will.

Juntos nos quedamos viendo como el sol se ocultaba en los acantilados, cogidos de la mano como los buenos amigos que éramos hasta que olimos el olor de la comida que venía de la cocina.

-Me cuesta reconocerlo pero cocina como los ángeles.No se lo digas,  le subiríamos el ánimo más de la cuenta.

-Tarde, pequeño inglés-nos habló Alistair-. La cena está lista. Y te lo vuelvo a decir, cuidado con mi mujer.

Los dos nos reímos. Alistair nunca cambiaría. Entramos en la casa contentos de saber que, aunque habia sido un camino difícil, al fin éramos felices. La vida siempre da oportunidades. Aprovecharlas o no está en nuestras manos y conviene olvidarnos de nuestros miedos y cabezonerías para poder disfrutar al máximo.

Sonreí a mi marido y se acercó a mi cogiéndome por la cintura. Nos besamos con pasión como si fuera la primera vez que lo hacíamos. Sí,mi oportunidad estaba perfectamente  aprovechada. Todo iba e iría bien.

Tan Sólo Hazme Olvidar(COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora