Madrugada del 5to día después del desembarco
El ruido de personas corriendo y gritando despertó a Thomas. Aún aturdido, alcanzó a preguntar qué estaba pasando.
-¡El Hierofante! Parece estar grave... - le respondió uno de los sacerdotes, y Thomas se incorporó de golpe.
El viaje no había sido gentil con el viejo Padre Gregor, quien se encontraba tosiendo frecuentemente. Temió lo peor. Si el líder espiritual de la expedición fuese a fallecer tras la pérdida de dos barcos, la moral caería por los suelos. Y, peor aún, tendrían que lidiar con una incómoda sucesión por su título.
-¡Alguien llame al doctor! - escuchó gritar a alguien.
Thomas se apresuró en dejar su ropa de noche y colocarse su túnica de clérigo. Rápidamente, al igual que otros miembros del clero, dejó su carpa en dirección a la tienda del Obispo, la tercera más grande de todo el campamento. Los guardias parecían particularmente alertas, y alejaban a los curiosos que se asomaban ante la conmoción. El olor a incienso lo aturdió al ingresar; y sospechó que alguien habría estado perfumando la estancia para distraer de algún otro olor secundario...
En medio de la tienda, el Hierofante Gregor XVII se encontraba sentado y reducido, visiblemente incómodo y gruñendo incoherencias. Lo atendían un par de enfermeras, que parecían estar tomándole la temperatura y la presión; pero por sus gestos, Thomas entendió que el Hierofante no daba indicios de malestar. En media luna, a su alrededor, otros miembros de La Orden y sus asistentes personales murmuraban intensamente. Thomas les puso mayor atención. "Debe ser una resaca", dijeron por allí. Aunque no había visto al viejo Gregor bebiendo recientemente, Thomas suspiró al pensar que toda esta conmoción podría deberse a algo tan banal como eso.
Luego de unos minutos de deliberar, las enfermeras procedieron a retirarse.
-¿Cuál es el veredicto? - les preguntó uno de los sacerdotes.
-Su santidad tiene un dolor en el vientre; pero más allá de su palabra... no detectamos que nada esté mal en su cuerpo...
-Es solo el vino, regresemos - exclamó alguien. Varios se rieron. Entonces, con una voz grave, pero extrañamente seria, Gregor bramó.
-¡Idiotas! Ustedes... Ustedes no saben nada. Dónde están... Tráiganme a Sorin, a Thomas, malditos mocosos. ¿Dónde carajo están?
-Ya, dinos, ¿qué te sucede, anciano? - vociferó alguien de la multitud, en una clara falta de respeto. Otros secundaron y también solicitaron una aclaración.
Gregor, temblando, alcanzó a decir.
-Fue... fue... una Pesadilla.
Todos callaron de golpe, dejando la carpa en un silencio sepulcral. Aterrado, Thomas intentó exclamar algo y acercarse, pero rápidamente el silencio fue interrumpido por una sonora carcajada, a la que se le sumaron varias otras. Entre los gruñidos incongruentes de Gregor, que continuaba maldiciendo a los presentes, la mayoría comenzó a dispersarse, y pronto quedaron en la carpa únicamente los asistentes personales del Hierofante y Thomas, confundido.
-Su santidad... - le dijo, acercándose.
-Allí estás, inepto. ¿Dónde está Sorin?
-Sorin está...
-¡Bah! No importa. Todos estos cojudos que nacieron luego de la extirpación no entienden ni entenderán nada de esto.
-Su excelencia... Tuvo una... ¿Pesadilla? ¿Está completamente seguro? Pensé que la última fue erradicada hace cinco años...
Gregor trató de recomponerse y lo miró a los ojos.
-¿Dudas de mi palabra, mocoso?
Thomas no confiaba en lo más mínimo en su palabra.
-Jamás, su santidad - respondió, tímidamente.
Gregor era, de lejos, el peor hierofante bajo el cuál Thomas había servido. No sólo pecaba constantemente sino que tenía un temperamento insoportable. Pero era un héroe de guerra y, como tal, gozaba de respeto entre laicos y nobles. A pesar de ello era un secreto a voces que su presencia en la expedición era más un exilio; una forma de mandar a un retiro temprano a un personaje incómodo para la máxima jerarquía del clero.
-Estuve... estuve en una Pesadilla, Thomas. ¿La recuerdas?
Asintió, y de pronto recordó su propia experiencia dentro de una Pesadilla.
-El olor a quemado... el crepúsculo eterno...
-El polvo y la arena negra... - le dijo Gregor - Aparecí en una extraña estructura, cerca a un altar de sacrificios. Habían rastros de sangre por doquier.
-¿Un templo?
-No sé lo que era... Pero me descubrieron, Thomas. Sabían que estaba allí. Me atacaron. Creo que recibí un ataque en el torso... Huí y llegué a un puerto abandonado. Sin tener a dónde escapar, empecé a despertar, y felizmente pude hacerlo antes que me agarren.
-Las sombras... ¿tenían alguna forma?
Gregor negó con la cabeza.
-No pude distinguir nada.
Thomas recordó la última vez que tuvo que hacerles frente: las sombras habían mutado en unas formas imposibles. Él habría muerto de no ser por Sorin y el resto de exorcistas. Pero se necesitó de más de veinte clérigos altamente entrenados para ponerle fin al Nido de Pesadillas. En la expedición no contaban ni con cinco.
Haciendo un esfuerzo, Gregor se puso de pie, y comenzó a caminar hacia un escritorio, al tiempo que le pedía a sus asistentes que le consigan papel y tinta.
-Su santidad... si realmente era una Pesadilla... la única razón por la que tuvimos éxito en la cordillera hace años fue por que sabíamos con exactitud dónde se había originado. Pero ahora...
-Necesitamos más información - le dijo, al tiempo que comenzaba a escribir en un pergamino y pedía que le llenen una copa de vino-. Le estoy escribiendo directamente al idiota de Guillaume. ¿Tienes tus armas listas? Te enviaré con la vanguardia; deben de partir mañana a lo mucho. Algo escuché que esa muchacha, Intre Alquist también estaría yendo. ¿Tú la conoces, cierto?
Thomas asintió.
-Es una vieja amiga de la infancia. Su familia le brindó hospedaje a la compañía camino a las montañas.
-He visto sus mapas. Es una buena cartógrafa - le dijo, mientras bebía un sorbo de vino -. Pero lo peor que nos podría pasar es que un noble caiga ante una Pesadilla. Si eso sucede...
-Decapitar e incinerar el cuerpo...
-Muy bien... muy bien... Carajo. Volverán a creer que estamos dementes, Thomas, que hemos perdido el juicio. Y si en este tierra existen Pesadillas, no tengo la más mínima idea de qué otro tipo de horrores existan. Carajo. Ya estoy muy viejo para tener que lidiar con esto.
Gregor bebió un gran sorbo de vino y rápidamente pidió uno más. ¿Realmente había despertado en una realidad alterna, o sólo tuvo un mal sueño? Thomas no podía saber con exactitud, pero confió en que el Hierofante no bromearía con esto. Tras pedirle que no tome en exceso, - y recibir un insulto de vuelta - Thomas se despidió y regresó a su carpa para preparar lo necesario para el viaje.
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Senzafine
FantasyPara evitar un matrimonio planeado, Intre Alquist se unió a la expedición de ultramar para colonizar Isole Senzafine, un territorio recién descubierto e inexplorado. Pero pronto descubrirá que la Isla alberga todo tipo de misterios y horrores, lo qu...